La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(29)
—Una elección interesante. Poco común. ?Por qué habéis decidido hacer lo que las demás familias no han hecho?
—Lo lamento, se?or. No me está permitido discutir nuestra política empresarial. Le ruego que hable con mi madre; ella es el cabeza de familia.
Nikita había ocupado ese puesto de forma oficial en el a?o 2075, al fallecer Reina, la abuela de Sascha. En verdad, Nikita había sido el poder en la sombra desde hacía casi diez a?os.
—Tenía la impresión de que te habían concedido más independencia.
Si aquello no hubiera salido de labios de un psi, habría creído que dichas palabras tenían como objeto herir su orgullo y hacerle hablar sin pensar. A menos, claro estaba, que ese fuera su plan. ?Era ese el motivo por el que últimamente le había estado prestando tanta atención… o se debía a que sospechaba que era imperfecta?
Todos aquellos pensamientos desenfrenados bullían en una peque?a parte secreta de sí misma. Era el mismo lugar donde escondía su auténtico yo, el resplandeciente arco iris de su mente. Estaba protegida por múltiples escudos que reforzaba continuamente y nadie podía atravesarlos sin emplear una fuerza tan brutal que acabara matándola.
—?Quiere que le ponga en contacto con mi madre?
—No, Sascha. Quería pedirte un favor.
El temor clavó sus garras en aquel peque?o y secreto rincón.
—?De qué se trata, se?or?
Tenía que tratarse de una trampa. ?Por qué razón un consejero, un cardinal con poderes telequinésicos fuera de lo común, le pediría un favor a ella?
—Vas a mantener un estrecho contacto con los cambiantes durante este proyecto. Me gustaría que me informaras de cualquier cosa que descubras sobre ellos.
Eso era lo último que había esperado.
—Me encantaría hacerlo, se?or, pero…
—Piénsalo bien, Sascha. Podría reportarte… beneficios. Algunos empezamos a pensar que ya es hora de utilizarte como es debido.
Era un soborno, simple y llanamente. Sus ansias de ser al fin aceptada y valorada como cardinal la impulsaban a aceptar la oferta sin pensarlo dos veces. En cambio, aquel mismo deseo también hacía que fuera consciente de que, por mucho que se esforzara, jamás sería normal. Acercarse al concejal solo serviría para aumentar las probabilidades de quedar al descubierto.
Las cenizas de los sue?os perdidos descendieron suavemente hasta sus pies, y en lo más recóndito de su alma, lloró. únicamente los a?os de adiestramiento psi y el desesperado deseo de ocultar la verdad sobre su mente fracturada hicieron que respondiera con lógica:
—Como es comprensible, se muestran cautos conmigo. No estoy segura de poder descubrir nada.
Era mentira. Ya sabía mucho más sobre ellos que ningún psi, pero se sentía incapaz de revelar sus secretos… los secretos de Lucas.
—Son animales. Trátalos bien y empezarán a confiar en ti.
Era evidente que Enrique creía que la confianza era una debilidad. Sascha lo veía como un don.
—Estaré encantada de cooperar, pero antes tengo que…
—Ya he hablado de ello con Nikita —la interrumpió hábilmente Enrique.
—Entonces le pasaré la información.
—Me gustaría que nos reuniéramos una vez al día para que me pongas al corriente.
Sascha estaba muy asustada. No quería que Enrique la evaluara diariamente.
—Lo lamento, se?or. Eso podría interferir con mi trabajo, y estoy segura de que a mi madre tampoco le agradaría. Contactaré con usted en cuanto tenga algo digno de mención. —Era una alegación osada, y si se hubiera permitido sentir, se habría puesto a temblar.
La presencia de Enrique en la PsiNet era una estrella de un blanco puro, tan glacial que le daban escalofríos.
—No esperes mucho.
—?Es todo, se?or?
—Por ahora.
Sascha abandonó la PsiNet y contactó inmediatamente con el cabeza de familia, tal y como haría cualquier buen psi. Podía establecer contacto telepático sin problema desde esa distancia, lo que como mínimo le proporcionaba el alivio de no tener que vigilar constantemente su conciencia. Durante la comunicación telepática, ninguna de las partes podía verse.
En cuanto Nikita respondió le hizo un resumen de las peticiones de Enrique mientras se abrazaba a sí misma con tal fuerza que casi se magulló las costillas. Si su madre le decía que mantuviera esas reuniones diarias…
—Enrique se ha extralimitado. —La voz mental de Nikita era gélida—. Le di permiso para solicitar información, no para imponerte un horario.
El alivio que sintió amenazaba con convertir sus extremidades en gelatina.
—Madre, creo que sería preferible que te pasara la información a ti y que tú… la compartieras con Enrique. —Realizó una pausa calculada. Nikita disfrutaba teniendo una posición de poder—. Eres el cabeza de familia… debería informarte a ti primero.
Nikita guardó silencio durante un par de segundos.
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