La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(18)



—Al bienestar de nuestra gente —respondió—. Nos está permitido competir con otras familias en el ámbito de los negocios, pero eso es entre nosotros. Con respecto a los extra?os, solo somos leales a una cosa.

—A asegurar la supervivencia de la raza psi.

—Sí. —Removiéndose en su asiento, formuló otra pregunta que él no esperaba—: ?Emparejarse de por vida? ?Es una opción parecida al matrimonio humano?

—En realidad, cambiantes y humanos pueden emparejarse entre sí. Varios miembros de mi clan están unidos a humanos. Los ni?os fruto de tales uniones siempre poseen la habilidad de transformarse.

—He oído decir que en el pasado se dieron uniones entre psi y cambiantes.

—Mi tatarabuela era psi. —Lucas le echó una mirada—. ?Crees que yo habría sido un buen psi?

Ella clavó los ojos en él durante un segundo antes de responder:

—Tal vez deberías fijar la vista en la carretera.

Fría, práctica y sin sentimientos. Salvo por el hecho de que la puntera de su bota había sido mordisqueada por los dientes de un bebé leopardo.

Lucas obedeció de inmediato.

—Respondiendo a tu pregunta, no, no es una opción similar al matrimonio… al menos no para los leopardos. Una vez que encontramos a nuestra pareja, la única elección que tenemos es decidir si damos o no el paso final. Una vez que se da no hay vuelta atrás.

—?Cuál es el paso final?

—Háblame de la PsiNet.

Sascha guardó silencio.

—?Es un secreto? —insistió.

—Es algo privado.

—?Cómo encontráis a vuestra pareja? ?Cómo sabéis que él o ella es el elegido o elegida? —Su voz no denotaba inflexión alguna, pero en su pregunta se insinuaba una profunda curiosidad.

Lucas se preguntó si sería igual de inquisitiva en todos los ámbitos de la vida. Una amante curiosa era el aliciente definitivo para su alma de pantera.

—A eso no puedo responderte… no estoy emparejado.

Había visto que el corazón de su padre se hacía pedazos con la muerte de su madre.

Una parte de él no deseaba ser así de vulnerable ante nadie. Esa era una de las razones por las que nunca había mantenido una relación larga con ninguna mujer, humana o cambiante.

Emparejarse no era algo fácil de provocar, pero se había empleado a fondo para limitar las posibilidades de que su compa?era lo encontrase.

Si a pesar de todo ella lograba darle caza, entonces la aceptaría y jamás la perdería de vista. Al cuerno con la libertad, su compa?era iba a estar protegida en todo momento de su vida. Deteniéndose en el aparcamiento del edificio de oficinas de los DarkRiver, apagó el motor y deslizó hacia arriba la puerta del coche.

—?Te gustaría estarlo?

La pregunta le hizo volverse para enfrentarse a aquellos estrellados ojos negros.

Ningún psi debería haberla formulado jamás. Ningún psi debería haber percibido nunca la ambigüedad reflejada en su voz.

—?Y a ti?

—?Es un asunto privado? —Sascha ladeó ligeramente la cabeza. Fue algo casi imperceptible, pero del todo ajeno a la naturaleza de su raza.

Lucas alargó la mano y le acarició el rostro con un dedo deseando ver qué hacía ella.

—Te responderé a eso una vez tengas privilegios de piel.

Se quedó paralizada al sentir su contacto y se apartó bruscamente para apearse del vehículo. Cuando se reunió con ella en el otro lado, Sascha mantuvo al menos treinta centímetros de distancia entre los dos. Lucas deseaba poner fin al espacio que los separaba con una desesperación tal que le asustó. El enemigo comenzaba a parecerle demasiado tentador. El tacto de su piel había supuesto un golpe para sus sentidos; miel oscura, como oro cálido acariciando terciopelo, sensual y exquisita.

La pantera ansiaba más, en tanto que el hombre… el hombre comenzaba a pensar que Sascha Duncan era única, una psi diferente a los demás. Estaba por ver si eso la hacía más o menos peligrosa. Lo que sí estaba claro era que tanto la pantera como el hombre estaban cautivados por ella.

Kit estaba esperándoles en la sala de juntas.

—Hola, Lucas.

El muchacho era alto, con una estatura que superaba en unos centímetros el metro ochenta, aunque no había completado su desarrollo. Lo que a su edad no importaba. Su cabello, de un intenso color caoba, y sus ojos azul oscuro hacían que nunca le faltase compa?ía femenina. Pero Lucas sabía que Kit era mucho más que un joven guapo: tenía el olor de un futuro alfa.

—Sascha Duncan, te presento a Kit Monaghan.

Kit esbozó aquella sonrisa que, como bien sabía, lograba que la mayoría de las mujeres cayeran rendidas a sus pies. Una sonrisa lánguida y ardiente, colmada con la promesa de futuros placeres.

—Encantado.

Sascha inclinó la cabeza.

—?Tiene los planos?

Lucas sintió ganas de echarse a reír al ver la expresión alicaída que se reflejaba en el rostro del muchacho.

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