La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(30)
—Ya lo había pensado. Por desgracia, Enrique es demasiado fuerte como para desafiarle sin que haya consecuencias. Y él quiere hablar contigo.
—Quizá —dijo Sascha pensando a la desesperada—, podrías insinuarle que enfrentarme a su poderosa presencia es demasiado para mí en mi primer proyecto personal.
—Ahora estás pensando como una Duncan. —Nikita estaba claramente complacida—. No puede discutir conmigo por tratar de proteger la operación.
La operación, pensó Sascha, no a su hija. Se sintió dolida, a pesar de que debería estar acostumbrada a la crueldad de los psi después de llevar toda la vida viviendo entre ellos.
—Entonces, ?tengo vía libre para concentrarme en el proyecto y mantenerte informada?
—Sí.
Con eso, Nikita se desconectó. Sascha se permitió exhalar un profundo suspiro de alivio y hundió la cabeza entre las manos. Algo iba mal y no era simple paranoia.
?Por qué de pronto Enrique se interesaba tanto por un cardinal fracasado al que la mayoría de los psi ignoraba? Doblemente preocupante resultaba el alcance de la cooperación de Nikita con el consejero.
Se le encogió el estómago. Tenía la sensación de que estaba siendo utilizada como peón en un juego cuyas reglas desconocía. Lo que le preocupaba aún más era no saber las consecuencias de la derrota… o cómo impedirla.
De pronto se percató de que llevaba demasiado tiempo sentada allí, con la vista perdida. Se puso en pie y solo entonces comprendió lo absurdo de su situación.
Acababa de mantener sendas conversaciones con dos miembros del Consejo sentada en la tapa de un retrete. La idea le obligó a sofocar una risilla mientras levantaba la tapa y abría la puerta.
Cuando comprobó su aspecto en el espejo situado sobre el lavabo, se sorprendió al no encontrar un solo signo que traicionara su leve ataque de histeria. La máscara física se mantenía intacta aun cuando sus escudos mentales se desmoronaban poco a poco. Echó un vistazo al reloj y vio que llevaba allí casi media hora. Los cambiantes tendrían un montón de preguntas para las que más le valía tener respuesta.
Antes de salir se aseguró de presentar un aspecto óptimo; el cabello pulcramente recogido en una apretada trenza, los pu?os gris oscuro de la chaqueta perfectamente estirados y la expresión de su rostro tan serena que casi logró convencerse de que el nudo que se le había formado en el estómago era pura ficción.
El pasillo estaba desierto, pero todos volvieron la cabeza hacia ella cuando entró de nuevo en el despacho de Clay Bennett y los demás. Un par de ojos verdes en particular siguieron cada uno de sus movimientos.
—Les ruego me perdonen por haberles hecho esperar —dijo antes de que tuvieran ocasión de hablar—. Solicitaron mi presencia en una conferencia.
Lucas se dio un golpecito en un lado de la cabeza con el dedo.
—?Esa clase de conferencia? —Sus labios se curvaron.
Sascha deseaba desesperadamente devolverle la broma.
—Sí.
—Extra?o lugar para mantenerla —comentó Kit con cierta ironía.
Había sido preciso aquel comentario para que reparase en el joven que había entrado en la habitación durante su ausencia, se?al de hasta qué punto había estado distraída.
—?En qué sentido? —Sascha fue incapaz de contenerse.
Kit dejó de revisar algunos de los documentos que había en la mesa de Clay y la miró a ella. Cuando Sascha le sostuvo la mirada, el rubor que se extendió por las mejillas del joven le hizo parecer tan adorable como los dos cachorros a los que se había permitido tocar.
—Hum, bueno… ?n-no cree que…? Tengo que llevar esto arriba. —Agarró lo que parecía un fajo de papeles al azar y prácticamente salió corriendo de la estancia.
—Deberías ser un poco más compasiva… no hace mucho que ha dejado de ser un cachorro. —La risa de Lucas fue sincera.
Sascha se esforzó por evitar que sus labios la traicionaran.
—Simplemente hacía una pregunta.
Lucas entrecerró los ojos.
—Por supuesto que sí.
—?Cuándo consideráis que vuestros hijos han alcanzado la edad adulta? —inquirió en un intento por conseguir que él dejara de pensar en su impulsiva decisión de tomarle el pelo a Kit.
Una extra?a tensión pareció adue?arse de la oficina.
—Una respuesta por otra, encanto. —Las marcas de Lucas resultaban absolutamente hermosas en la serenidad de su expresión.
—Se nos considera adultos al cumplir veinte a?os —declaró Sascha.
El condicionamiento concluía de forma oficial a los dieciocho, aunque en realidad la mayoría de los psi estaban completamente condicionados a los dieciséis. Se esperaba un margen de dos a?os para dar tiempo a que cualquier fallo saliera a la luz.
—Existe una gran diferencia entre ser considerado un adulto y serlo en realidad.
—?Consideras que veinte a?os no es edad suficiente?
—Nuestros jóvenes han de demostrar su madurez antes de que se les conceda la condición de adulto.
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