La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(61)



De no conocerle bien, habría jurado que Enrique intentaba convertirse en su mentor.

Al menos no trataba ya de hacerle creer que podría haber un lugar para ella entre las filas del Consejo.

—Si es todo, se?or, tengo asuntos que atender —dijo plenamente consciente de que al temblor en la mano izquierda se le habían sumado los espasmos en la derecha.

Si no salía pronto de allí, su agitación física acabaría siendo imposible de ocultar.

—Puedo ir a visitarte esta noche… en caso de que recuerdes algo nuevo. —Enrique se puso en pie cuando lo hizo ella.

Sascha miró a Nikita

—Por supuesto, se?or. Madre.

Mientras se dirigía a la salida su mirada recayó sobre su pie y vio que, con la confusión de aquella ma?ana, se había puesto las botas que Julian había mordisqueado. El miedo se apoderó de ella.

—Sascha.

Dando media vuelta, se tiró de la solapa de la chaqueta en un intento por disimular el leve temblor de su mano derecha.

—?Sí?

—Tu trabajo honrará el apellido Duncan. —El hombro de Enrique prácticamente rozaba el de Nikita cuando se colocaron uno al lado del otro.

—Lo estás haciendo bien —convino Nikita.

Sascha se preguntó de pronto cuánto de lo que su madre le había contado antes era cierto. ?De verdad Enrique era un aliado al que tenía que mantener contento o los dos estaban confabulados para conseguir un objetivo más oscuro?

—Gracias.

Esta vez dejaron que se fuera sin entretenerla de nuevo. En cuanto salió del despacho metió también la otra mano en el bolsillo de los pantalones. Quería dirigirse a su apartamento, pero sabía que no podía… Era poco probable que Enrique cambiara de opinión en cuanto a buscarla más tarde. Y si la veía en ese estado, era mujer muerta.

Las manos le temblaban de forma descontrolada y ya no podía ignorar los espasmos musculares de las piernas. Algo había ido muy mal desde que había hablado con Lucas.

Apenas capaz de pensar a causa del pánico que la dominaba, se montó en el ascensor y, sin saber muy bien cómo, se las arregló para llegar hasta su coche sin encontrarse con nadie.

Llegado a ese punto, su visión comenzaba a tornarse borrosa y podía sentir que su corazón palpitaba de un modo tan irregular que la asustó.

Casi tropezó mientras trataba de abrir la puerta de su vehículo. Parecía que su cuerpo estuviera dejando de funcionar, órgano a órgano. El miedo hizo surgir un sabor metálico en su garganta. Luego todo cambió de un modo extra?o y sintió unas ganas locas de echarse a reír. Unos segundos después de cerrar la puerta del coche y presionar el botón para tintar las ventanas, la invadió la tristeza.

Mientras lloraba descontroladamente supo que estaba a punto de sufrir un colapso.

Las lágrimas desaparecieron tal y como habían aparecido y de pronto una oleada de placer sensual asaltó su cuerpo. Entonces ?zas! Se sintió abrumada por un intenso sentimiento de culpa, por una perturbadora sensación de pérdida que le oprimió la garganta hasta que creyó que iba a ahogarse. Todo pasó al cabo de un segundo.

Nada ocupó su lugar.

Sascha se obligó a pensar en aquel efímero momento de claridad. Primero reforzó sus escudos psíquicos. Se mantendrían erguidos hasta que muriera, ocultándola de la PsiNet. De su propia gente. El pesar se mezcló con el miedo y la combinación estableció una conexión entre las neuronas fragmentadas de su cerebro.

Se inclinó hacia delante y programó un destino en el ordenador, un destino al que ningún psi iría jamás. Luego dejó un mensaje para su madre explicándole su ausencia. No podía arriesgarse a que alguien comenzara a buscarla. ?Quién sabía en qué condiciones la encontrarían?

Cuando condujo el coche fuera del garaje, su visión se redujo a un simple puntito en cada ojo. Estaba prácticamente paralizada por el terror, pero se las arregló para llegar con el vehículo hasta la calle, donde el sistema de navegación automático podría asumir el control.

En cuanto lo hizo, se rodeó con los brazos y se acurrucó en el asiento.

Comenzó a reír, pero no se sentía feliz. Tampoco triste. Se sentía ambas cosas y mucho más. Estaba furiosa. Loca. Satisfecha. Hambrienta. Dolida. Alegre. Divertida. Excitada. Su cuerpo entero comenzó a temblar y el corazón le aporreaba fuertemente contra las costillas.

—Lucas —susurró sin ser consciente de que estaba hablando.

Su imagen surgió súbitamente contra su visión oscurecida, pero de inmediato fue engullida por la vorágine de emociones que estalló en su mente a la velocidad de la luz, destruyendo su capacidad para pensar. El dolor provocó un cortocircuito en sus terminaciones nerviosas. Su cuerpo se arqueaba mientras gritaba en el interior de los aislados confines del coche. Sus gritos reverberaban aún dentro del vehículo cuando perdió la consciencia mientras el coche recorría las calles.

La tensión se palpaba en la casa franca. únicamente los cachorros dormían.

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