Ciudades de humo (Fuego #1)(61)



Esbozó una peque?a sonrisa y pasó un dedo por encima del peque?o aparato, ilusionad...

—?Bienvenida!

Levantó la cabeza al instante, asustada. Shana, la chica a la que había conocido en el hospital, estaba de pie junto a la litera con una gran sonrisa.

—Me alegra que te hayan ascendido —le dijo—. No vemos muchas caras nuevas por aquí. Estás en armas, ?no?

—Sí.

—Entonces, solo coincidiremos por las ma?anas, cuando tengamos las clases comunes. —Se encogió de hombros—. Es una pena. Pero bueno, no importa. ?Acabas de llegar?

Asintió con la cabeza.

—La habitación es más grande que la de los novatos, ?eh?

—?Os importaría callaros? —El chico asomó la cabeza desde arriba—. Estoy...

—Leyendo, sí. Lo sabemos, Davy.

—Y, sin embargo, seguís hablando.

Shana puso los ojos en blanco y, tras despedirse de Alice, volvió a su cama, que se encontraba en la otra punta de la habitación.

De hecho, en cuestión de minutos, todo el mundo se desvistió —las chicas se quedaron en camiseta y braguitas y la mayoría de los chicos, con el torso desnudo— y ocupó su cama. Era hora de acostarse.



*



Era su cumplea?os. Cumpliría dieciséis. Y allí estaba Erik, a su lado, ambos sentados en el coche.

No estaba segura de en qué momento se habían ido de la fiesta juntos. Era la primera vez que estaban a solas. De hecho, no sabía ni por qué se sabía su nombre, si ella no era nadie, no era nada. Solo Alicia, la chica a la que Charlotte, la novia de Erik, molestaba. Porque, sí, eran pareja. Estaba en un coche a solas con un chico que tenía novia. ?Era una mala persona por eso? Seguramente sí, pero...

—Ha sido una buena fiesta —comentó él, con lo que la distrajo completamente.

—Sí. —Alicia sonrió un poco, pero sin devolverle la mirada. Estaba temblando de pies a cabeza.

Se encontraban en una colina desde la que veían toda la ciudad. Era la escena romántica y perfecta que había imaginado una y otra vez desde que había conocido a Erik. Y ahora estaba haciéndose realidad. No dejaba de pensar que solo era un sue?o y que, en cualquier momento, se despertaría y la fantasía se esfumaría.

—Pondré música —murmuró él, cortando el silencio.

El chico se inclinó hacia delante, le rozó la rodilla con el codo a propósito y encendió la radio. Ella se mordió el labio, nerviosa, y los nervios aumentaron cuando notó que sus nudillos le acariciaban la mejilla con suavidad.

—?Estás bien?

—Sí, sí...

—?Sabes? —Erik se arrastró un poco en el asiento hacia ella—. Me han dicho que te gusto.

—?E-eso...? ?Eso te han dicho?

—Sí. ?Es verdad?

él ya estaba inclinado sobre ella. Alicia sintió que su estómago se retorcía. No estaba segura de si iba a vomitarle encima. Sería una curiosa manera de terminar la noche.

—Tienes novia —le recordó.

—?Y qué?

—Que... ella... Yo...

—Ella no está aquí. Olvídala.

Alicia abrió mucho los ojos cuando notó los labios de Erik sobre los suyos. Su cuerpo entero se tensó de pura emoción. Nunca había besado a un chico.

Al cabo de unos segundos, se relajó un poco y sintió que él empujaba algo con el pie. Al instante, su asiento se tumbó y se quedó boca arriba, hecha un manojo de nervios. Fue escuchar el clic de su cinturón y encontrarse a Erik encima de ella, besándola. Alicia tragó saliva cuando vio una mano en su pecho. Estaba tan nerviosa que ni siquiera podía sentirla, solo veía lo que estaba pasando como si fuera una espectadora.

?Por qué no le parecía agradable, como había imaginado tantas veces? ?Por qué no era como en las películas o en los libros? Solo eran unos labios tibios sobre los suyos. Y unas manos apretándole los pechos. No era agradable, pero tampoco desagradable.

Simplemente no era nada.

No se movió en absoluto. No sabía qué hacer. No entendía por qué lo dejaba seguir. Era su sue?o desde que tenía memoria, pero jamás se había sentido tan incómoda. Su piel se puso de gallina, y no de placer, cuando él metió la mano debajo de su falda. Miró el techo del coche y le entraron ganas de llorar sin saber muy bien por qué. Puso las manos en sus hombros solo para sujetarse de alguna forma. De repente, quería irse a casa, pero el miedo a que nunca más quisiera estar con ella si lo hacía era tan grande que no se atrevió a moverse.

Erik se detuvo y se puso de rodillas sobre ella, desabrochándose la hebilla del cinturón con manos torpes. Alicia no estaba cómoda, eso era más que obvio, aunque a él no pareció importarle demasiado. Lo que sí vio fue que ella tenía los ojos llenos de lágrimas, pero eso tampoco pareció preocuparle mientras sacaba un envoltorio del bolsillo y lo rompía con los dedos.

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