Ciudades de humo (Fuego #1)(80)
—?Nos estás echando? —Jake pareció ofendido.
—Eso parece —contribuyó Rhett.
—Yo todavía estoy mareado. —El muchacho se tumbó en la camilla, llevándose la mano libre a la frente—. Me habré dado un golpe. Qué lástima. Voy a tener que quedarme.
Tina negó con la cabeza y clavó la mirada en Rhett, que, tras unos segundos de silencio, por fin reaccionó.
—Siempre me echáis de una forma muy sutil.
En cuanto hubo cerrado la puerta, Alice se llevó las manos a la cabeza.
—Shana me ha visto.
Jake frunció el ce?o.
—?Quién es Shana?
—?Qué quieres decir con que te ha visto? —preguntó Tina acercándose a ella—. ?Qué ha visto exactamente?
—Mi número. El del estómago.
Tanto Jake como Tina se quedaron en silencio un momento.
—?Se lo ha dicho a alguien? —preguntó ella.
—No, me ha prometido que no lo haría, pero... no sé si confiar en ella. Parecía bastante alterada.
—?Quieres que nos aseguremos de que no hable? —preguntó Jake, entrecerrando los ojos—. Podría pedir a Rhett que me acompa?ara a decirle cuatro cosas, él da más miedo que yo.
—Sí, claro, seguro que es buena idea pedirle a él precisamente que nos ayude, teniendo en cuenta lo mucho que sabe de mí.
—Repito: no debí ense?arte a usar el sarcasmo.
—Pero... —Tina se paseaba por la sala, dubitativa—, ?crees que se lo dirá a alguien?
—No lo sé. Hace una hora te habría dicho que no. Ahora... no estoy tan segura. Es como si no la conociera. Su reacción ha sido... —Alice suspiró, triste.
—?Quieres que hable con ella? —se ofreció Tina.
—No puedes. Se enteraría de que sabes quién soy realmente. Imagínate que se lo cuenta a los demás. A ti te echarían y a mí, bueno...
—Entonces, ?qué hacemos? —intervino Jake—. Porque algo tendremos que hacer.
Otra vez, silencio. Alice deseó poder hacerse un ovillo en la cama y ocultarse del mundo entero.
—Yo... intentaré vigilarla lo máximo posible. —Alice notó una gota de agua bajarle por la espalda. Todavía tenía el pelo empapado—. Si veo que tiene intención de...
—Nos avisas —le dijo Tina enseguida.
—Y ?qué haremos entonces? —Alice negó con la cabeza—. ?Secuestrarla y esconderla en la casa abandonada?
—No es tan mala idea —murmuró Jake.
—Eso lo decidiremos en su momento. —Tina respiró hondo—. Y, mientras tanto, es mejor que no pensemos mucho en ello o nos volveremos paranoicos.
—Yo estoy paranoica desde hace ya un rato.
—Has estado paranoica desde que llegaste —se mofó Jake.
—?No te dolía la cabeza? —le preguntó Tina cruzándose de brazos.
él volvió a tumbarse al instante, llevándose de nuevo la mano a la frente.
—Quizá tengas razón con lo de dejarlo correr. —Alice suspiró y la miró—. Por cierto, ?no me habías llamado para que viniera a ayudarte?
—Rhett ya me ha ayudado, solo necesitaba llevar unas cuantas cosas al almacén; no te preocupes, cielo.
—Entonces, ?puedo volver a mi habitación?
—Espera, voy contigo. —Jake se puso de pie de un salto—. Creo que se me ha pasado el mareo.
Ambos se despidieron de Tina con un asentimiento de cabeza. Ella seguía preocupada. Al salir del edificio, Alice se dio cuenta de que el cielo estaba completamente nublado. Lo que le faltaba, que lloviera y ma?ana el barro del circuito fuera todavía más abundante.
Pero pronto algo la distrajo de esos pensamientos: Jake caminaba de forma extra?a. Estaba al acecho y miraba a su alrededor con los ojos entrecerrados, como si alguien fuera a saltar sobre ellos en cualquier momento.
—Jake, que os haya contado lo de Shana no significa que ahora vaya a necesitar un guardaespaldas —le aseguró Alice divertida.
—Prefiero no arriesgarme—respondió él enfurru?ado.
—Venga, cascarrabias, cambia la cara... Sé que estás preocupado por mí, pero, como ha dicho Tina, tenemos que intentar tranquilizarnos.
—Hablando de cascarrabias... —Jake la miró—, creía que ya le habrías contado algo a Rhett.
—?De qué?
—?De qué va a ser? Del numerito especial de tu estómago.
—No le he dicho nada a nadie. ?Por qué? ?Debería haberlo hecho?
—No sé. Creí que..., bueno, que vosotros dos...
Alice lo miró sin comprender.
—?Que nosotros qué?
—Bueno, la gente dice que...
—?Qué, Jake? —Ella se impacientó.
—A ver, se nota que es mucho más atento contigo que con el resto de sus alumnos. —Se encogió de hombros—. De hecho, creo que nunca te ha gritado.
—Te recuerdo que me hizo pelearme con Trisha durante semanas.