La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(31)
Lucas estaba convencido de que Sascha había querido tomarle el pelo a Kit. Su expresión no revelaba nada, pero él no era psi y, por lo tanto, no desoía sus presentimientos.
Tal y como había sospechado desde un principio, aquella psi era diferente, y mucho.
Lo bastante como para resultar peligrosa… a menos que su propia gente no hubiera percibido su singularidad. Era muy posible; los psi se creían seres superiores y eso hacía que fueran estrechos de miras y que, en algunas cuestiones, fueran incapaces de ver más allá.
El instinto le decía que Sascha era la clave de todo. Si resolvía el misterio que entra?aba, estaría más cerca de destruir los muros cerrados de la más inhumana de las razas.
—Una ley dura —repuso Sascha.
—Vivimos en un mundo duro. Sobre todo estando los psi al mando. Sin el corazón de los cambiantes y el espíritu de los humanos, el mundo habría sido un infierno.
Lucas llamó a Clay a su despacho después de que Sascha hubiera regresado a la oficina central de los Duncan.
—?Qué te parece?
—Es lista. Nada le pasa desapercibido.
—Eso es un hecho con los cardinales.
Para su sorpresa, Clay sacudió la cabeza.
—Algunos de ellos son tan cerebrales que apenas reparan en nada que sea físico.
—Tú has tenido contacto con ellos. —Era un hecho, no una petición de información. El pasado de Clay estaba envuelto en misterio, pero Lucas confiaba en que el leopardo le contara cuanto necesitaba saber.
—Un poco —confirmó Clay—. No soy un experto, pero puedo decirte con seguridad que hay algo en Sascha que no encaja.
La confirmación de aquello que su instinto le decía reforzó su determinación de resolver el enigma que representaba aquella mujer.
—?Qué ha revelado la investigación de su historial?
—Que es exactamente lo que parece: un psi cardinal a la que no han invitado a formar parte de su estructura de poder. —Clay se frotó la barba incipiente—. De por sí, eso es lo suficientemente extra?o como para hacerla destacar. El resto de los cardinales adultos a los que hemos seguido la pista trabajan para el Consejo de una u otra forma.
Lucas se meció sobre los talones mientras pensaba.
—Lo que significa que o bien es una tapadera y es una espía del Consejo…
—… o que algo raro tiene —concluyó Clay, expresando con palabras lo que Lucas no quería admitir—. Si la han excluido del círculo íntimo no nos es de utilidad.
La pantera que moraba en Lucas sacó las garras; no había nada de malo en la mujer que había captado su atención.
—Esperemos unos cuantos días más —dijo luchando contra la bestia—. Llegados a este punto, no nos queda más opción. Ningún otro psi se plantea siquiera la posibilidad de hacer negocios con nosotros.
—Podríamos dejar que los SnowDancer hagan lo que quieran.
—Si comienzan a matar a los psi de alto nivel, ya podemos olvidarnos de cualquier esperanza de acabar con esto sin que se produzca una masiva pérdida de vidas. —Los SnowDancer querían emplear la tortura para sonsacar información a aquellos a quienes culpaban de consentir los asesinatos, incluyendo a Nikita Duncan. Los psi tomarán represalias contra todos nosotros y no respetarán a los cachorros.
Clay asintió. Ya habían discutido antes la situación y era eso mismo lo que les había echado para atrás. Los DarkRiver eran un clan poderoso, si bien joven. Tenían muchos cachorros y menores bajo su protección. Si los psi respondían a un ataque de los SnowDancer, la próxima generación al completo podía ser aniquilada en medio de un ba?o de sangre. Incluso la arraigada necesidad de Dorian de mantener a salvo a los jóvenes se había impuesto a su sed de venganza.
—Dar carta blanca a los lobos tiene que ser nuestro último recurso.
Era una decisión que esperaba no tener que tomar nunca, pero no era tan ingenuo como para pensar que aquello no acabara dando paso a la violencia. Habían muerto demasiadas mujeres cambiantes y todos querían sangre. La sangre de los psi.
7
Aquella noche, cuando al fin se acostó después de mantener una prolongada reunión con sus centinelas, la mente de Lucas estaba plagada de imágenes de muerte.
Su deseo de hacer justicia por sus mujeres estaba en guerra con la inesperada necesidad de proteger a Sascha de todo mal. Resultaba desconcertante, pero comenzaba a sentir que Sascha tenía derecho prioritario a su lealtad.
Era lógico que sus sue?os se hicieran eco de su irresistible deseo. Cuando despertó en ese mundo de fantasía, se encontró tendido boca abajo mientras una mano femenina le acariciaba la parte posterior del muslo. Aquel contacto era familiar e igual de aceptado por su mitad pantera como por su mitad humana. Ella tenía privilegios de piel.
—Has vuelto —dijo mirándola por encima del hombro.
Sascha se apartó bruscamente.
—Estás hablando.
—Creía que habíamos aclarado esto la última vez —bromeó—. ?Por qué estás vestida?
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