Ciudades de humo (Fuego #1)(58)



—?Por qué jugáis a eso? —preguntó una de ellas con una mueca—. Es como... del siglo pasado.

—Sí, sí. —La otra asentía con la cabeza frenéticamente, dándole la razón.

—?De qué hablan? —preguntó Alice, sin entender el problema.

—De nada que tenga que importarnos —murmuró Saud—. Ignóralas, es lo mejor.

—La gente de color no debería tener los mismos derechos que los demás —soltó una de las chicas, mirándolo, y Alice vio que Saud apretaba los labios en una dura línea.

?Qué era una persona de color?

?Una persona azul? ?Roja? ?Verde? ?Había humanos de colores? ?Por qué nunca había visto ninguno?

—Mi padre decía que solo los idiotas ignoran a los demás cuando les hablan —a?adió la otra chica.

—Parecen un circo.

—El negro, el friki, el gordo, la rara y la musculitos. Lo tienen todo.

Alice miró a los demás. No entendía nada de lo que estaba pasando, pero todos parecían sentirse mal por las palabras de esas chicas. A excepción de Trisha, claro, que seguía bostezando como si no existieran.

?No iban a hacer nada? No sabía qué decían exactamente, pero estaba claro que no era nada bueno.

Se volvió hacia ellas, muy diplomática.

—Eso no es agradable —les dijo, se?alándolas con un dedo acusador—. Hacéis da?o a los demás hablando así.

Las dos la miraron un momento y, acto seguido, empezaron a reírse.

—?Que no es agradable? Pero ?tú de qué planeta has salido?

—Aún no hemos podido salir de nuestro planeta el tiempo suficiente para que yo pueda proceder de otro —explicó Alice seria—. ?Es que no tienes formación académica suficiente como para saberlo?

A su lado, Trisha empezó a reírse sin siquiera intentar disimularlo. Era la primera vez que lo hacía, al menos delante de Alice, ?qué le había hecho tanta gracia? ?Solo había aportado un peque?o dato a la conversación!

—?Me estás llamando idiota? —preguntó una de las chicas, poniéndose de pie y acercándose a Alice, que también se levantó, instintivamente, todavía sorprendida.

—Alice, olvídalo —le advirtió Jake, dejando las cartas de lado.

—Tú cállate, ni?ato —le espetó la chica—. No te metas.

Alice la miró, perpleja ante tan malos modales. Se sintió un poco más segura de sí misma cuando vio que era más alta que ambas. Además, las había visto peleando en clase y no eran, precisamente, las mejores del grupo.

Alice era mucho peor que ellas dos, pero sabía que no sería tan catastrófico como enfrentarse a Trisha.

—No lo llames ni?ato —exigió Alice, que no sabía muy bien qué significaba esa palabra, pero, por el tono en que la había dicho la otra, le había sonado mal.

—?Y qué harás si lo hago? —La chica dio un paso hacia ella.

Acto seguido, la empujó por los hombros, para provocarla. Alice dio un paso atrás, sorprendida. ?Es que quería pelearse? ?Eso es lo que hacían los humanos cada vez que había una disputa?

—Venga, defiende a tu amiguito —la provocó, mientras la otra seguía riendo.

—No me toques —masculló Alice un poco perdida.

—?Te pondrás a llorar si lo hago?

—Creo que deberías callarte —advirtió—. Me da la impresión de que no tienes nada bueno que decir.

—?Y qué? ?Me vas a callar tú, tabla de planchar?

—No, lo haré yo.

No dejaron de mirarse cuando intervino Rhett, que acababa de entrar. Interpuso un brazo entre ellas y Alice se dio cuenta de que se habían acercado mucho la una a la otra. El instructor la apartó y Alice quedó flanqueada por sus amigos, que también se habían puesto de pie.

—?Qué está pasando? —preguntó Rhett, cruzándose de brazos y mirándolas una a una.

Parecía enfadado, así que Alice optó por decírselo ella. O al menos lo intentó, porque se le adelantaron enseguida.

La otra chica cambió la expresión por completo. Pasó de mirar a Alice como si quisiera matarla a llorar. Alice se quedó tan desconcertada que no supo qué hacer. La chica sollozaba como una histérica. Trisha puso cara de asco.

—?Me estaba amenazando! —gritó, se?alando a Alice.

—?Quién te amenazaba? —Rhett ni se había inmutado.

—?Ella, la rara! ?Quién va a ser? Está loca. Decía que esta era su cama e intentaba sacarme por la fuerza.

Rhett miró un momento a Alice, que seguía sin poder creerse lo que veía.

—?Eso no es cierto! —exclamó indignada, dando un paso hacia la otra.

Rhett la detuvo.

—Principiante —le dijo, y sonaba a advertencia.

—Pero... ?no es justo! Ellas eran las que...

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