La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(59)



Ahí estaba la centelleante estrella de su madre: un brillo frío y puro. Allá había algunas de otros psi que trabajaban en el imperio Duncan. Pero hoy no quería hablar con nadie. Lo que le interesaba eran los espacios oscuros entre las mentes, los espacios donde flotaba la información controlada por la MentalNet.

Dejó vagar su conciencia dejando que los datos pasaran a través de ella como si no estuviera haciendo otra cosa que ponerse al día de las noticias. La MentalNet la rozó al pasar por su lado y prosiguió su camino; ni viva ni muerta, solo un ente con una consciencia como no había conocido el mundo. Todavía joven, era la bibliotecaria de aquel vasto archivo.

Habría sido fácil dejar que los infinitos flujos de datos la desviasen de su propósito, pero a pesar de las apariencias, estaba siendo muy selectiva, y sus sentidos estaban agudizados al máximo. Se trataba del asesino… y de la mayor mentira jamás perpetrada por una raza contra su propia gente.

Lucas regresó cuando quedaban unos minutos para las cinco y encontró a Sascha y a Tamsyn de pie en el patio.

—?Y los jóvenes? —preguntó la sanadora en cuanto él estuvo lo bastante cerca como para oírla.

Sascha alzó la vista con el rostro demacrado.

—?Están todos bien?

—Ya venían de regreso cuando los localicé.

—?Se enteraron? —el alivio que sentía Tamsyn era evidente.

Lucas vio que Sascha fruncía el ce?o al percatarse de que había algo más. Había sido inevitable, pues era demasiado lista como para que las cosas se le escaparan.

—Les detuvo una patrulla de SnowDancer y les dijo que arrastraran el culo de regreso a casa.

—?Ha sufrido algún da?o tu gente?

él negó con la cabeza.

—Trataron a los chicos como si fueran lobeznos. —Eso era muy atípico. Cuando decidieron establecer una tregua, Hawke había hecho correr la voz de que los leopardos eran aliados, pero una cosa era permitirles el paso sin problemas y otra muy distinta hacer lo que habían hecho los soldados. Lucas llevaba demasiado tiempo siendo alfa como para no comprender el mensaje implícito, pero no era una oferta que pudiera aceptar sin pensarlo detenidamente—. Estarán en casa al anochecer.

Tammy sonrió.

—Os dejo para que habléis.

Lucas esperó a que Sascha le preguntase qué sucedía, pero ella sacudió la cabeza.

—No confíes en mí. —Se frotó los ojos—. Mi mente es vulnerable mientras esté conectada a la red.

Tenía más fe él en sus habilidades que la propia Sascha, pensó.

—?Qué has encontrado?

Ya hablarían en otro momento acerca de su conexión a la PsiNet.

—Nada. —Su voz sonaba apagada a causa de la fatiga.

Lucas se acercó lo suficiente para poder acariciarle la mejilla con los nudillos.

—Te ha dejado exhausta.

Ella no se apartó, y cuando bajó la mano para tomar una de las suyas, se asió a él.

Lucas se vio obligado a sofocar el gru?ido complacido de la pantera.

—No había nada útil en los archivos públicos.

—?Pero?

Podía leer la confusión y el desconcierto que se reflejaba en su semblante. Fuera lo que fuese que hubiera descubierto, la había perturbado tanto como para no ser capaz de mantener su habitual máscara.

Aquellos ojos negros como el ébano levantaron la mirada hacia él antes de apartarla de nuevo.

—He percibido las sombras de la violencia —susurró—. Como si alguien hubiera dejado una huella mental a su paso por ciertos sitios.

—?Podrías utilizarlo para localizarle?

—No. —Sacudió la cabeza—. La huella es débil. La mayoría de los psi ni siquiera serían capaces de detectarla.

Pero ella lo había hecho, pensó Lucas, porque era capaz de sentir. En vez de hacer que afrontara algo de lo que él estaba convencido, pero de lo que ella se estaba escondiendo obviamente, utilizó la mano libre para retirarle un mechón errante detrás de la oreja.

—Así que la información ha sido enterrada profundamente.

Ella asintió.

—Esta noche voy a intentar algunas otras cosas.

Lucas olió el miedo en el aire.

—?Será peligroso?

—Soy un cardinal.

—Eso no es una respuesta.

—Es la única que puedo darte.

Sascha apartó la mano de la de él.

Un rato después, Lucas estaba sentado en la enorme cocina de la gran casa franca hablando con Tamsyn y con dos de los machos más peligrosos de su clan. Dorian había combatido su inexplicable hándicap convirtiéndose en experto en artes marciales, hasta el punto de que podía derribar a un leopardo adulto solo con las manos. Nate era quizá más letal incluso, pues tenía cachorros a los que proteger.

—?Cuántos hay aquí? —preguntó Lucas.

—Catorce madres, veinte cachorros, ocho menores y otros seis soldados aparte de los que te acompa?an —respondió Tamsyn desde la encimera donde estaba organizando los suministros médicos.

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