Ciudades de humo (Fuego #1)(63)



—?Vamos, novata! —Juraría que estaba sonriendo—. ?Crees que así vas a lograr algo aparte de hacernos reír?

Alice logró subir una rodilla a la plataforma y se puso de pie para ver el siguiente obstáculo. Se trataba de bajar por una pendiente bastante inclinada y pasar por otra red, aunque esta era distinta. No estaba inclinada, sino en horizontal, a apenas a medio metro del suelo. El reto consistía en arrastrarse hasta llegar al otro lado, y el problema era el barro.

Bueno, esa noche se lo pasaría genial lavando su ropa.

Se colocó de rodillas en el suelo, clavó los codos en el barro e hizo una mueca cuando notó el frío lodo hundirse bajo su peso. Asqueada, empezó a arrastrarse hacia delante, intentando centrarse solo en el objetivo y no en el fango que le rozaba la boca. Apretó los labios y siguió avanzando, con los codos y las rodillas doloridas, hasta que por fin llegó al otro lado y se puso torpemente de pie.

—?Vamos! —le espetó Deane justo al lado—. ?Ralentizas a tu grupo! ?Qué crees que pasaría si esto fuera una misión? ?Todos morirían por tu culpa!

—Si tú estuvieras en mi grupo me rezagaría a propósito —murmuró Alice, tragando un poco de barro acumulado en sus labios.

Se esforzó tanto como pudo, pero no superó a su rival, que estaba por la mitad del tercer obstáculo, una escalera colocada en horizontal a unos dos metros de altura para que tuvieran que pasar por ella colgándose de los brazos. Alice hizo lo que pudo y, sorprendentemente, no se cayó y consiguió llegar al otro lado. A su ritmo, sí, pero al menos lo logró.

El penúltimo obstáculo resultó ser el más fácil. Una plataforma que tenía que subir corriendo para llegar a la cima. El reto residía en que la superficie estaba inclinada y subirla era muy complicado. Pero sí, lo consiguió, de alguna extra?a forma.

?El problema? Que ya estaba agotada cuando llegó al último obstáculo.

?El horror? Que resultó ser el peor de todos.

Eran diez cuerdas colgando dos metros por encima del barro. Estaban colocadas a una distancia exacta de un metro una de la otra. La única forma de llegar al final del circuito era enganchándose a una y pasando a la siguiente sin caerse. Y así hasta llegar a la última.

Alice solo aguantó hasta la tercera.

Obviamente cayó al suelo, agotada, se llenó de barro y notó un dolor agudo en las rodillas que le indicó que le saldrían moretones. Le dolía todo. Y los pulmones le ardían. Y ahora también tenía las manos escocidas.

Deane se acercó a ella con una sonrisita triunfal.

—Tal como esperaba, novata. Un desastre.





13


    El mecanismo

de un beso


Después de la clase de Deane, Alice tenía la sensación de que podía dejar que la atrapasen los de Ciudad Capital y ni siquiera le importaría lo más mínimo.

La última lección del día, la que tenían justo antes de comer, era la especialidad. Es decir, los de tecnología tenían una clase con Geo, los de lucha, con Deane, los de enfermería, con Tina y, si estabas en armas, como Alice, te tocaba ir a ver a Rhett.

Casi lloró de la alegría al llegar a la sala de tiro. Había pasado tantas horas allí dentro que casi se sintió como si volviera a casa. Tenía el cuerpo entero manchado de barro seco y sangre en las manos, y estaba tan agotada que solo quería irse a dormir.

Rhett la miró de reojo cuando entró, pero no dijo nada.

De hecho, su carácter fue muy distinto a como había sido con el otro grupo. Se comportó de una forma mucho más fría, habló menos y no hizo bromas. Ni siquiera crueles. Era preocupante.

El amigo de Shana, Tom, estuvo con Alice la mayor parte del tiempo, así que al menos se quitó de encima el peso de intentar averiguar qué tenían que hacer. Además, la rutina de ese día ya la había practicado con Rhett, así que básicamente fueron dos horas de repaso.

Al terminar la clase, todo el mundo fue a la cafetería. Bueno, todos menos Alice, a quien le quedaba otra hora de divertida y jovial clase extra.

Jake estaría orgulloso si la viera usando la ironía.

Cuando se acercó a él, Rhett estaba apoyado en una de las mesas descargando una pistola. Al oírla, la miró de arriba abajo, se fijó en el barro que le cubría gran parte del cuerpo y esbozó media sonrisita divertida.

—Veo que ya te has estrenado en el circuito.

—Pues sí.

—?Y qué tal es Deane como profesora?

—La odio.

Rhett levantó la cabeza y frunció el ce?o al instante.

—No digas eso aquí.

—Aquí nadie me oye. —Alice se cruzó de brazos, le seguían doliendo.

—Yo te oigo.

—?Y qué? ?Irás corriendo a chivarte?

Rhett se apartó de la mesa y pasó por su lado para dejar unas cuantas cosas en la estantería. A Alice le pareció ver una peque?a sonrisa divertida en su rostro.

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