Ciudades de humo (Fuego #1)(78)



Shana frunció un poco el ce?o, poco convencida.

—Pareces... triste. ?Te ha hecho algo malo? Puedes contármelo.

—Estoy bien, en serio. No te preocupes.

Alice pasó por su lado, se sentó en el banco y se centró en doblar la ropa que iba a ponerse —más que nada para tener las manos ocupadas y hacer tiempo antes de que Shana la dejara sola—. Pero esta se sentó a su lado, mirándola.

—Mira, si no quieres, no tienes por qué hablar conmigo, pero a veces está bien desahogarte con alguien.

—Es que... —?Qué podía decirle de todo lo que estaba pensando sin revelar nada?—. No lo sé. Simplemente, me he sentido un poco... confusa.

—Te entiendo mejor de lo que crees. A veces, estar aquí es como vivir en una burbuja desde la que no puedes ver lo que pasa fuera.

—Sí. —Alice asintió con la cabeza, sonriendo sin ganas.

Lo había definido casi a la perfección. Miró a Shana detenidamente. Era una buena chica. La consideraba de confianza. Esta le devolvió la mirada y pareció algo compasiva.

—?Echas de menos a tu familia?

Pensó en el padre John. Sí, era lo más cercano a una familia que había tenido jamás. Siempre la había tratado como si fuera su hija y no su creación. Era lo más humano que había conocido fuera de Ciudad Central.

—Mucho —murmuró.

—Yo echo de menos a mis hermanos. Muchísimo. A veces tanto que duele.

Silencio.

—Y pensar que siempre nos llevamos fatal... —murmuró con una sonrisa triste.

—?Ah, sí? —Por algún motivo, escuchar los problemas de otra persona pareció aliviar a Alice.

—Sí, de hecho, apenas hablábamos entre nosotros. éramos cuatro, y yo era la única chica. Siempre estábamos discutiendo, pero, al final, siempre me defendían de los demás. Los de mi pueblo eran un poco... imbéciles.

Alice sonrió cuando ella lo hizo también.

—?No los has vuelto a ver?

—Ojalá... —La sonrisa de Shana se desvaneció—. El día de las bombas estaba durmiendo en casa de una amiga. Ya no pude volver. No me dejaron pasar. Dijeron que la zona estaba siendo desocupada. Los busqué durante un tiempo, pero, bueno, teniendo en cuenta dónde explotaron las bombas, dudo que sobrevivieran.

Alice no supo qué hacer cuando Shana agachó la cabeza, visiblemente entristecida, así que le apretó un poco el hombro con la mano.

—Lo siento mucho.

—Yo también. —Shana siguió sentada a su lado un momento, para después incorporarse, suspirando—. Supongo que no eres consciente de que has sido feliz hasta que dejas de serlo.

Las dos se quedaron en silencio. Alice la observó, esperando que se marchara para poder vestirse. Shana respiró hondo y sonrió un poco.

—?No vas a vestirte? Podrías resfriarte. Y no creas que eso serviría de excusa para no ir a las clases de Deane. Ya lo intenté una vez y me obligó a recorrer el circuito dos veces más.

Alice no supo muy bien cómo tomarse el cambio de humor de Shana, así que esperó a que se metiera en la ducha para quitarse la toalla y empezar a vestirse rápidamente. No podía olvidar que, después de todo, nadie podía ver su estómago bajo ninguna circunstancia.

Y, precisamente mientras pensaba eso y agarraba la camiseta, Shana abrió un poco la cortina, asomando la cabeza.

Pareció que iba a preguntar algo, pero se quedó de piedra al ver un enorme número en el estómago de Alice.

Ay, no.

Durante unos segundos, ninguna dijo nada. Alice se quedó helada, mirándola, incapaz de moverse o reaccionar.

Entonces, agarró su camiseta y se la pasó por la cabeza a toda velocidad, cubriendo el número. Shana tenía la boca abierta, pero no dijo nada. Seguía mirando la zona del número, ahora oculta por la camiseta. Alice notó que le temblaban las manos y las levantó, casi en se?al de rendición.

—Puedo... p-puedo explicar...

—?Eres...? —Shana no fue capaz de terminar la frase, se quedó muda de nuevo.

Alice no estaba segura de si esa mirada era de terror o de sorpresa.

—Es solo un tatuaje —aseguró torpemente.

—?Un...? Eso no es solo un tatuaje. —Shana salió de la ducha envolviéndose con su toalla y se acercó a ella para asegurarse de que nadie las oía—. ?Eres... una de esas... cosas?

Alice no supo qué decir. Le temblaba todo el cuerpo.

?Y ahora qué? ?Y si se lo decía a Max? ?Y si la echaban?

Ay, no, iban a echarla.

Notó que su corazón se aceleraba por el terror e intentó formular alguna frase que la salvara de su destino, pero no era capaz de encontrar ninguna.

—Yo... —Empezó a temblar de pies a cabeza.

—?Te crees que soy tonta? ?Eres una de ellos!

—Escucha, Shana —se apresuró a decir—. Sí, soy una de ellos, pero...

—?Nos has enga?ado a todos!

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