La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(13)
Lucas se puso en pie, sintiéndose sumamente satisfecho de que la trampa hubiera funcionado.
—Vayamos a saciar el apetito.
Aquellos ojos ligeramente rasgados parecieron abrirse a causa de la sorpresa, pero entonces ella parpadeó y desapareció toda expresión. ?Se estaba enga?ando a sí mismo al imaginar que Sascha, uno de los implacables psi, era vulnerable a las emociones solo porque se sentía atraído hacia ella? Dormir con el enemigo no formaba parte del plan. Por desgracia, su mitad pantera se las arreglaba para desbaratar hasta los planes mejor trazados una vez que le entraban ganas de probar algo… o a alguien.
Casi cuarenta minutos más tarde, Sascha se apeó del coche de Lucas delante de lo que, según él le había dicho, era el hogar de un miembro de su clan. La casa, ubicada en la amplia zona donde las viviendas urbanas dejaban paso de forma gradual a los lindes de la naturaleza, era la única que se alzaba al fondo de un largo camino y tras ella parecía extenderse el bosque.
Se sentía insegura y fuera de lugar. Nadie le había ense?ado a bregar con la situación en que se encontraba… porque los psi no solían ser invitados a la casa de un cambiante.
—?Estás seguro de que no le importará?
—A Tamsyn le encantará la compa?ía —le aseguró Lucas, que entró sin vacilar cuando su rápida llamada a la puerta fue respondida por una voz desde el interior de la casa.
Sascha le siguió por el vestíbulo y se encontró en la entrada de una amplia habitación que parecía ser una mezcla de cocina y comedor. A su derecha había una mesa rectangular de madera con seis sillas alrededor. Tenía una serie de ara?azos, que imaginó que podrían deberse a las marcas involuntarias de unas garras. Las gruesas patas presentaban se?ales similares.
La mesa y las sillas descansaban sobre un reluciente suelo de madera cubierto por una vistosa alfombra que, aun así, no podía tapar los numerosos ara?azos del parquet. En su mayor parte, eran finos y poco espaciados, demasiado angostos para haber sido hechos por las garras de un leopardo. Representaban todo un enigma para su mente analítica.
—?Lucas! —exclamó una hermosa mujer de brillante cabello casta?o que salió de detrás de una encimera.
Lucas se encontró con ella en el centro de la estancia.
—Tammy.
Inclinándose, Lucas rozó con sus labios los de la mujer, que se abrazó a él durante un segundo antes de retroceder.
Sascha se sorprendió cuando notó que se le encogía el estómago al presenciar aquel gesto desenvuelto e íntimo. Adiestrada para reconocer las emociones a fin de destruirlas, identificó aquella como celos. Se caracterizaba por una sensación posesiva, iracunda, y hacía extremadamente vulnerables a las personas. El propósito de su adiestramiento había sido ense?arla a explotar las debilidades de los cambiantes y los humanos, pero ella había utilizado dicha información para enmascarar su propia imperfección.
—?A quién has traído de visita? —La morena se acercó a ella—. Hola, soy Tamsyn, pero suelen llamarme Tammy.
Ella se dispuso a tenderle la mano, pero enseguida la dejó caer, como si hubiera recordado que los psi detestaban el contacto físico.
—Soy Sascha Duncan.
Dirigió la vista por encima del hombro de Tamsyn y la clavó en los ojos de Lucas.
La estaba mirando de un modo que la inquietó por su franqueza. Tuvo que esforzarse por concentrar de nuevo la atención en la mujer.
—Vamos —dijo Tamsyn—. Acabo de preparar unas galletas de chocolate que están de muerte. Podéis probarlas antes de que el resto del clan las olfatee. Os juro que Kit y los demás jóvenes siempre saben cuándo estoy horneando galletas.
Retornó al otro lado de la encimera. Cuando pasó junto a Lucas, este le acarició la mejilla con los nudillos y ella se frotó suavemente contra él.
Privilegios de piel.
Parejas, amantes y miembros del clan.
—?Es tu pareja? —Sascha se detuvo junto a Lucas tratando de no rechinar los dientes para controlar los celos que bullían en su interior.
Tamsyn rompió a reír, sobresaltando a Sascha. Había olvidado que los cambiantes poseían un oído más agudo que el de los psi.
—Por Dios, no. No se te ocurra decir eso delante de Nate… podría darle por desafiar a Lucas a un duelo o algo igualmente arcaico provocado por la testosterona.
—Te pido perdón —le dijo a Tamsyn plenamente consciente del agudo interés que expresaban los ojos de Lucas—. He malinterpretado las cosas.
La mujer frunció el ce?o.
—?Qué cosas?
—Nos hemos dado un beso y nos hemos tocado —respondió Lucas.
—?Ah, eso! —Tamsyn cogió un plato con galletas de detrás de la encimera y lo colocó sobre la misma—. Solo ha sido un saludo a un compa?ero del clan.
Sascha se preguntó si sabían lo afortunados que eran. Podían mostrar emociones extremas sin temor a que los encerraran y sometieran a rehabilitación. Una parte de sí misma deseaba contarles que también ella ansiaba que la tocaran, que su anhelo era tan intenso que estaba famélica. Pero sabía que era la locura la que hablaba. Los cambiantes despreciaban a los psi. Aunque simpatizaran de algún modo, ?qué podían hacer? Nada.
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