Ciudades de humo (Fuego #1)(130)
—?Algún problema con el negro?
—Debería preguntarte lo mismo. ?Eres emo o algo así? ?O solo te gusta parecerlo? —Alicia lo miró—. Ya sabes, esas chicas que tienen problemas y existencias desgraciadas y que lo reflejan vistiéndose y ti?éndose el pelo de negro, perforándose el cuerpo y siendo antipáticas con el mundo...
—Muy agudo, pero no. —Ella negó con la cabeza—. No soy emo por ir de negro. Aunque debería decir que tu camiseta también es negra. Y tu pelo. Incluso tus ojos son oscuros.
—Cierto. —Alargó la mano—. Me llamo Gabe.
—Alicia —respondió ella, un poco a la defensiva.
—Bueno, Alicia. —Gabe sonrió—. Si no te importa, he oído que escuchabas uno de mis grupos favoritos, así que me gustaría quedarme aquí sentado contigo antes de volver con esa panda de mandriles.
Alicia sonrió un poco e, inconscientemente, se colocó el pelo detrás de la oreja.
—Vale, siéntate.
Gabe se acomodó a su lado.
—?Me dejas uno?
Ella se quitó un auricular y le rozó los dedos cuando Gabe se lo puso, sonriendo un poco. Se miraron un momento. Era guapo. Alicia sintió que sus ojos se movían un momento hacia sus labios. Eran bonitos, también. ?Cuánto hacía que no besaba a un chico? Desde lo de Erik, casi medio a?o.
Aunque al principio hubiera dudado, el muchacho enseguida le transmitió confianza.
—?Cuál es tu favorita? —Gabe se?aló su móvil.
Alicia pasó algunas canciones hasta llegar a la suya, la que siempre tenía en la cabeza.
—?Dani California? —Gabe sonrió—. Menudo cliché.
—?Algún problema?
—Ninguno. Tú solo ponla.
Cuando ella obedeció, Gabe se apoyó en la pared con una sonrisa, rozando el hombro de ella con el suyo, y Alicia no pudo evitar sonreír también.
23
El castigo
interminable
Al día siguiente, la clase de Deane se le hizo todavía más pesada que de costumbre. Y mira que era difícil.
Y es que, ahora que Kenneth no estaba —Alice no sabía qué había sido de él—, todo el mundo la miraba como si ella fuese la responsable. ?Qué culpa tenía Alice de que hubiera estado diciendo mentiras sobre ella? ?Se lo había ganado a pulso!
Solo una persona pareció pensar lo mismo que ella.
—Se lo merecía —le dijo Davy en voz baja mientras corrían alrededor del campo.
Alice lo miró, sorprendida.
—?Qué?
—Kenneth —aclaró—. Es un idiota y se merecía la paliza que le diste.
Esa vez ella sonrió un poco.
—Ah, sí. La verdad es que sí.
—Quizá hasta se le colocó el cerebro bien gracias a ti.
Alice empezó a reírse, por lo que se ganó una mirada asesina de la mitad de sus compa?eros. Pero le dio igual, no dejó de hacerlo.
—?Puedo preguntarte algo, Davy?
—?El qué?
—?Por qué, si a nadie le cae bien Kenneth, todos me miran así por darle su merecido?
—Honestamente, yo diría que solo buscan una excusa para odiarte.
Bueno, eso no era un consuelo, precisamente. Tampoco entendía el origen de ese odio.
—Además —a?adió Davy, jadeando porque seguían corriendo—, tras la pelea, Deane llamó a unos cuantos para que fueran a hablar con ella.
—?A quiénes?
—A sus favoritos. —Se encogió de hombros—. Shana, por ejemplo.
—Y... ?sabes qué les dijo? —preguntó Alice torpemente.
Davy negó con la cabeza con una mueca.
—Supongo que les comió la cabeza para que se pusieran en tu contra.
—?Que les comió qué?
—Que los convenció de que tú eras la culpable. Por eso te miran así.
Alice no le dio mucha importancia al principio, pero al recordar que Shana estaba en ese grupo, no pudo evitar mirarla enseguida, aterrada. Ella sabía su secreto. Podía habérselo contado a Deane.
Pero, en realidad, no le pareció más distante que de costumbre. Simplemente hacía sus ejercicios, ignorándola.
—?Estás seguro?
—Si no lo estuviera, no abriría la boca —le aseguró Davy, quien de repente se puso tenso—. Cuidado, se acerca la zumbada.
Esa era la forma en la que se referían cari?osamente a su instructora.
Alice vio que, efectivamente, Deane se acercaba a ellos como si estuviera dando un paseo por el campo. Se detuvo a su lado y los vio pasar corriendo en silencio.
Sí, en silencio.
Mmm...
?Deane los dejaba pasar sin criticarlos? Eso era raro. Muy raro.
?No?
Quizá la había juzgado mal todo ese tiempo. Quizá hubiera visto que había mejorado y por eso había empezado a dejarla en paz.