Ciudades de humo (Fuego #1)(89)



Alice se quedó sin palabras. Se habría esperado todo menos eso.

—P-pero...

—Jake y Tina también lo saben, ?no?

—Sí, pero...

—?Alguien más?

—No. Bueno, Shana me vio el... el número...

No sabía por qué se sentía tan incómoda hablando de eso con él. Después de todo, no parecía nada sorprendido. Ella se había hecho a la idea de que sería una conversación mucho peor, no sabía cómo reaccionar ante tanta tranquilidad.

—?Solo ella?

—Sí, pero... creo que se lo dijo a Tom.

—?Por eso no te hablan?

Alice asintió. Rhett pareció reflexionar durante un momento.

—Es decir, que lo sabe media ciudad. Bueno, puedes estar tranquila —Rhett se estiró—. Si alguien se entera de tu secreto, te aseguro que no será por mí.

Alice lo miró fijamente unos segundos. Se había quedado sin habla.

—?No te importa? —preguntó finalmente.

—Cosas peores he visto, créeme.

—Pero... la gente, cuando se entera...

—Alice —Rhett la miró—, no quiero ofenderte, pero sigues siendo la misma chica preguntona y pesada de hace cinco minutos, no ha cambiado nada.

—Vaya, no sé si sentirme ofendida o aliviada.

—Te he dicho que no quería ofenderte.

Alice se incorporó y se quedó sentada a su lado, todavía un poco desconcertada.

—?Cómo te enteraste? —preguntó al final.

—Ya hacía tiempo que lo sospechaba —murmuró él, mirándola—. Y lo confirmé en uno de nuestros entrenamientos.

—?Por qué? ?Dije algo inapropiado?

—No. Te caíste al suelo y se te vio parte del número.

Alice se llevó una mano a la zona, como si de repente el tatuaje ardiera, haciéndose notar.

—Y ?por qué no me dijiste nada?

—Quería ver cuánto tardarías en contármelo. —él se incorporó y se apoyó sobre los codos—. La verdad es que ha sido un poco decepcionante ver que tardabas tanto.

Dicho eso, la miró, negando con la cabeza.

—Además, no habías escuchado música, ?qué clase de ser humano no sabe lo que es?

Rhett se puso de pie, así que ella lo imitó y lo siguió hasta la puerta. No sabía qué decir. Seguía perpleja. Antes de salir de la habitación, se volvió hacia Rhett.

—No se lo diré a nadie —repitió él, suspirando.

—No es eso. —Alice jugueteó con sus manos, nerviosa—. Es que... me alegro de que hayas venido a la cafetería a hablar conmigo.

él suavizó un poco su expresión.

—Yo también.

Alice se quedó mirándolo unos segundos, le costaba marcharse, pero finalmente se dirigió a su habitación con una peque?a sonrisa.





17


    Las cuerdas

de la amistad


Deane se había despertado inspirada, y en el buen sentido. Eso sí que era raro.

Alice nunca creyó que una clase suya pudiera parecerle mejor que la anterior —más que nada, porque todas eran horribles—, pero en esa ocasión ocurrió. En lugar del recorrido, ese día quiso que dieran aún más vueltas al campo y que su entrenamiento se basara casi por completo en flexiones y abdominales.

Pensándolo bien, eso también era trabajo duro, pero al menos no era el dichoso y maldito recorrido de la muerte.

Además, en esta ocasión —por primera vez—, Alice no fue la única incapaz de terminar la clase sin descansar, sino que otras cinco personas se quedaron al margen durante los últimos diez minutos. ?Por fin no era ella sola quien hacía las cosas mal!

Shana fue una de las que se detuvieron junto a ella, jadeando por el esfuerzo. Cuando Alice la vio, se aclaró la garganta, algo incómoda, intentando rebajar la tensión del momento.

—?Es cosa mía o Deane cada vez es más dura con nosotros? —bromeó.

Shana tensó la mandíbula.

—El hecho de que no vaya a contar a nadie lo tuyo no significa que sigamos siendo amigas.

Y se colocó en la otra punta de la zona.

Alice se quedó descolocada unos segundos, así que, cuando Deane les dijo que se pusieran en pareja para practicar combate, tuvo que apa?árselas para encontrar a alguien. Especialmente cuando vio que Kenneth se acercaba a ella con una gran sonrisa.

Como un rayo de esperanza, descubrió que Davy, su compa?ero de litera, estaba también solo y se acercó a él rápidamente.

Este era más bajo que ella, más delgado y con peor carácter. Era como Trisha, pero en chico y en peque?ito.

Se ajustó las enormes gafas, mirándola con desconfianza.

—?Quieres que entrenemos juntos?

—Si prefieres, me alejo y dejo que Kenneth sea tu pareja.

—Vale, no. Quédate.

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