Ciudades de humo (Fuego #1)(87)



Alice hizo amago de levantarse, pero Rhett le puso una mano en el hombro y la volvió a sentar. Jake y Trisha lo miraban todo como si fueran espectadores de una buena película.

—Está cenando —aclaró Rhett—. Y esta es la zona de alumnos. Déjala en paz.

Alice miró a Rhett, suplicando que parara. Deane la mataría al día siguiente en el entrenamiento.

—Principiante —dijo Deane sin dejar de mirar a Rhett, furiosa—, vete a tu habitación.

—No lo hagas, Alice —ordenó este, a su vez.

Alice se sintió como Jake unos minutos antes.

Se quedó sentada, dubitativa, y miró a Rhett en busca de ayuda. Pero él no parecía muy inquieto cuando siguió hablando.

—Y ahora, Deane, si me disculpas, estaba teniendo una charla con mi alumna. Te agradecería intimidad.

—Te recuerdo que también es mi alumna.

—Y yo te recuerdo que está en mi especialidad. —Rhett se dio la vuelta, dándole la espalda—. Buenas noches, Deane.

Alice vio que la guardiana, después de unos segundos de mirarlo fijamente, se marchaba de la cafetería hecha una furia. Notó que soltaba todo el aire que había estado reteniendo hasta ese momento, calmándose de golpe, pero el estrés volvió cuando miró a Rhett.

—?Te has vuelto loco? ?Ma?ana me hará puré en el entrenamiento!

—Tranquila, no lo hará —le aseguró Rhett, poniéndose de pie—. Nos vemos más tarde, Alice.

Los tres se quedaron mirándolo mientras iba hacia la barra de la cafetería, para llenar la bandeja. Alice solo volvió a la realidad cuando Trisha, delante de ella, empezó a reírse entre dientes.

—Así que te verá más tarde, ?eh?

Alice le lanzó la servilleta.

—Oh, cállate.



*



—?Por qué tú siempre tienes agua caliente? —preguntó Alice esa noche, en la habitación de Rhett, tras haber ido a lavarse las manos.

él estaba de pie, buscando entre sus películas, concentrado.

—Eso deberías preguntárselo a Max —respondió, sin mirarla.

—?No es tu habitación?

—Sí, pero él controla mejor que yo el tema de la fontanería, la verdad.

Se puso de pie y se sentó junto a ella en la cama.

—?Qué querías ense?arme? —preguntó Alice curiosa.

—Esto. —Rhett se?aló la pantalla—. Es mi película favorita. La encontraron en la última exploración. Me la vendieron bastante barata. Espero que no sea demasiado para tu inocente cerebrito.

—?Por qué iba a ser demasiado?

—Tú solo mira la película.

Alice obedeció y se centró en la pantalla, pero a cada minuto la película le parecía más rara, por no hablar de que había cincuenta personajes protagonistas. Pero, como Rhett estaba entusiasmado, Alice decidió no quejarse.

La película duraba dos horas, pero ella solo aguantó media.

Ni siquiera había podido so?ar nada, porque veinte minutos más tarde abrió los ojos, adormilada, y vio que Rhett la estaba mirando con mala cara.

—Me tomaré eso como un insulto.

—Lo siento, hoy estoy cansada. —Alice se frotó los ojos—. El agua caliente me seda. Debe de ser eso.

—Solo te has lavado las manos —se rio él, dejando la película con las demás.

—Es bastante diferente a ducharse con agua fría o tibia la mayoría de los días.

—Creía que en el ba?o de avanzados había agua caliente.

Alice tenía los ojos cerrados otra vez; sintió que el colchón se hundía cuando él se tumbó a su lado.

—La hay, pero dura literalmente nada. Si te duchas de las últimas, como es mi caso...

—Dicen que el agua fría es buena para la circulación.

—Eso dímelo cuando haga dos meses que te duchas con agua helada.

Rhett estuvo un momento en silencio, pensativo.

—Puedes usar mi ducha siempre que quieras —ofreció.

Alice abrió un ojo para mirarlo.

—?En serio? No vendría cada día, no quiero que me descubran..., solo cuando fuera totalmente seguro.

—Me parece bien.

Alice frunció el ce?o.

—?Por qué estás tan simpático?

—Porque hoy he sido un burro.

Alice lo miró, desconcertada.

Rhett sonrió, divertido, y se quedaron los dos en silencio unos segundos. Alice estaba tumbada con los pies apoyados en el cabecero de la cama y Rhett con las piernas colgando de los pies de esta, así que tenían las cabezas muy cerca, pero al revés. Alice lo miró. él tenía la vista perdida en el techo.

—?Qué piensas? —preguntó ella, rozándole la mejilla con un dedo.

—Nada importante.

—?Vas a obligarme a preguntártelo compulsivamente o me lo vas a decir directamente?

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