La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(22)



—?Es recíproco?

—Sí. Los DarkRiver poseen el veinte por ciento en un número proporcional de proyectos de los SnowDancer.

—Una alianza basada en territorio y beneficios económicos compartidos.

Eran unas circunstancias únicas tratándose de cambiantes de naturaleza depredadora, célebres por sus guerras territoriales. Esa debilidad hacía que a los psi les resultara fácil manipularles. Lo único que tenían que hacer para provocar un conflicto era simular una transgresión territorial. Pero Sascha tenía el presentimiento de que las cosas estaban cambiando… y la mayoría de su gente se sentía demasiado superior como para reparar en nada.

—No bajes la guardia con Hunter.

—De acuerdo, madre.

Sascha tenía toda la intención de seguir el consejo de Nikita. Lucas no era solo un leopardo alfa, sino un hombre increíblemente sensual. Y era eso último lo que le aterraba.

Su psique fracturada reaccionaba a él de un modo absolutamente visceral.

Después de darle muchas vueltas, decidió que la única forma de librarse de esa necesidad voraz que presionaba contra sus escudos era satisfacerla en un entorno seguro.

No podía ser tan difícil… había investigado, memorizado varios libros de posiciones y técnicas.

El corazón le dio un vuelco solo de pensar en lo que estaba considerando, sembrando dudas en ella. ?Y si no funcionaba? ?Y si una vez que probara ansiaba más?

Imposible, se dijo. Todavía no estaba tan ida, no se había perdido del todo. Seguía siendo una psi, un cardinal. Y no sabía ser otra cosa.

Lucas se reunió con sus centinelas más tarde esa noche. Repantigados al azar en su guarida, Nate, Vaughn, Clay, Mercy y Dorian eran los miembros más fuertes del clan. En una lucha cuerpo a cuerpo con él, todos ellos perderían. Pero juntos eran formidables. Tal y como le había dicho a Sascha, si violaba las leyes vitales del clan, ellos le depondrían y acabarían con él. Hasta entonces, le apoyaban con una fe ciega.

No todos los alfas eran merecedores de tal lealtad, pero él se la había ganado a pulso. Se la había ganado del modo más terrible: con sangre. Un pu?o apresó su corazón cuando el recuerdo de sus padres le vino a la cabeza. Siempre era peor en esa época del a?o, los fantasmas del pasado susurraban constantemente en su mente.

Les habían arrebatado la vida antes de que tuvieran oportunidad de vivirla y a él lo habían obligado a mirar. Como todos los ni?os, había crecido, pero a diferencia de otros jóvenes, se había convertido en un cazador alfa, con la capacidad para rastrear asesinos y la fuerza bruta para exigir justicia. Había crímenes para los que no existía el perdón, y la venganza era el único antídoto.

—Nate, tú primero.

Hizo un gesto con la cabeza al miembro con más experiencia del equipo. Nate llevaba cinco a?os siendo centinela cuando Lucas fue ratificado como alfa de la manada hacía una década. Pero no había esperado a que el estatus de Lucas fuera reconocido de forma oficial para rendirle su lealtad; había elegido aventurarse en el mismísimo infierno junto a Lucas tiempo atrás, cuando este solo tenía dieciocho a?os, ganándose así su absoluta confianza.

—Hemos confirmado nuestras sospechas sobre los siete asesinatos en Nevada, Oregón y Arizona. —Una furia gélida iluminaba los ojos azules de Nate—. No cabe la menor duda de que se trata del mismo asesino.

—La mala noticia es que no tenemos nuevas pistas —continuó Mercy. La centinela era una pelirroja alta, capaz de luchar como la mayoría de los jóvenes más letales. A sus veintiocho a?os, llevaba solo dos en el cargo, pero se había granjeado el respeto de los otros cinco machos—. Los polis son totalmente inútiles como fuente de información… se niegan a llamarlo asesino en serie. Parece que ni siquiera quieren plantearse el tema.

No fue necesario que ninguno de los allí reunidos pusiera en palabras lo que eso podría significar. Los psi eran más que capaces de nublar el juicio de los humanos y cambiar el curso de una investigación si se empe?aban en ello. Había psi repartidos por todos los estratos de las fuerzas del orden, seguramente obedeciendo a ese fin.

—Por lo que Sascha ha dejado caer, estoy seguro de que la PsiNet no ofrece igualdad de condiciones —les dijo—. Hace algunos siglos que el Consejo se torea a la democracia.

Lucas pensó en su sombra psi personal y se preguntó si ella tenía acceso al corazón de la red, si era culpable de encubrir a un asesino. Por alguna razón, aquello no encajaba con la imagen de la mujer que había dejado que un bebé leopardo le royera la bota. Sascha Duncan no se ajustaba al perfil de los psi, y eso la hacía única. Los términos ?psi? y ?único? eran contradictorios.

—No he podido averiguar nada más sobre esa maldita mente colectiva —murmuró Dorian sentado en el suelo—. Ni siquiera los drogadictos están dispuestos a hablar y, psi o no, venderían a su madre por otra dosis.

Lucas estaba de acuerdo. Los psi tenían el mayor problema de drogadicción del planeta, pero mientras no intentaran convertir a los suyos en adictos, poco le importaba cuántos de ellos se matasen.

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