Ciudades de humo (Fuego #1)(84)



Entró en la sala y lo encontró de espaldas, ordenando las armas en las estanterías. Se sentía como si estuviera a punto de pasar por un campo de minas con los ojos vendados.

—Llegas tarde —le soltó él bruscamente.

Y ya había explotado la primera mina. Qué bien.

—Tenía que ir al ba?o.

—?Tardas diez minutos? —preguntó él sin volverse.

Alice respiró hondo, pero no sirvió de nada. Seguía irritada.

—El más cercano está en la cafetería, he tenido que ir corriendo y he vuelto tan pronto como he podido, ?qué más querías que hiciera? ?Que empujara a los demás para ser la primera de la cola?

Rhett se detuvo y la miró por encima del hombro.

—?Qué te pasa?

—No, ?qué te pasa a ti, si puede saberse?

él se cruzó de brazos. El hecho de que pareciera tan tranquilo mientras ella quería matarlo solo incrementó el enfado de Alice.

—?A qué te refieres? —preguntó él.

—?Llevas toda la ma?ana quejándote de cada cosa que hago!

—Hazlo bien y no me quejaré.

—Ah, claro, ?tú haces bien todo a la primera? No lo sabía, don perfecto, perdóname.

Bendito Jake y su sarcasmo.

Rhett pasó por su lado con una caja de munición para dejarla en su lugar correspondiente. Parecía estar enfadándose. Alice lo dedujo porque posó la caja con un poco más de fuerza de la necesaria, dando un golpe y haciendo que temblara la estantería.

—?Ahora no vas a decir nada? —preguntó también enfadada.

—No tengo nada que decir si te comportas así.

—?Que yo me comporto ?así?? ?Eres tú el que ha empezado!

—?He empezado el qué, Alice? —él se acercó, encarándola—. Soy tu instructor, por si se te ha olvidado. Si creo que estás haciendo algo mal, ?no te puedo corregir?

La chica puso los ojos en blanco, cosa que pareció irritarlo aún más.

—?Qué? ?Algo que a?adir?

—Nada, déjalo. No hay quien hable contigo.

—Ah, no me digas.

—?Pues sí! —Alice notó que le subía el calor a las mejillas de lo furiosa que estaba—. ?Me paso la ma?ana entera aguantando que Deane me grite, que nadie me hable y que todos mis compa?eros se rían de mí en mi cara porque no puedo superar las cuerdas del recorrido! ?Lo único bueno que tengo en todo el día es esta clase, pero ahora resulta que tampoco puedo relajarme aquí porque mi instructor, por algún motivo que desconozco, se ha empe?ado en tratarme justo como me trata Deane!

—No me compares con ella —masculló Rhett.

—?Por qué no debería hacerlo? ?Qué diferencia hay? ?Cómo has tratado tú a Kenneth?

—Ah, genial, hablemos de eso ahora. —Rhett sonrió irónicamente—. Era lo que faltaba ya para animar la fiesta.

—?No estamos en una fiesta!

—?Es una forma de hablar!

—?Me da igual! ?Crees que había alguna diferencia entre cómo me trata Deane y cómo lo has tratado tú a él?

—?De verdad lo estás defendiendo, Alice?

—?No estoy defendiendo a nadie!

—A mí me parece que sí.

—Bueno..., ?pues sí! ?Porque esta vez no tienes razón y él no te había hecho nada!

Rhett apretó los labios. Parecía enojado de verdad.

—Entonces, vete y pídele a él que te dé clases de lucha en lugar de molestarme a mí.

Pasó por su lado para salir de la sala de armas, Alice lo siguió con los pu?os apretados.

—Te comportas como un ni?o.

Rhett se detuvo y se volvió de nuevo hacia ella.

—?Y tú como una ni?a que no sabe encajar una crítica!

—?No es una crítica, Rhett, has estado así toda la ma?ana!

—?Soy tu instructor!

—?ESO YA LO HAS DICHO CINCUENTA VECES!

—?Pues parece que no se te mete en la cabeza! ?Qué crees? ?Que voy a tener favoritismo contigo por haber venido a mi habitación alguna noche?

—?Ni siquiera sé qué demonios es eso de favirilitismo! —Alice lo empujó por el pecho con todas sus fuerzas y él retrocedió un paso, algo sorprendido—. ?Y si tantos problemas tienes con que vaya a verte, igual no debería ir nunca más!

—?Pues bien, no vuelvas!

—?Pues vale, no lo haré! —Sintió que él había ganado, así que siguió hablando—. ?Y me da igual lo que diga Jake de ti!

—?Pues genial!

—Y... ?te odio!

Alice se dio la vuelta, con el corazón bombeándole a toda velocidad, y escuchó los pasos de Rhett siguiéndola hacia la puerta.

—?Dónde vas? —preguntó él a su espalda.

—A mi habitación. —Ella no se detuvo.

—Tenemos entrenamiento, por si se te había olvidado.

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