Ciudades de humo (Fuego #1)(60)
Alice agachó la mirada y frunció el ce?o.
—?No tengo?
—?Eh?
—Sí, sí tengo. Mira.
—No, no voy a mirar.
—?Por qué no?
—Esta conversación termina aquí.
—Pero...
—He dicho que la conversación se terminaba aquí —volvió a su tono enfadado de antes.
—Vale. —Ella levantó las manos en se?al de rendición—. Si quieres, podemos hablar de que no me has dejado explicarme.
—Ni a Annie tampoco, pero eso no te ha preocupado tanto.
—?Deberías haberme preguntado a mí, te habría dicho la verdad!
—Cuando hay peleas siempre pregunto a alguien que no esté involucrado. No puedo hacer excepciones con nadie. Ni siquiera contigo.
Rhett respiró hondo y se acercó a la puerta del piso en el que se habían detenido.
—Te han pasado al grupo de avanzados —a?adió, mirándola.
—?A mí?
—No, Alice, al papa.
—?Quién...?
—Ni se te ocurra preguntar.
Ella le puso mala cara antes de reaccionar.
—Pero... no he hecho ninguna prueba.
—Ha sido decisión de Max, no mía. Si tienes algún problema, vete a marearlo a él.
Rhett abrió la puerta. Las voces de la habitación bajaron el volumen al instante.
Lo primero que vio Alice al entrar fue un grupo de chicos y chicas de edad similar a la suya. Pero, en esa habitación, aparte del tama?o más grande, la gran diferencia eran las camas. Había muchas más, y eran, como Rhett le explicaría más adelante a Alice, literas. Cada una tenía su cajón propio, todo un lujo. Las paredes no estaban tan sucias, las ventanas eran más amplias, había alguna que otra alfombra por el suelo, en el fondo de la estancia estaban situados unos cuantos armarios con juegos...
En conclusión, era como si hubiera entrado en un mundo completamente diferente al de su antiguo dormitorio.
Rhett avanzó hasta llegar al fondo de la sala y Alice sintió todas las miradas clavadas en ella mientras lo seguía, especialmente cuando él abrió un cajón bajo su nueva cama. Estaba dividido por la mitad. Una de las partes estaba ocupada por ropa y zapatos de chico algo desordenados. El instructor le quitó la bolsa y la dejó en la otra mitad, que también albergaba una equipación de chica para los entrenamientos de avanzados.
—Tengo que irme —dijo él, y Alice sintió ganas de pedirle que se quedara. No quería estar sola allí—. Ya te informarán de tu nuevo horario.
Pero al final no pudo evitarlo.
—?No puedes... quedarte un rato conmigo?
Rhett la miró un momento, sorprendido. De hecho, por un instante pareció incluso divertido, pero mantuvo la compostura y siguió con el discurso.
—Hoy no, Alice. Te he metido en mi especialidad, armas. Ya te cansarás de verme. Y, además, mantendremos la clase extra de la hora de comer, así que no te hagas ilusiones con librarte de ella.
Alice asintió con la cabeza, algo nerviosa. Miró de reojo a los demás, que los observaban como si les hubiera salido una segunda cabeza. Rhett, al darse cuenta, puso los ojos en blanco.
—Todo el que me esté mirando cuando me vuelva va a venir a dar una vuelta conmigo —los informó y, de repente, todo el mundo fingió estar centrado en sus cosas—. Perfecto.
Volvió a mirar a Alice. Ella parecía aterrada.
—Si necesitas cualquier cosa, lo que sea —la chica dio un respingo cuando la tomó de la mano y notó algo frío en ella—, ya sabes dónde encontrarme.
Se dio la vuelta tras mirarla un momento más y se marchó. Todo el mundo tenía la mirada clavada en el suelo, pero, en cuanto el instructor se hubo ido, empezaron a hablar a la vez.
Alice apretó el pu?o alrededor de lo que acababa de darle Rhett. Estaba a punto de mirarlo cuando escuchó que la litera que tenía detrás crujía.
—?En qué modalidad estás?
La pregunta la pilló desprevenida. Había un chico delgaducho, de ojos rasgados y enormes gafas cuadradas asomándose desde la cama superior. La ropa del cajón debía de ser suya.
—?Eh?
—Modalidad —repitió, como si ella fuera estúpida.
Alice parpadeó.
—En la de Rhett.
—Ah, armas —replicó el chico—. Suena mejor que ?la de Rhett?.
—?Y tú?
—Tecnología —dijo orgulloso de sí mismo.
Alice no tenía la menor idea de a qué podía referirse la palabra ?tecnología? en una ciudad así, así que sonrió tanto como pudo sin parecer una loca.
—Fascinante.
—Lo sé —asintió el chico—. Ahora, deja de hacer ruido. Estaba leyendo.
Alice se apresuró a tumbarse en su nueva cama. Estaba pegada a la pared, así que se volvió hacia esta, dándole la espalda a los demás, y por fin abrió la mano. Tenía un nudo de nervios en el estómago que aumentó cuando vio el iPod y los auriculares que se había dejado en el coche de Rhett.