La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(25)
Allí no había posibilidad de que se desencadenara una guerra y ella no era una emisaria del enemigo.
—?Qué crees que estás haciendo, gatita? —Dejó que su mirada deambulara sobre la piel desnuda de color miel.
Aquellos ojos se abrieron desmesuradamente a causa de la sorpresa.
—Este es mi sue?o.
Lucas rió entre dientes. Incluso en sus sue?os ella era tan terca como en la vida real.
Había empezado a sospechar que, con Sascha, no todo se reducía a la eficiencia.
No, a veces simplemente le gustaba ense?arle las u?as.
—Estoy a tu merced.
Ella dejó escapar un bufido y se sentó sobre los talones.
—?Por qué estás hablando?
Lucas cruzó los brazos detrás de la cabeza, encantado de contemplar aquellos voluptuosos pechos exhibidos solo para él de un modo tan espléndido. Le gustaba aquel sue?o. Incluso la pantera estaba complacida.
—?No quieres que hable? —Hizo que aquello sonara como una tentación.
—Bueno… —Sascha frunció el ce?o—. El objetivo es saborearte… imagino que tú nunca te estarías callado en la cama.
—Tienes razón.
La observó mientras ella hacía lo mismo con él. En sus ojos ardía tal deseo que Lucas se sintió marcado. El alfa que había en él deseaba enredar los dedos en el oscuro triángulo de vello que quedaba al descubierto debido a su posición arrodillada, pero no quería poner fin a aquel extra?o sue?o.
—?Puedo? —Recorrió con los dedos las marcas de su rostro mordiéndose el labio inferior— ?Me sientes?
Lucas deseaba morder aquella boca sexy que le estaba provocando.
—Cada caricia.
Las marcas tenían gran sensibilidad y Lucas era muy selectivo a la hora de permitir que las tocaran.
—He deseado acariciarlas desde que nos conocimos.
Sascha dejó escapar un suspiro y se inclinó para depositar un rosario de besos a lo largo de las cicatrices irregulares. El profundo ronroneo de Lucas pareció sobresaltarla, aunque de un modo agradable, pues sintió cómo se le endurecían los pezones contra el pecho masculino. Después de explorar su rostro a placer, se incorporó de nuevo y le deslizó las u?as por el torso.
—Más fuerte, gatita. No voy a romperme.
Sascha inspiró trémulamente e hizo lo que él le pedía.
—A los gatos les gusta que los acaricien —apostilló en un suave murmullo.
—Ya te he dicho que somos selectivos con respecto a quién permitimos que nos acaricie.
Su mano ascendió por la parte externa del muslo de Sascha, haciéndola estremecer.
—?Por qué iba a so?ar con que me tocaras? Soy yo quien desea tocarte.
—Pero si estás so?ando conmigo, ?por qué no voy a tocarte?
Estaba encantado con aquel extra?o sue?o, que casi parecía real, salvo porque la verdadera Sascha jamás mostraría sus emociones de un modo tan manifiesto.
—Sí… sois muy territoriales. —Unas arrugas aparecieron en su frente—. Querrías marcarme. Mi subconsciente debe estar rellenando las lagunas.
Lucas procuró no sonreír.
—?A quién permites que te acaricie?
—A los psi no se nos acaricia. —Un resquicio de tristeza centelleó en aquellos ojos que estaba aprendiendo a descifrar.
—Quizá has estado frecuentando a la gente equivocada. —Acarició la curva del trasero femenino y se detuvo—. Para mí será un placer acariciarte.
Sascha exhaló entrecortadamente.
—Yo primero —susurró al tiempo que se inclinaba—. Este es mi sue?o. Solo quiero probar —repitió—. Solo una vez, eso es todo.
Lucas jamás se negaría a que le acariciara aquella exótica mujer que tanto le fascinaba. No cuando le miraba con ardor y no con expresión gélida. Apretó la mano sobre su trasero mientras ella le mordisqueaba, lamía y succionaba la tetilla con el máximo celo.
Sascha no le detuvo cuando sus dedos le recorrieron el muslo deleitándose con aquella piel melosa que deseaba saborear con la lengua.
Ella se ocupó de la otra tetilla al tiempo que bajaba el brazo para ascender por su muslo, rozándole con las u?as. Alzó la vista cuando oyó que él dejaba escapar un profundo gru?ido.
—?Qué significa eso? —La mano de Sascha yacía ahora laxa sobre la parte interna del muslo de Lucas, dolorosamente cerca de su dura erección.
Ella ladeó la cabeza ligeramente y Lucas recordó las preguntas que le había formulado mientras estaba en el coche. Era curioso que su subconsciente recordara aquel peque?o desliz por su parte, pero claro, el sue?o ya era extra?o de por sí… aunque no pensaba quejarse.
—Significa que continúes con lo que estás haciendo.
Lucas desplazó la mano por su trasero y la deslizó ligeramente para masajear su entrada, húmeda y caliente, impregnando el aire con el aroma del deseo femenino.
Sascha jadeó y se apartó.
—Aún no.
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