La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(16)
Siendo hombre, seguramente pediría más.
—Puede picar demasiado si no se está acostumbrado.
La tozudez siempre había sido el talón de Aquiles de Sascha.
—Sobreviviré. Gracias, Tamsyn.
—No hay de qué. —La mujer acercó una silla—. ?Comed!
Sascha cogió su pita y le dio un bocado. Casi le estalló la cabeza. Sin embargo, gracias a su adiestramiento, nadie que la viera podría haber adivinado su malestar.
Lucas dejó de juguetear por fin con su cabello y devoró la comida en un abrir y cerrar de ojos.
—?Y bien? —preguntó Tamsyn—. ?De verdad podrías convertir a mis cachorros en ratas?
Sascha pensó que Tamsyn hablaba en serio hasta que vio el brillo de aquellos ojos color caramelo.
—Podría haber hecho que creyeran que eran unas ratas.
—?De veras? —La morena se inclinó hacia delante—. Creía que los psi tenían graves dificultades para trabajar con la mente de los cambiantes.
Sería más exacto afirmar que los psi tenían graves dificultades para ?manipularles? la mente.
—Vuestros patrones de pensamiento son tan inusuales que sí, es difícil trabajar con ellos. Difícil, pero no imposible. Aunque, por lo general, el resultado no está a la altura de la cantidad de energía que se precisa para controlaros. —Al menos eso era lo que ella había escuchado, pues nunca se había encontrado en la tesitura de intentar manejar la mente de un cambiante.
—Menos mal que resulta muy difícil subyugarnos, porque si no los psi gobernarían el planeta —apostilló Lucas en un lánguido tono satisfecho al tiempo que se recostaba estirando un brazo sobre el respaldo de la silla de Sascha. El término ?territorial? no alcanzaba a describirle.
—Nosotros gobernamos el mundo.
—Tal vez destaquéis en la política y las finanzas, pero el mundo no se reduce solo a eso.
Sascha tomó otro bocado de pita, pues había descubierto que le agradaba mucho la sensación de que fuera a explotarle la cabeza.
—No —convino después de tragar.
En aquel preciso instante, se percató de que uno de los bebés leopardo le estaba mordisqueando la puntera de la bota.
Sascha sabía que debía apartar al cachorro, pero no deseaba hacerlo. Ahogarse en sensaciones era preferible a estar condicionada a no sentir nada. Una discreta melodía interrumpió sus pensamientos.
Tardó un segundo en darse cuenta de que se trataba de su agenda electrónica.
Introdujo la mano dentro del bolsillo interior de la chaqueta, comprobó la identidad de quien llamaba y luego se enlazó con el otro psi, que se encontraba lo bastante cerca para establecer un sencillo contacto telepático.
—?No vas a responder? —preguntó Tamsyn al ver que se guardaba de nuevo la agenda en el bolsillo.
—Estoy en ello.
Responder de ese modo requería menos del diez por ciento de su concentración.
Si hubiera sido un verdadero cardinal, le habría costado menos de una décima parte.
—No lo entiendo. —Tamsyn frunció el ce?o—. Si puedes comunicarte mentalmente, ?para qué llamar?
—Límites. —Se terminó la comida del plato—. Es como llamar a la puerta antes de entrar en una casa. Solo ciertas personas tienen derecho a iniciar contacto mental conmigo.
—Personas como su madre y el Consejo.
Lucas la tocó en el hombro con los dedos de la mano que descansaba sobre el respaldo de la silla.
—Creía que la PsiNet suponía que estabais todos en constante contacto.
La PsiNet no era ningún secreto, pero tampoco algo de lo que se hablara en detalle.
Parte de su condicionamiento había fallado, pero esa otra parte se mantenía.
—Quizá deberíamos salir para la reunión —fue su respuesta.
Sintió que el cuerpo de Lucas se quedaba completamente inmóvil, como si se hubiera convertido en la mortífera bestia que moraba en su interior. Lucas Hunter no estaba acostumbrado a que le dijeran que no.
—Por supuesto.
Debería temer aquel aspecto de su naturaleza, pero descubrió que le fascinaba.
—Gracias por el almuerzo —le dijo a Tamsyn, meneando el pie para que el cachorro lo soltara. No deseaba hacerle da?o ni meterle en un lío, pero el peque?o continuó aferrado a la bota.
Lucas retiró la silla de la mesa y se levantó.
—Saluda a Nate de mi parte.
Tamsyn se dispuso a ponerse en pie. Consciente de que no podía continuar sentada, Sascha decidió correr el riesgo. Envió una débil transmisión telepática y le habló al cachorro. Suelta, peque?o, o te meterás en un lío. Había esperado tener dificultades para contactar con él, pero estableció conexión en un instante, como si estuviera hablándole a un ni?o psi. Debería de informar sobre semejante descubrimiento a la PsiNet, pero no lo hizo, porque hacerlo le parecía una traición.
El cachorro, Julian, no podía responderle, pero la soltó. Se sentía contento con que no le hubiera delatado, ya que se suponía que no debía mordisquear los zapatos de nadie.
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