La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(65)



—Lo sé. —Se irguió apartándose de él—. Me estoy desmoronando, pero antes de hacerlo te ayudaré.

—?Desmoronando?

—Locura. —Bajó tanto la voz, que casi no la oyó—. Me estoy volviendo loca y no hay forma de ocultarlo… Bien, puedo dejar este mundo por todo lo alto. —Le miró a los ojos—. ?Me prometes una cosa?

—?Qué quieres?

—Quiero que me mates cuando la locura me domine. De forma rápida y limpia, sin piedad.

El corazón de Lucas dejó de latir.

—No.

—Debes hacerlo —dijo con apremio—. Si no lo haces me convertirán en un muerto viviente. Prométemelo.

Lucas no tenía la menor intención de matarla, pero sabía mentir tan bien como cualquier otro felino.

—Te mataré si pierdes la cordura.

Por muchos que fueran sus temores, no había el menor signo de enfermedad mental en ella. Ninguno en absoluto. De lo contrario habría olfateado el hedor acre del deterioro en vez del olor a vida y esperanza que desprendía.

Sascha entró en el salón después de ducharse y se encontró cara a cara con un leopardo macho al que tenía motivos para temer.

—Hola, Dorian.

él la miró con aquellos ojos de un azul tan puro que era imposible creer la oscuridad que acechaba dentro de aquel hombre.

—Me hiciste algo. —No era una acusación, sino un hecho.

La ira que había esperado estaba presente, pero era una sombra candente en lo profundo de su ser, que no estaba dirigida a ella.

—No sé lo que hice, si es que hice algo —le dijo con el corazón en la garganta.

Se había convencido a sí misma de que había imaginado todo el incidente, que todo había sido parte de la locura invasora.

Dorian le acarició la mejilla con las yemas de los dedos y Sascha, que no estaba acostumbrada a que nadie excepto Lucas la tocase, se estremeció.

—?No quieres que te toque?

—No soy una cambiante. —Sabía que parecía fría, pero ?de qué forma podía explicarse?—. Algo que a vosotros os nace de un modo natural… a mí me resulta difícil.

Para su sorpresa, Dorian le tomó la cara entre las manos mientras clavaba los ojos en los suyos.

—Quiero ver dentro de ti —sentenció—. Quiero ver si tienes corazón, si tienes alma.

—A mí también me gustaría que pudieras hacerlo.

Ella no estaba tan segura de tenerlos. ?Habrían quedado reducidos a cenizas durante su condicionamiento?

—Dorian. —La voz de Lucas resonó a su espalda sobresaltándola.

En su tono de voz se distinguía una advertencia, pero no les interrumpió.

Aunque tampoco hubiera importado. El poder de Lucas se sentía en el aire que respiraba, en el aroma de su piel. él era el alfa y Sascha comenzaba a entender lo que eso significaba en realidad.

—No te estaba haciendo da?o, ?verdad, Sascha? —Dorian apartó las manos.

Sascha sintió la necesidad, la angustia y la culpa que le embargaban. Dio un paso y le posó la mano en el hombro de manera vacilante.

—Solo te hieres a ti mismo. —Aquel nudo de sufrimiento se apretaba y crecía día tras día, y a Sascha le preocupaba que explotara si él no dejaba que se deshiciera— Basta, Dorian. No sigas castigándote por el crimen que cometió un monstruo.

El centinela bajó la mirada y cuando abrió de nuevo los ojos dejó que ella viera la furia sanguinaria que le dominaba.

—No hasta que él esté muerto. Entonces hablaremos.

Sascha retiró la mano de su hombro y se volvió hacia Lucas en una silenciosa plegaria. él sacudió la cabeza. Nadie podía ayudar a Dorian hasta que este no estuviera dispuesto.

—?Lista para irnos? —preguntó Lucas.

Sascha se alisó con una mano el traje que le había planchado Tamsyn, y asintió.

—Sí. —El miedo se arrastró lentamente desde lo más recóndito de su mente. Era más que probable que Enrique hubiera dejado a sus espías rondando por allí, de modo que en cuanto ella regresara, él se enteraría—. Es necesario que tenga algo que darles, ya que se supone que he pasado la noche contigo. Esperarán que haya averiguado al menos una cosa.

Lucas se acercó y, aunque no la estaba rozando, ella sintió la intensidad de su presencia. Parecía que su cuerpo conociera el de Lucas, que le tendiera las manos para abrazarle a pesar de que únicamente se habían besado una vez. Contemplando aquel rostro salvaje, con sus marcas, se preguntó si él podría ver el tormento que anidaba en su corazón.

—?Puedes posponerlo? —Le rozó la mejilla con un dedo, descendiendo por su cuello antes de deslizar la mano hasta la de ella y entrelazar los dedos con los de Sascha.

Dorian se colocó delante de ellos.

—?De qué estás hablando?

—Se supone que soy una espía —dijo, lo bastante alterada como para ser franca—. Parte de mi misión era recabar tanta información de primera mano como pudiera sobre los cambiantes y pasársela a mi madre y al consejero Enrique.

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