Ciudades de humo (Fuego #1)(65)
—Eso es lo que quiero.
—Bien, ?ves eso de ahí?
Ella se dio la vuelta y, casi al instante, él le hizo perder el equilibrio. Alice terminó tumbada boca abajo en el suelo con expresión de perplejidad.
—Norma número uno. —Rhett se quedó de pie delante de ella—. Nunca des la espalda a tu rival. Ahora, ponte de pie o esto terminará muy rápido.
Alice hizo una mueca, pero aceptó su mano para ayudarla a ponerse de pie y, acto seguido, se colocó en posición defensiva. Iba a ser una clase interesante.
*
Cuando esa noche llegó al dormitorio, apenas podía moverse. Lo único que había ido bien había sido la clase particular con Rhett, y eso que la había machacado aún más que Deane. La diferencia era que él le gustaba y ella no.
Como de costumbre, se duchó antes de irse a dormir. Todos los demás ya estaban en la cama y podría lavarse sin prisas, el único inconveniente era que probablemente no quedaría agua caliente. Aun así, valía la pena solo por poder estar tranquila.
Al salir de la ducha y ponerse una camiseta y unas bragas multicolor que le había conseguido Tina —sí, había decidido vestirse como las demás chicas para no llamar la atención—, se detuvo frente al espejo, se peinó el pelo húmedo con los dedos, se lavó los dientes y recogió sus cosas para guardarlas.
Una parte de ella estaba tan exhausta que ni siquiera podía mantener los ojos abiertos, pero la otra no quería quedarse dormida. No estaba segura de si el sue?o de la noche anterior había sido una pesadilla, pero no le apetecía volver a pensar en él. Había sido horrible. ?Eso era sexo?
Había leído sobre el tema, pero en los libros no se mencionaba que fuera tan sumamente incómodo y desagradable.
No tardaron en apagar las luces. Alice se quedó mirando al techo. Al final, tras dos horas de silencio y, tras asegurarse de que nadie estaba despierto, metió la mano bajo su colchón y cogió el aparato de música. Se puso los auriculares, le dio al botón y cerró los ojos para escuchar. Sin embargo, no sonó nada.
Ay, no... ?Ya se había roto? Empezó a sacudirlo para ver si se encendía, pero no funcionó.
Y entonces se acordó de lo que había dicho Rhett. ?Quizá se había quedado sin batería!
Así que, aunque eran las dos de la ma?ana, se encaminó decidida hacia el edificio de los guardianes.
Conseguir que los vigilantes no la vieran había sido sorprendentemente fácil, pero encontrar la habitación, no tanto. No podía equivocarse si no quería que la pillaran, así que se dejó guiar por su intuición. El despacho de Max estaba en la planta más alta, la otra puerta debía de ser la de su dormitorio. En la planta baja había dos puertas, y en la primera, otras dos.
Al final, se arriesgó y subió a la primera. Las dos puertas eran prácticamente iguales, solo que en una había una plantita al lado, lo que le daba un toque acogedor, y en la otra, la de la derecha, no había absolutamente nada. Incluso las dos del piso inferior tenían decoración.
Golpeó la puerta de la derecha con los nudillos y esperó, preparada para echar a correr si la cara de Deane aparecía en medio de la oscuridad. Sin embargo, fue Rhett quien le abrió, medio dormido. Pareció despertarse de golpe al verla allí.
—?Qué demonios...?
—Aparta.
Ella pasó por debajo de su brazo y miró a su alrededor, buscando algo que coincidiera con la ranura de su preciado iPod. Empezó a rebuscar en las paredes en busca de un hueco como los que había visto en su zona.
Rhett, que seguía de pie junto a la puerta, la miraba con una ceja enarcada.
—Eeeh..., ?te puedo ayudar en algo?
Ella tocó las paredes con las manos, frunciendo el ce?o.
—?Estás sonámbula o qué? —masculló Rhett, cerrando la puerta.
—Dijiste que viniera si se quedaba sin batería.
él clavó los ojos en el iPod que ella sostenía como si fuera su mayor tesoro y casi la asesinó con la mirada.
—?Estás insinuando que te has saltado el toque de queda, has eludido a los vigilantes, te has arriesgado a encontrar mi habitación y ahora me molestas a las dos de la ma?ana... por un maldito iPod?
—Oye, no llames maldito a mi iPod, él no te ha hecho nada malo.
—Vale, me da igual. Tienes que irte de aquí. Ahora mismo.
—?No hasta que esté arreglado!
—Alice, no puedes...
De pronto, él se quedó en silencio.
Demasiado en silencio.
Ella, que estaba agachada mirando detrás de un mueble, se dio la vuelta y se volvió hacia él, que tenía la misma cara que habría puesto de haberle salido otra cabeza.
—?Qué te pasa?
—?Qué... qué demonios haces en bragas?
Alice se miró a sí misma. ?Cuál era el problema? No se le había ocurrido cambiarse de ropa, solo se había puesto unos calcetines de arcoíris para no ir descalza. La camiseta era de color amarillo claro con un arcoíris en medio y las bragas eran rojas con puntitos blancos. Le gustaba mucho esa explosión de colores.