La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(72)
Henry era su marido. Habían optado por un matrimonio al estilo humano en lugar del contrato reproductivo que imperaba entre los de su raza a fin de presentar una imagen más favorable ante la prensa ajena a los medios psi. Aquello no era de dominio público.
Nikita se lo había contado a Sascha cuando todavía criaba a su hija para que ocupara un puesto en el entramado del Consejo, antes de que ambas aceptaran que la anomalía de Sascha no iba a solucionarse por sí sola.
Henry era su objetivo. Aunque era sumamente poderoso por sí mismo, era sin duda el miembro beta de la pareja Shoshanna-Henry. Como tal, era el único consejero que mostraba alguna cualidad sumisa. Era, además, fácil de localizar en la red, aun cuando no hubiera entrado en contacto con él y no tuviera idea de su firma mental.
Entre las responsabilidades de un consejero estaba la de ser accesible a la población a la que representaba. En verdad, el sendero para llegar hasta ellos era como un campo de minas, representadas por ayudantes y guardias.
Aquello sería laborioso. Sascha comenzó a seguirle.
16
Aguardó a que una mente se dirigiera en la dirección adecuada para pasar de largo; no podía salir por sí misma o la MentalNet detectaría su anómala presencia en dos sitios a la vez. Cuando alguien se aproximaba lo suficiente, se ocupaba de desactivar sus sencillas alarmas y se fundía en los márgenes de su conciencia, como una sombra tan tenue que nadie sería capaz de detectarla. No quebrantaba ninguna ley moral ni ejercía ninguna influencia mental. Su huésped era simplemente un vehículo para llevarla a donde tenía que ir. Desde allí, era cuestión de suerte y lógica.
Siguió a una mente hasta que alcanzó otra que tuviera permiso para ir más lejos.
Tardó casi dos horas en llegar hasta Henry. Pegándose a la conciencia del ayudante que la había metido en el despacho, comenzó a rodear sigilosamente el cortafuegos de Henry en busca de trampas y alarmas.
Pasados dos minutos había encontrado tres, las cuales pudo neutralizar mientras continuaba oculta como una sombra. Una segunda inspección confirmó sus conclusiones iniciales: Henry era uno de los miembros más antiguos del Consejo y su cortafuegos era un reflejo de su autocomplacencia.
Apartándose del ayudante cuando la conciencia del hombre pasó junto a la de Henry, se fundió con la luz del consejero, como una mota de polvo tan diminuta que era imposible de ver. Fue una suerte para ella que a diferencia de la mayoría de los psi, una porción de la conciencia de un consejero estuviera siempre activa en la red debido a su necesidad de mantenerse al día de la ingente afluencia de datos.
De ahí en adelante, iría allá adondequiera que fuera Henry. Si la suerte no la acompa?aba, este no saldría de su despacho mental, aunque cabía la posibilidad de que la llevara a los archivos sellados de las cámaras del Consejo. La existencia de dichas cámaras en la PsiNet se debía única y exclusivamente a que el Consejo estaba desperdigado por todo el mundo. El que Enrique, Nikita y Tatiana vivieran tan cerca unos de otros había sido una cuestión de pura suerte.
Henry se movió de repente. El sabor acre del miedo afloró a su lengua, pero pasó cuando él empleó las siguientes dos horas recorriendo la parte de la PsiNet donde se almacenaba la historia de su raza. No tenía ni idea de qué era lo que andaba buscando el consejero. Aquella debería haber sido una tarea de sus ayudantes. Justo cuando la frustración comenzaba a dominarla, lo encontró en la entrada de una cámara cuya existencia desconocía.
Dentro de la misma había millones de recuerdos y pensamientos. Henry se dirigió a la sección de su familia en la cámara. Sascha se sintió tentada. Sabía que era un riesgo, pero no podía dejar desaprovechar esa oportunidad; siempre le habían dicho que la historia de su familia había sido destruida por un repentino aumento de energía descontrolada.
?Y si eso era también mentira?
Gracias a que Henry había dejado que su conciencia se extendiera por la cámara, ella pudo moverse con las fluctuaciones de su mente hasta que llegó a la parte que llevaba el sello psi de la familia Duncan.
Como no sabía cuánto tiempo estaría allí, se limitó a deslizarse almacenando datos en su mente proyectada. Los descargaría y examinaría una vez estuviera de nuevo tras la intimidad de sus propios cortafuegos.
Un movimiento inesperado.
Henry se marchaba. Sascha había aprovechado que él estaba absorto en su tarea para aventurarse hacia los márgenes más lejanos de su conciencia. Ahora esta estaba replegándose súbitamente en una espiral compacta, y si no seguía el ritmo, quedaría atrapada allí. Y aislado de su propia mente durante demasiado tiempo, su cuerpo entraría en un estado de coma del que jamás se recuperaría.
El miedo atenazaba el estómago de su cuerpo físico tendido en la cama, pero en la PsiNet su mente aparentaba la serenidad de un estanque. Consiguió regresar por los pelos antes de que Henry atravesara las puertas. Después de salir, el consejero emprendió camino hacia la sección más oscura de la red, cuyo acceso estaba altamente restringido. Lo que Sascha no había esperado cuando accedieron a dicha sección fue el aún más oscuro corazón que yacía dentro.
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