Ciudades de humo (Fuego #1)(90)



Alice, en el fondo, agradeció que le tocara con él, que no tenía la mitad de fuerza que Shana. Ella era capaz de mandarla diez metros hacia atrás de una patada.

Justo cuando solo quedaban cinco minutos de clase y Alice empezaba a estar de buen humor fue como si Deane se diera cuenta. Y estaba claro que cuando la instructora detectaba algo de felicidad a su alrededor su primer instinto era erradicarla.

—Novata —gritó, y Alice supo al instante que se refería a ella—. Circuito. Vamos a reírnos un poco.

Alice se preguntó si se reiría cuando le lanzara una bola de barro a la cara.

Suspiró y se acercó al circuito con el chico al que habían asignado el otro lado. Tenía pocas esperanzas, pero empeoraron cuando vio que él ya había terminado mientras ella seguía intentando cruzar las cuerdas a su ritmo, temerosa de caerse otra vez.

Deane, por su parte, la miraba desde abajo con una ceja enarcada.

—?Vamos, no tengo todo el día, novata!

Alice, por un breve pero satisfactorio momento, estuvo tentada de dejarse caer sobre su cabeza.

Intentó balancearse, pero, cuando estiró un brazo para alcanzar la otra cuerda, resbaló un poco hacia abajo y se aferró a la que ya estaba agarrada con más fuerza.

—?Novata! —gritó Deane, y ya sonaba a advertencia.

Alice soltó todo el aire de sus pulmones y saltó hacia delante, pero no atrapó bien la cuerda y se resbaló los dos metros hacia abajo. Aterrizó con un horrible golpe sordo, pero eso no fue lo que hizo que se quedara un momento en blanco por el dolor.

Fueron sus manos. Le escocían terriblemente por la fricción.

No podía ni siquiera respirar cuando consiguió girar las palmas temblorosas hacia ella. Estaban rojas y manchadas de barro. Ardían muchísimo. Era insoportable, como si las tuviera metidas en una hoguera. Apretó los labios, intentando controlar las lágrimas.

—Mira tus manos. —Casi pudo adivinar que Deane estaba poniendo los ojos en blanco—. Eres un maldito desastre. Vete a que Tina te arregle eso, novata.

Alice apretó los labios con fuerza al ponerse de pie con cuidado de no apoyarse en las manos. Le dolían como nunca. La zona que la cuerda había rozado ahora estaba todavía más roja, e incluso palpitaba.

Se dirigió al hospital con aspecto lamentable. Iba cubierta de barro seco cuando abrió la puerta con el codo, intentando contener las lágrimas de dolor otra vez.

Y la esperanza de que nadie la viera en ese estado se esfumó cuando vio que Tina estaba hablando con Jake. él se sujetaba un trapo con hielo contra la costilla, sentado en una de las camillas. Ambos se volvieron al oírla llegar.

—?Hola, Ali...! Joooder. —Jake la miró de arriba a abajo—. ?Qué te ha pasado? ?Te has revolcado en barro para divertirte?

Alice le puso mala cara, pero se relajó un poco cuando Tina se acercó casi corriendo con la cara crispada por la preocupación.

—??Qué te ha pasado en las manos?! —exclamó alarmada—. Ensé?amelas. Ay, Dios mío. Ven aquí.

Alice dejó que la guiara de la mu?eca hacia la camilla de Jake. Se sentó a su lado y abrió las palmas.

—?Qué...? —Tina parecía desconcertada.

—Las cuerdas del circuito de Deane —adivinó él.

—Pues sí —murmuró Alice, que apretó los dientes cuando Tina le lavó la herida con agua fría.

—No es grave —le aseguró esta enseguida—. Sé que duele mucho, pero lo que te daré te calmará enseguida.

—?Y no necesito nada más?

—Bueno, tienes una mano mucho peor que la otra. Vas a tener que llevarla vendada un par de días o tres.

Lo que le faltaba.

Tina no dijo nada, solo empezó a vendarle la mano desde la mu?eca hasta los nudillos. Lo único que dejó al descubierto fueron los dedos. Alice miró el resultado con una mueca, intentando flexionar las falanges. No lo consiguió.

—A Rhett no le gustará esto —canturreó Jake divertido.

—Sí, ya verás cuando le diga que no puedo disparar... —murmuró Alice.

—Ahora que lo mencionas —Tina la miró—, ?no tienes ahora clase con él?

Alice le ense?ó la mano.

—Creo que entenderá el retraso.

Pero no tardó en dirigirse hacia allí. Llegaba diez minutos tarde.

La iba a matar, ?verdad?

Tuvo que admitir que estaba nerviosa cuando llegó a la sala de tiro y empujó la puerta con la mano buena. Los disparos le indicaron que los demás ya habían empezado, y varias cabezas se volvieron hacia ella cuando la escucharon entrar.

Entre ellas, la de Rhett.

Y sí, estaba muy enfadado.

De hecho, se acercó a ella y se quedó mirándola de brazos cruzados, como siempre que hacía algo mal.

—?Sabes qué hora es? —le preguntó directamente.

Al menos, estaban lo suficientemente lejos de los demás como para no aguantar risitas molestas. Aunque, bueno, Alice dudaba que se atrevieran a reírse de ella si Rhett andaba cerca.

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