La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(68)



Dorian desvió la vista hacia Sascha, que se encontraba junto al coche.

—Ella no entiende nuestra necesidad de venganza.

—Creo que comprende mucho más de lo que le reconocemos. —Había visto una compasión tan profunda en aquellos ojos estrellados como jamás él había sentido por otro ser—. Volveré dentro de unas horas.

—Yo velaré por todos.

Lucas dejó a Sascha en la esquina del edificio donde se encontraba su apartamento.

—?Cómo vas a explicar la ausencia de tu coche?

—Diré que me lo robaron cuando aparqué cerca de una zona cambiante. Que no me molesté en presentar una denuncia porque esa zona está poblada de leopardos de DarkRiver y decidí que no merecía la pena enemistarme contigo por lo que valía el coche.

—?Se lo creerán?

—La mayoría de los psi consideran que los cambiantes son especies inferiores, de modo que sí. Tendré un coche nuevo en cuestión de horas. —En el tono firme de su voz no había ni rastro de la mujer que le había estrechado entre sus brazos—. ?Hay alguna información que pueda compartir sin haceros vulnerables?

Lucas golpeteó suavemente el volante con el dedo.

—No puedo saber para qué podrían utilizar la información.

—Lo pospondré.

—?Es seguro?

—Espero no estar por allí el tiempo suficiente para que se impacienten. Un par de días más podrían irritar a Enrique, pero no me parece que eso vaya a ir a más.

Lucas percibió algo en su voz que no acertó a comprender, pero Sascha abrió la puerta antes de que pudiera hacerlo.

—Cuídate, querida Sascha.

El velo cayó de sus ojos durante un segundo y Lucas pudo ver a la verdadera mujer.

—Ojalá hubiera nacido en otro tiempo y en otro lugar. Entonces quizá podría haber burlado al destino… quizá podría haber sido tu amor.

Sascha se marchó antes de que él pudiera hablar. La vio alejarse calle abajo y doblar la esquina sin volver en ningún momento la vista atrás.

Enrique no le había dejado un mensaje a Sascha la noche anterior. No había hecho falta. Una vez más la estaba esperando en el despacho de su madre.

—Sascha —le saludó Nikita sentada a su mesa con una cierta severidad en los ojos—. Espero que todo el tiempo que estás invirtiendo en este proyecto resulte estar justificado.

Era un comentario extra?o, sobre todo teniendo en cuenta que Nikita había sido quien le sugiriera que supervisara hasta el más mínimo detalle.

—Todo va como la seda, madre. Creo que los cambiantes aprecian el contacto personal.

—Muy cierto. —Enrique, que se encontraba mirando por la ventana, se volvió hacia ella—. Pareces entender bien cómo piensan.

Prudencia, se dijo Sascha. No podía permitir que albergaran sospechas en cuanto a qué era lo que sabía y qué lo que no les estaba contando.

—No estoy segura de que merezca tal elogio, consejero, simplemente empleo las técnicas psi conocidas para tratar con otras especies. Como ya he dicho, son extremadamente desconfiados en cuanto a compartir información conmigo.

—?Estás diciendo que sigues sin haber penetrado en sus defensas? —Aquello era prácticamente un insulto y había salido de labios de Nikita.

Las sospechas de Sascha acerca de que Nikita y Enrique estaban aliados aumentaron.

—Es difícil. Los leopardos utilizan las emociones como vínculo social. —No podían culparla por ser aquello en lo que la habían convertido.

Enrique clavó en ella sus ojos de cardinal sin parpadear.

—Por desgracia eso es cierto. —Miró a Nikita—. Quizá estemos dando excesiva importancia a la capacidad de Sascha para obtener información.

?Estemos.? De modo que estaban los dos juntos en aquello, fuera lo que fuese. En lugar de defender sus habilidades dejó que decidieran sin interrupciones, como si el malicioso insulto no tuviera la más mínima importancia. Por supuesto que aquello era un insulto únicamente en su mente. Sin duda alguna para Enrique no había sido más que una síntesis de sus capacidades.

—Gracias, Sascha —dijo Nikita—. Parece ser que esta aventura no nos permitirá recabar tantos datos objetivos como esperábamos.

Sascha se despidió y salió del despacho con una desagradable sensación en la boca del estómago. Durante todo el tiempo había tratado de ignorar el hecho de que su madre pudiera estar ayudando a un asesino a escapar de la justicia, inventándose cuentos de hadas en los que Nikita se mantenía independiente del resto del Consejo.

Verla con Enrique le había hecho abrir los ojos de golpe. Los miembros del Consejo diferían en algunas cuestiones, pero cuando se trataba del mundo exterior, eran un frente común sólido.

Si uno de ellos estaba al corriente, todos lo estaban.

Era igualmente obvio que desde un principio la finalidad de Sascha había sido la de actuar como topo. Había sido la propia Nikita la que puso todo su empe?o en hacerse con un proyecto que otros psi rechazaban y la que había sugerido la participación de Sascha en el mismo. La aquiescencia que había mostrado en un principio a que Sascha le informara a ella en lugar de a Enrique probablemente no se debía más que a un pulso de poder entre su madre y el consejero. Lo que Sascha desconocía era qué esperaban descubrir esos dos.

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