La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(15)



—Vamos. —Tamsyn se aproximó y los dejó sobre la mesa—. Dadle una explicación al tío Lucas.

Los cachorros apoyaron la cabeza sobre las patas y levantaron la vista hacia Lucas, como si esperasen a ser juzgados. Sascha se moría de ganas de acariciar el pelaje suave como la seda del peque?o que tenía más cerca. Eran tan hermosos, con aquellos vivarachos ojos verde dorado, que estaba embelesada.

Casi brincó de la silla cuando Lucas rugió, un grave gru?ido surgido de una garganta humana, pero que sonó completamente feroz. Los cachorros se levantaron de un salto y respondieron de igual modo. Lucas se echó a reír.

—Dan miedo, ?verdad? —Sus ojos la invitaron a unirse a la diversión.

Sascha no pudo resistirse.

—Son feroces.

Uno de los cachorros se deslizó de repente hasta pararse delante de ella, tan cerca que casi estaban pegados nariz con nariz. Sascha miró fascinada aquellos ojos.

Entonces el peque?o abrió las fauces y le lanzó un gru?idito. La risa burbujeaba en la garganta de Sascha. ?Cómo podía alguien quedarse impasible ante semejante picardía?

Pero ella era psi y no le estaba permitido reír. Sin embargo, de ningún modo iba a reprimirse de darse otro capricho. Tal vez nunca volviera a tener otra oportunidad.

Alargó la mano y levantó al cachorro asiéndolo por el pellejo del cuello, tal como había hecho Tamsyn. Su pelaje era suave y su cuerpo cálido. El peque?o se revolvió y gru?ó al tiempo que agitaba las patas con las u?as escondidas, y Sascha se dio cuenta de que estaba jugando con ella. En ese momento, el otro cachorro aterrizó de un salto sobre su regazo y comenzó a trepar por su cuerpo.

Sin saber qué hacer, se volvió hacia Lucas, cuya diversión era manifiesta.

—A mí no me mires, encanto.

Sascha dirigió la vista hacia los dos peque?os juguetones con los ojos entornados.

—Soy psi. Puedo convertiros en ratas. —Los cachorros dejaron de retorcerse.

Cogió al que tenía en el regazo, colocó a ambos sobre la mesa delante de ella y se agachó para quedar a su altura—. Tened mucho cuidado con gente como yo. —Era un consejo suave y sincero—. No sabemos portarnos bien.

Gateando velozmente sobre sus patitas, uno de los cachorros le lamió la punta de la nariz con un rápido lengüetazo. Sascha se quedó totalmente sorprendida.

—?Qué significa eso? —barbotó.

—Significa que le gustas. —Lucas le tiró de la trenza—. Pero eso te da igual ?verdad?

—Sí.

Sascha deseaba que dejara de tocarla. No porque no le gustara, sino porque le gustaba demasiado. Le hacía ansiar cosas que jamás podrían ser suyas. Y si alguien pasaba hambre durante demasiado tiempo, comenzaba a morir de inanición.

Comenzaba a dolerle.





4


—?Os pillé! —Tamsyn alargó la mano y tomó en brazos a los cachorros que se volvieron para mordisquearle la piel con aire juguetón—. Yo también os quiero, peque?ines. Pero el tío Lucas y su nueva amiga tienen que comer, así que tenéis que quedaros en el suelo. —Los dejó después de abrazarlos.

Los cachorros se metieron debajo de la mesa sin perder tiempo y uno de ellos se acurrucó sobre las botas de piel sintética de Sascha. El peso y el calor de su cuerpo hicieron que las lágrimas acudieran a sus ojos. En un esfuerzo por ocultar su reacción, bajó la vista a la mesa y se concentró en el modo en que Lucas asía aún su trenza.

Deslizaba los dedos por ella, como si le gustara el tacto de los mechones contra las yemas de los dedos. Aquel movimiento fluido y repetitivo resultaba extra?amente excitante… ?Acariciaría otras partes del cuerpo con un mimo tan exquisito?

Si no se andaba con ojo, pensamientos como aquellos podían hacer que acabara internada en el Centro. Había experimentado más sensaciones en las últimas horas que en el resto de su vida. Aquello le aterraba y, sin embargo, sabía que volvería a por más.

Volvería hasta que alguien lo descubriera.

Y entonces lucharía hasta la muerte. No permitiría que la sometieran a rehabilitación, que convirtiesen su mente en una patética sombra de lo que ella era.

—Aquí tenéis. —Tamsyn colocó un plato delante de cada uno de ellos—. No es nada elaborado, pero os dará fuerzas.

Sascha miró fijamente su plato.

—Pitas.

Conocía el nombre de muchas cosas. Al igual que la mayoría, utilizaba ejercicios mentales para mantener la mente en forma. Uno de los ejercicios era memorizar listas; su placer culpable, elegir las que despertaran sus sentidos. Como la de comida. La otra lista preferida había sido recopilada por el ordenador de un antiguo libro de posturas sexuales.

—Es mi especialidad ?Labios picantes?. —Tamsyn gui?ó un ojo—. Un poco de chile nunca ha hecho da?o a nadie.

Lucas tiró de la trenza que aún no había soltado.

—?Sí?

?Qué haría él si arrojaba toda precaución por la ventana y comenzaba a tocarle?

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