Ciudades de humo (Fuego #1)(82)
Uf, era una... Alice cerró de nuevo los ojos cuando Deane se volvió hacia sus compa?eros y siguió con la clase como si ella no estuviera allí atrapada.
Su plan inicial había sido esperar que alguien tuviera piedad y la rescatara, pero estaba claro que nadie iba a hacerlo, así que tocaba rescatarse a sí misma.
Alzó la mirada a su pie enredado. Empezaba a doler y la sangre le estaba bajando a la cabeza. Tomó aire y volvió a impulsarse para arriba, conteniendo la respiración. Su mano rozó la cuerda, pero volvió a caer, ganándose un fuerte tirón que reverberó en toda su pierna.
No obstante, volvió a intentarlo. Y, esta vez, en lugar de impulsarse solo con el torso, también lo hizo con la pierna. Su mano alcanzó la cuerda, ella soltó todo el aire que estaba reteniendo, aliviada, y miró a su alrededor en busca de un poco de ánimo.
Pero, claro, nadie le prestaba atención. Solo la miraban cuando las cosas le iban mal.
Dio un tirón a la cuerda para liberar su tobillo dolorido. Un segundo más tarde, estaba cayendo directamente hacia el barro, donde aterrizó algo desgarbadamente, salpicando a sus compa?eros y provocando más risas. Se puso de pie lentamente, acariciándose la espalda entumecida y notando latir el tobillo mientras volvía a su lugar.
—Buen trabajo —le dijo Deane a una chica que acababa de terminar el recorrido y que había esquivado a Alice en la red, como si no existiera.
En cuanto se dio cuenta de que esta pasaba por su lado, la miró de arriba abajo y sonrió.
—Y tú... Bueno, es sorprendente. Hoy lo has hecho incluso peor que a lo que nos tienes acostumbrados.
Más risas.
La odiaba.
Profundamente.
Alice nunca terminaba el recorrido. Siempre se caía en la zona de las cuerdas. Y fue lo que pasó durante su último intento, que provocó más risas todavía. Al final de la clase, se rindió y siguió a los demás en las vueltas al campo. Aunque su cuerpo estaba empezando a acostumbrarse a esos entrenamientos tan intensos, seguía agotándose y siendo la primera en detenerse para descansar.
Nunca se le daría bien eso, ?verdad? Por mucho que entrenara. No importaba. Nunca lo conseguiría.
Mientras corría alrededor del campo, vio que el grupo de Jake entraba en la sala de tiro. Dean fue el único que la vio y la saludó con la mano. Alice le sonrió, pero por dentro estaba a punto de ponerse a gritar. Quería volver con ellos. Quería no tener que ver a Deane nunca más.
Y pensar que hacía unas semanas pensaba que Rhett era cruel... Nunca había creído que echaría tanto de menos sus clases. O a él.
Cuando terminaron, Alice apenas podía sostenerse en pie. Siguió a Tom, el amigo de Shana, hacia la sala de tiro, donde Rhett acababa de tener la clase con los principiantes.
Tom no hablaba con ella desde que Shana se había enterado de que Alice era una androide, cosa que era bastante sospechosa. Seguro que se lo había contado. Bueno, mientras no se lo revelaran a nadie más, que pensaran lo que quisieran.
Alice podía soportar estar siempre sola en clase y en su habitación, le daba igual. Era duro, pero soportable. Lo único que pedía era que, por favor, no se lo contaran a nadie.
Ese día tenían que aprender a limpiar las armas, cosa que podía parecer una bobada pero resultó ser muy complicado. Alice, con expresión concentrada, frotaba con ganas el interior de una pistola peque?a, intentando quitarle una mancha que parecía no querer borrarse. Tenía que admitir que quizá estuviera aplicando mucha fuerza porque imaginaba que ahí estaba la cara de prepotencia de Deane.
Levantó la mano cuando terminó, mucho después que los demás, y Rhett se acercó para comprobar el trabajo.
Alice casi esperaba que la ri?era —como de costumbre— por haber tardado tanto. Pero no. De hecho, ni siquiera la miró a la cara.
—Pasa a la siguiente —le dijo, sin más.
Alice se quedó mirándolo un momento con extra?eza antes de cambiar de arma.
?Era cosa suya o Rhett no la había mirado desde que había entrado?
Pero ?qué le pasaba ese día a todo el mundo? ?Es que había hecho algo malo y no se acordaba? Le entraron ganas de llorar.
Empezó con la segunda arma y ya casi había llegado a la mitad cuando, por instinto, levantó la cabeza y se quedó muy quieta al ver que Kenneth, el pesado, entraba en la sala de tiro.
Ay, no.
Rhett, que estaba provocando que un pobre chico casi llorara por haber hecho mal algo con su arma, se dirigió a él con el ce?o fruncido.
—Esta no es tu clase, ricitos de oro, lárgate.
Y volvió a prestar atención a su alumno, ignorando al recién llegado.
Pero, claro, Kenneth no era tan fácil de disuadir. Sonrió y siguió avanzando.
Uf, Rhett iba a matarlo. Tenía que irse. Por el bien de su integridad física. De hecho, Alice incluso negó con la cabeza frenéticamente cuando el chico se quedó mirándola con una sonrisita.
Rhett levantó la vista otra vez justo en el momento en que Kenneth le gui?aba un ojo a Alice.