La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(5)



Su carencia de poder psíquico real había desconcertado a los instructores que la habían adiestrado. Todos le decían siempre que dentro de su mente había un gran potencial en estado puro, más que suficiente para un cardinal, pero nunca se había manifestado.

Hasta ese momento.

Sacudió la cabeza. No, no había gastado energías psíquicas, de modo que la causa de aquella oscuridad tenía que ser otra, algo que los demás psi desconocían porque ellos no sentían. Su mirada se desvió hacia el panel de comunicación instalado en la pared junto a la cocina. Una cosa estaba clara, no podía ir a ningún lado en esas condiciones. Cualquiera que la viera la enviaría a rehabilitación sin pesta?ear.

El miedo se apoderó de ella.

Siempre y cuando estuviera libre, podría descubrir un día un modo de escapar, un modo de cortar su vínculo con la PsiNet sin que su cuerpo quedara paralizado y pereciera.

O incluso podría descubrir un modo de arreglar el defecto que la marcaba.

Pero en cuanto la ingresaran en el Centro, su mundo se convertiría en una oscuridad infinita y silenciosa.

Con sumo cuidado, retiró la tapa del panel de comunicación y toqueteó los circuitos.

Solo después de haber colocado la pieza nuevamente en su lugar introdujo el código de Nikita. Su madre vivía en el ático, varios pisos más arriba.

La respuesta llegó al cabo de unos segundos.

—Sascha, tu pantalla está desconectada.

—No me había dado cuenta —mintió—. Espera… Hizo una pausa para darle mayor efecto e inspiró pausadamente- . Creo que es un fallo de funcionamiento. Me ocuparé de que lo examine un técnico.

—?Por qué has llamado?

—Me temo que tengo que cancelar nuestra cena. Lucas Hunter me ha enviado algunos documentos que me gustaría empezar a revisar antes de la reunión con él ma?ana.

—Muy rápido para tratarse de un cambiante. Te veré ma?ana por la tarde para una reunión informativa. Buenas noches.

—Buenas noches, madre. —Pero su madre ya había colgado.

Aquello dolía, a pesar de que Nikita no hubiera sido más madre para ella que la computadora que controlaba su apartamento. Pero esa noche aquel pesar estaba enterrado bajo emociones mucho más peligrosas.

Apenas había comenzado a relajarse cuando el panel avisó de que tenía una llamada entrante. Dado que el identificador había quedado deshabilitado junto con la pantalla, no tenía forma de saber quién era.

—Sascha Duncan al habla —dijo tratando de no dejarse llevar por el pánico en caso de que Nikita hubiera cambiado de parecer.

—Hola, Sascha.

Las rodillas estuvieron a punto de ceder al escuchar aquella voz suave como la miel, más parecida a un ronroneo que a un gru?ido.

—Se?or Hunter.

—Lucas. Al fin y al cabo, somos colegas.

—?A qué debo tu llamada? —El frío pragmatismo era el único modo que tenía de bregar con el tumulto de emociones que la embargaban.

—No puedo verte, Sascha.

—Es un fallo de la pantalla.

—No es muy eficiente.

?Era un deje de humor lo que percibía en la voz de aquel hombre?

—Imagino que no has llamado para charlar.

—Quería invitarte a un desayuno de negocios ma?ana con el equipo del proyecto.

—El tono empleado por Lucas era pura seda.

Sascha desconocía si la voz del cambiante siempre transmitía la sensación de que estaba invitando a pecar o si lo estaba haciendo adrede para ponerla nerviosa. Y esa idea sí que la inquietaba. Si él llegaba a sospechar siquiera que había algo raro en ella, bien podría firmar su sentencia de muerte. Ser internado en el Centro era, ni más ni menos, la muerte en vida.

—?A qué hora?

Se rodeó el abdomen fuertemente con los brazos y se esforzó para que su voz sonara firme. Los psi se cuidaban mucho de no mostrar al mundo sus errores, ni a sus miembros imperfectos. Nunca nadie había logrado hacer cambiar de idea al Consejo después de haber sido incluido en la lista para rehabilitación.

—A las siete y media. ?Te parece bien?

?Cómo podía hacer que la invitación más formal pareciera toda una tentación?

—?Lugar?

—En mi despacho. ?Sabes dónde está?

—Por supuesto. —Los DarkRiver habían establecido su sede central cerca del caótico ajetreo de Chinatown, ocupando un edificio de oficinas de tama?o medio.

Allí estaré.

—Y yo estaré esperando.

A sus agudizados sentidos aquello les pareció más una amenaza que una promesa.





2


Lucas se paseó hasta la ventana de su despacho y miró las angostas calles que conducían a la explosión sensorial que era Chinatown sin poder sacarse de la cabeza los ojos estrellados de Sascha Duncan. Su naturaleza animal había percibido en ella algo que no encajaba, que no estaba… bien. Y sin embargo, no desprendía el empalagoso olor de la locura, sino un delicioso y tentador aroma que no concordaba con el hedor metálico propio de la mayoría de los psi.

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