La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(35)



Había elegido un bosquecillo oculto en plena naturaleza para su lugar de reposo eterno.

—Hola, mamá. —Depositó las flores sobre la densa hierba. Nunca limpiaba el lugar ni impedía el avance del bosque. Sus padres habían sido leopardos que se encontraban a gusto en plena naturaleza—. Te he comprado las flores que a papá siempre le sacaban de cualquier apuro.

En aquel lugar volvía de nuevo a ser un ni?o viendo a las dos personas que más le importaban en el mundo, riendo y llenas de vida. Jamás debería haber tenido que verlos morir. Un pu?o le oprimió el corazón cuando los recuerdos surgieron en su mente.

El chillido de su madre.

Sus propios alaridos torturados de impotencia.

El grito de absoluta desesperación de su padre cuando a su compa?era le quitaron la vida delante de sus propios ojos.

En aquel instante algo se rompió dentro de Carlo, pero se había aferrado obstinadamente a la vida hasta que su hijo estuvo a salvo. Solo entonces había dado el paso que le reuniría con su compa?era asesinada. Shayla, una pantera negra igual que su hijo, había sido la razón de vivir de Carlo.

—Te echo de menos, papá.

Plantó la palma de la mano en la tierra al otro lado de las flores. Su madre había sido hallada y enterrada primero, pero cuando llegó el momento de dar sepultura a Carlo, Lucas había insistido en que se la volviera a enterrar de nuevo, esta vez junto a su padre.

Les dieron descanso eterno el uno en brazos del otro. En el fondo de su corazón albergaba la esperanza de que eso significara que habían vuelto a encontrarse.

—Necesito que me guiéis. —No debería haberse convertido en alfa con apenas veintitrés a?os, pero había sido inevitable. Y cuando el alfa anterior, Lachlan, murió inesperadamente dos a?os después de abdicar, Lucas había perdido incluso ese apoyo.— Necesito saber si estoy haciendo lo correcto. ?Y si esto provoca más muerte? Los psi no van a quedarse de brazos cruzados y a dejar que le contemos al mundo entero que han estado ayudando al asesino más depravado de todos.

Las ramas de los árboles susurraban con el viento mientras Lucas hablaba, y le agradaba pensar que era una se?al de que sus padres le estaban escuchando. Estaban los tres solos. Ninguno de sus centinelas le había seguido nunca hasta allí. Ninguno de ellos le había preguntado adónde iba ni dónde había estado.

Durante horas habló con dos personas extraordinarias a las que les habían despojado de su amor y de su vida del modo más brutal, pero que nunca se habían quebrado. Carlo y Shayla habían luchado hasta el final como los dos valientes cambiantes que habían sido. No habían luchado por salvar sus propias vidas, sino por la de su hijo. Por él.

—No os fallaré.

Lucas se secó las lágrimas que brotaban del corazón del muchacho que casi había muerto junto con sus progenitores. únicamente su sed de venganza le había hecho seguir adelante cuando nadie creía que fuera a sobrevivir.

Aquel sangriento día y los que siguieron le habían moldeado, marcado y fortalecido.

Nadie hacía da?o a la gente a la que Lucas quería. Nadie le arrebataba a los suyos. Había demostrado que mataría a cualquiera que lo intentase. A cualquiera.

Sascha se había sentido rara desde el mismo instante en que había despertado.

Preocupada porque los cambiantes percibieran la extra?a tristeza que la abrumaba, había cancelado todas sus reuniones con los DarkRiver y se había recluido en la sede central de la familia Duncan en un intento por pasar desapercibida para que Enrique no la localizara.

Fue un alivio volver a su casa y aislarse de las miradas escrutadoras de los demás psi. La profunda oscuridad de su interior había aumentado a lo largo del día hasta convertirse en un dolor agudo en su corazón. Como no estaba segura de si se trataba de un efecto de su estado mental, que se deterioraba rápidamente por momentos, o de algo físico, contempló la idea de ir al médico.

Un segundo después, la descartó. Ignoraba lo que los psi-m veían cuando miraban dentro de su cuerpo. ?Y si sus patrones mentales eran tan aberrantes que se manifestaban y los médicos exigían más tests? Dormir parecía una buena opción. Si al día siguiente no se sentía mejor, intentaría encontrar el modo de conseguir tratamiento sin exponerse a una exploración en mayor profundidad.

Sintió que un dolor sordo sacudía de nuevo su cuerpo. Hizo una mueca y se masajeó las sienes. Sus ojos se desviaron hacia el panel de comunicación. Tal vez Lucas conociera a algún médico que fuera discreto. Sacudió la cabeza casi de inmediato. ?En qué estaba pensando? Era evidente que Lucas consideraba que los psi eran autómatas sin corazón… ?Por qué iba a ayudarla?

?Y por qué no podía dejar de pensar en él?

Lucas no se encontró con nadie de regreso a casa. Tras aparcar el vehículo a cierta distancia, realizó el resto del camino en forma de pantera, sintiendo el pulso de la tierra como si fuera un latido más. Escalar hasta su guarida en el árbol fue tan sencillo como respirar.

No fue fácil dejar atrás al animal. Deseaba recluirse en la mente de la pantera y borrar el sufrimiento del humano. La tentación era peligrosa, un letal y seductor canto de sirena que podía convertirle en un renegado incapaz de recordar su humanidad, pero que conservaba la inteligencia humana suficiente para infligir más da?o que un leopardo normal. Por eso a los renegados se les perseguía y se les daba caza, porque eran demasiado peligrosos como para dejar que vagaran por ahí. A menudo eran sus antiguos compa?eros de manada quienes se convertían en sus objetivos, como si una parte fragmentada de ellos supieran lo que una vez habían sido… y que nunca podrían volver a ser.

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