La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(8)



—Bonito vocabulario, pero me importan poco sus sue?os —dijo sin la menor inflexión, con la esperanza de despistarle—. Simplemente quiero que compren las viviendas.

—Lo harán. —De eso Lucas estaba seguro—. Casi hemos llegado.

Dejó la carretera secundaria y tomaron otra antes de estacionar el vehículo en un extenso espacio abierto salpicado de árboles. Ubicada cerca de la ciudad de Manteca, se trataba de una zona sin duda boscosa, aunque escasamente frondosa.

Lucas abrió la puerta y se apeó, frustrado por su incapacidad para traspasar la férrea capa de hielo con la que Sascha se rodeaba. Había orquestado aquel viaje y visita al enclave con la única intención de comenzar a sonsacarle información, pero conseguir que un psi se abriera era igual que tratar de lograr que un SnowDancer se transformase en leopardo.

Lo peor de todo era que su presa le tenía completamente encandilado. Le fascinaba que su sedoso cabello se hubiera vuelto increíblemente oscuro a la luz del sol cuando ella se movió para bajar las piernas del vehículo. O la manera como resplandecía su piel de color miel oscura.

—?Puedo hacerte una pregunta?

La pantera era la que se moría de ganas de saber, pero el hombre veía las posibilidades de aquel interrogatorio.

Sascha levantó la mirada.

—Desde luego.

—La ascendencia de tu madre es claramente asiática, pero vuestros nombres de pila son eslavos y el apellido es escocés. Siento curiosidad.

Caminó a su lado cuando ella inició la exploración del lugar.

—Eso no es una pregunta.

Lucas entrecerró los ojos. Tenía la sensación de que le estaba tomando el pelo pero, naturalmente, los psi nunca bromeaban.

—?A qué se debe tan interesante mezcolanza de razas? —preguntó nada convencido con aquella psi.

Para su sorpresa, ella respondió sin vacilar:

—Dependiendo de la estructura familiar, adoptamos el apellido materno o paterno. En nuestro caso, el apellido ha sido el materno durante las tres últimas generaciones. Sin embargo, mi bisabuela, Ai Kumamoto, adoptó el de su marido. él era Andrew Duncan.

—?Era japonesa?

Sascha asintió.

—Su hija, Reina Duncan, era mi abuela. Reina tuvo una hija con Dmitri Kukovich y él eligió el nombre de pila de la ni?a: Nikita. Mi madre continuó con la tradición, dado que nuestros psicólogos sostienen que poseer un entendimiento histórico posibilita una mejor adaptación del ni?o a la sociedad.

—Tu madre posee unos rasgos muy japoneses en tanto que tú no.

Los rasgos de Sascha eran tan únicos que desafiaban toda definición. No había nada en ella que indicase que hubiera sido creada en la misma máquina que el resto de los insensibles y robóticos psi.

—Parece ser que los genes paternos se han impuesto en mi caso, mientras que en el suyo prevalecieron los maternos.

Lucas no podía imaginarse hablando de sus padres con tanta frialdad. Sus progenitores le habían amado, criado y muerto por él. Merecían que honrase su memoria con las emociones más profundas y poderosas.

—?Y tu padre? ?Qué a?adió a la exótica mezcla?

—Tenía ascendencia anglo-hindú.

Algo en su voz despertó el instinto protector de la bestia.

—?Ya no es parte de tu vida?

—Nunca lo fue.

Sascha continuó caminando por el sendero tratando de no sentir el dolor que le provocaba aquella vieja herida. Nada podía hacerse para cambiarlo. Su padre era un psi, igual que lo era su madre.

—No lo entiendo.

Esta vez no bromeó diciendo que aquello no era una pregunta.

—Mi madre optó por un método de concepción científico.

él se detuvo con tal brusquedad que Sascha estuvo a punto de dejar entrever su sorpresa.

—?Qué? ?Acudió a un banco de esperma y eligió un donante con buenos genes?

Parecía atónito.

—Dicho burdamente, sí. En la actualidad es el método de concepción más utilizado entre los psi.

Sascha sabía que Nikita esperaba que ella siguiera el mismo camino. Ya quedaban muy pocos de su raza que eligieran el método tradicional. Al parecer era sucio, consumía un tiempo al que podía dársele un uso más rentable y no ofrecía ninguna ventaja sobre la selección psicomédica.

—El proceso es seguro y práctico. —Pero ella no iba a someterse a él. No estaba dispuesta a arriesgarse a condenar a un hijo a padecer el defecto que la estaba empujando a la locura—. Podemos eliminar el esperma y los óvulos que estén da?ados. Esa es la razón de que el índice de enfermedad infantil sea ínfimo.

Aunque se cometían errores; ella era la prueba viviente.

Lucas sacudió la cabeza de un modo sumamente felino que hizo que el corazón le diera un vuelco. A veces se comportaba de un modo tan afable y encantador que se olvidaba de su naturaleza animal. Y entonces él la miró con aquel palpable fuego en los ojos y supo que lo que acechaba tras aquella fachada civilizada no era algo manso.

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