La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(36)
Impulsado por la instintiva necesidad de mantener a su gente a salvo de todo mal, empujó a un lado la tentadora voz fruto de décadas de desesperación e impartió a su cuerpo la orden de transformarse.
éxtasis y agonía.
La metamorfosis, puro placer y dolor desgarrador por igual, se realizó en solo unos segundos, pero se le antojó una eternidad. Sabía que visto desde fuera parecía que su cuerpo estuviera transformándose en un millar de partículas de luz intensa y adoptando otra forma. Era realmente hermoso.
Pero, desde el interior, sentía como si le estuvieran arrancando la piel a medida que una nueva forma trataba de emerger. Un calor abrasador se extendía por todo su ser, desde las yemas de los dedos de la mano hasta las de los pies. Cuando abrió los ojos era de nuevo humano, su bestia había quedado encerrada tras los muros de su mente.
Se encaminó desnudo hacia la ducha y abrió el grifo del agua fría. La brutal sensación, similar al pinchazo de miles de agujas, logró desterrar de su cabeza los últimos vestigios de tentación. Por lo general, no le suponía el menor problema desconectar y conectar con la parte animal y la parte humana de su psique, pero ese no era un buen día.
En aquel momento casi podía comprender la necesidad de los psi de desterrar toda emoción. Si no sentía nada, no recordaría. Si no sentía, no lloraría la pérdida. Y si no sentía, no sufriría con cada latido de su corazón humano.
8
Se estaba convirtiendo en una costumbre esperar verla aparecer en sus sue?os.
Cuando ella le tocó el hombro, se dio media vuelta para mirarla. Había tenido intención de decirle que no estaba de humor para jugar con ella, pero se contuvo en cuanto la vio. Llevaba puesto lo que parecía ser un viejo pijama de algodón, el cabello recogido en dos sencillas trenzas y aparentaba dieciséis a?os.
Entonces se dio cuenta de que él llevaba puestos unos pantalones de chándal gris oscuro, idénticos a su par favorito.
—?Qué sucede, gatita?
En sus ojos se atisbaba una mezcla de confusión y vulnerabilidad.
—No lo sé. —Se rodeó con los brazos.
Lucas extendió los suyos y le dijo:
—Ven aquí.
Tras un instante de duda, Sascha apoyó la cabeza sobre su torso y estiró las piernas a su lado.
—Siento un… peso muy grande.
Una estilizada mano descansaba al lado de la cabeza con la palma sobre la piel de Lucas.
—También yo. —La roca que le oprimía el corazón desaparecería por la ma?ana, aunque el recuerdo perduraría.
La mano de Sascha le acarició allí donde latía su corazón.
—?Por qué estás triste?
—A veces recuerdo que no siempre puedo proteger a quienes amo. —Lucas sentía su cabello suave y sedoso al tacto.
Sascha no intentó decirle que no era Dios, que no podía proteger a todo el mundo. él ya lo sabía. Pero saber algo y creerlo eran cosas distintas. Lo que sí le dijo consiguió paralizarle el corazón.
—Ojalá me amaras.
—?Por qué?
—Porque entonces podrías protegerme a mí también.
En su voz se adivinaba un perturbador pesar.
—?Por qué necesitas que te protejan? —Su instinto masculino se estaba imponiendo a la carga de los recuerdos.
Sascha se arrimó a él y Lucas la estrechó fuertemente entre sus brazos.
—Porque estoy rota. —Continuó acariciándole el pecho, encima del corazón, y Lucas pudo sentir que un intenso calor invadía su cuerpo—. Y los psi no permiten que las criaturas imperfectas vivan.
—A mí me pareces perfecta.
No hubo más respuesta que el roce de la mano de Sascha sobre su piel. Con cada caricia Lucas sentía una paz mayor. Una pesadez distinta impregnó sus huesos.
Curiosamente, tenía la sensación de que iba a quedarse dormido de nuevo. Mientras la oscuridad se cernía sobre él, la íntima confesión de Sascha no dejaba de dar vueltas en su cabeza como un río sin final.
?Porque estoy rota. Y los psi no permiten que las criaturas imperfectas vivan.?
Sascha estaba aguardándole cuando llegó al despacho al día siguiente.
Preocupado por la inquietante intensidad del sue?o, intentó entablar conversación con ella, pero se estrelló contra una pared de ladrillo. Parecía que se hubiera retraído profundamente dentro de sí misma, tanto que casi había dejado de existir.
—?Estás bien? —Podía sentir las sombras que la rodeaban, sentirla a ella… como si fuera de su manada.
—Me gustaría sugerir algunas alternativas para los materiales que planeáis utiliza —dijo en vez de responder a su pregunta—. El estudio que he realizado me dice que este tipo de madera aguantará mejor los elementos en el entorno del emplazamiento. —Deslizó sobre la mesa una muestra y un informe adjunto de casi dos centímetros y medio de grosor.
Frustrado por su intransigencia, Lucas tocó la muestra.
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