La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(3)
Podría esconder a un asesino.
Cualquiera de ellos podría. Por ese motivo los DarkRiver habían estado siguiendo a algunos psi de alto rango durante meses, buscando el modo de penetrar en sus defensas. El proyecto Duncan era una oportunidad inestimable. Nikita, además de ser poderosa por sí sola, era miembro del círculo más secreto: el Consejo de los Psi.
Una vez que Lucas estuviera dentro, debía descubrir la identidad del sádico psi que había quitado la vida a una de las mujeres DarkRiver… y ejecutarlo.
Sin piedad, sin clemencia.
Delante de él, Sascha echó un vistazo a la delgada agenda electrónica que llevaba.
—Estamos dispuestos a ofrecer siete millones.
él aceptaría un centavo si con ello conseguía acceder a los secretos corredores del mundo de los psi, pero no podía permitirse que sospecharan.
—Se?oras… —Imprimió en aquella única palabra toda la sensualidad que formaba parte tanto de él como de su bestia. La mayoría de los cambiantes y de los humanos habrían reaccionado a la promesa de placer implícita en su tono de voz, pero las dos mujeres que tenía delante permanecieron impertérritas—. Todos sabemos que la operación no vale menos de diez millones. No malgastemos el tiempo.
Lucas podría haber jurado que una chispa centelleó en los ojos negros de Sascha, una chispa que hablaba de un desafío aceptado. La pantera que moraba en él gru?ó suavemente en respuesta.
—Ocho. Y queremos tener derecho a autorizar cada fase del proyecto, de principio a fin.
—Diez. —Mantuvo un tono de voz sedoso y suave—. Su solicitud provocará una considerable demora. No puedo trabajar con eficacia si tengo que acercarme hasta aquí cada vez que quiera realizar un cambio insignificante.
Tal vez las visitas frecuentes pudieran permitirle recabar algo de información sobre el rastro frío del asesino, pero lo dudaba. Era poco probable que Nikita fuera dejando documentos importantes del Consejo por ahí tirados.
—Concédanos un momento. —La mujer de más edad miró fijamente a la joven.
A Lucas se le erizó el vello de la nuca, algo que siempre le sucedía cuando estaba en presencia de un psi que utilizaba activamente sus poderes. La telepatía no era más que una de las muchas habilidades de esa raza, pero reconocía que dicho don resultaba sumamente útil durante las negociaciones comerciales. Pero sus habilidades también les impedían ver todo lo demás. Hacía mucho tiempo que los cambiantes habían aprendido a aprovecharse del complejo de superioridad de los psi.
Pasó casi un minuto hasta que Sascha se dirigió de nuevo a él:
—Es importante para nosotros controlar cada fase.
—Su dinero, su tiempo. —Colocó las manos sobre la mesa y unió las yemas de los dedos, reparando en que los ojos de la joven se fijaban en ellos. Qué interesante.
Según su experiencia, los psi nunca mostraban se?al alguna de ser conscientes del lenguaje corporal. Parecían seres completamente intelectuales, encerrados en sus mentes.
Pero si insisten en implicarse tanto, no puedo prometerles que cumplamos con el plazo previsto. De hecho, les garantizo que no lo haremos.
—Tenemos una contraoferta.
Aquellos ojos negros se enfrentaron a los suyos y Lucas enarcó una ceja.
—La escucho.
Y también la pantera de su interior. Tanto hombre como bestia encontraban a Sascha cautivadora de un modo que ninguno de los dos seres acertaba a comprender.
Una parte de él deseaba acariciarla… y la otra, morderla.
—Nos gustaría trabajar codo con codo con los DarkRiver. Para facilitar las cosas, solicito que me proporcione un despacho en su edificio.
Lucas se puso en tensión al instante. Acababan de concederle acceso casi total a un psi cardinal.
—?Quiere pegarse a mí como una lapa, encanto? Me parece bien. —Sus sentidos captaron un cambio en el ambiente, aunque fue tan sutil que desapareció antes de que pudiera identificarlo—. ?Tiene poder para autorizar los cambios?
—Sí. Incluso si tuviera que consultar con mi madre, no tendría que abandonar el lugar.
Aquello era un recordatorio de que era una psi, un miembro de una raza que había sacrificado su humanidad mucho tiempo atrás.
—?A qué distancia puede comunicarse un cardinal?
—La suficiente. —Presionó en su diminuta pantalla—. ?Quedamos en ocho?
Lucas esbozó una amplia sonrisa ante el intento de Sascha de pillarle desprevenido, divertido con aquella astucia casi felina.
—Diez, o me marcho y se busca algo de calidad inferior.
—No es usted el único experto que hay en lo que a los gustos y las manías de los cambiantes se refiere. —Se inclinó ligeramente hacia delante.
—No. —Intrigado por aquella psi que parecía utilizar su cuerpo tanto como su mente, imitó deliberadamente aquel movimiento—. Pero yo soy el mejor.
—Nueve.
No podía permitirse dejar que los psi le creyeran débil; ellos solo respetaban la fortaleza más fría, la más cruel.
—Nueve y la promesa de otro millón si las viviendas se han vendido antes de la inauguración.
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