Ciudades de humo (Fuego #1)(129)



—Para empezar, ya no serás mi alumna. Y yo no seré tu instructor. Max no podrá quejarse si... —él se cortó, algo avergonzado, y carraspeó—. Es decir, que podremos hacer lo que queramos. Y tendrás una casa.

—?Una casa para mí?

—O... para los dos.

La frase quedó flotando entre ellos por unos segundos. Alice se había quedado mirándolo, sin poder creerse lo que insinuaba. Rhett, por su parte, todavía tenía las orejas rojas.

—?Quieres... vivir conmigo? —preguntó ella lentamente.

—Si tú quieres..., a mí no me importaría.

—P-pero... si tú ya tienes una habitación genial.

—?Quién querría una habitación genial pudiendo...? —Se calló de nuevo, enrojeciendo todavía más, y decidió cambiar el rumbo de su argumento—. Podría mudarme, no hay problema.

—?Traerías las películas?

—Sí, claro.

—Entonces, vale.

—?Entonces, vale? —repitió ofendido—. ?Y si te hubiera dicho que no? ?Ya no me habrías querido?

—Claro que no, solo me interesan tus películas —respondió ella burlona.

—Acabo de abrirte mi corazón y tú lo has pisoteado, que lo sepas.

—Si te hubiera pisoteado el corazón, estarías muer...

—Era una forma de hablar.

—Ah. —Esta vez fue su turno de avergonzarse—. Ya lo sabía, te estaba poniendo a prueba.

—Sí, seguro.

él se contuvo para no sonreír y Alice sintió que era el momento de disculparse, así que lo hizo.

—Siento haberme metido en esa pelea —murmuró.

—No. —Rhett pareció divertido, mirándola—. No lo lamentas en absoluto, no mientas.

—Pues no —confesó en voz baja.

—La técnica de la tortuga, ?eh?

—Tuve un buen maestro.

—Y yo una alumna inmejorable.

Rhett dio un paso hacia ella y, tras dudar un momento, le puso una mano en la nuca y la acercó para darle un beso en los labios. Los mantuvo apretados con fuerza contra los de ella el tiempo suficiente como para que Tina, que se acababa de acercar a ellos tras dar la discusión por finalizada, se aclarara la garganta de manera ruidosa. Rhett se separó, relamiéndose los labios.

—Si te ignoro estos días —empezó él—, es porque...

—Es por Max, ya lo sé.

—Si hablo contigo solo empeoraré las cosas.

—Tengo muchas canciones que quiero compartir contigo. Maldito Max —protestó Alice.

Rhett sonrió y volvió a inclinarse sobre ella. Esta vez el beso no fue tan corto. Ni tan suave. Sabía a ?te he echado de menos?. Alice ni siquiera sabía que pudiera identificar un sentimiento a través de algo tan simple como un beso, pero ahí estaba.

Justo cuando levantó las manos para abrazarlo, Tina se acercó y los separó, poniéndoles mala cara.

—?Es que no se os ha ocurrido a ninguno de los dos que alguien podría entrar y veros? —protestó.

Pareció que Rhett iba a decirle algo —seguramente irónico—, pero Tina lo interrumpió al empezar a empujarlo hacia la puerta.

—?Venga, vete a preparar tus clases o a molestar a otro! En bastantes problemas estáis ya metidos.

Al final, a Rhett no le quedó más remedio que salir del hospital sin decir nada más.



*



Alicia estaba sentada en el muro de la entrada del instituto con las piernas colgando, mirando la gente pasar. Hacía unos a?os, había descubierto que allí nadie la veía. Era mucho mejor cuando nadie estaba pendiente de ella, cuando era como si se desvaneciera. Cambió la canción y empezó a tararear mientras sonaba la sirena y la gente empezaba a ir a sus clases. Ella no iría. Tenía Educación Física y sabía lo que pasaría si se quedaba sola en un vestuario con Charlotte y sus amigas. Ya tenía suficientes malos recuerdos de esos como para a?adir otro a la lista.

Bajó de un salto del muro y las plantas de los pies le dolieron unos segundos. Asegurándose de que nadie la veía, se metió en el edificio y cruzó varios pasillos hasta llegar a la puerta del tejado. Las únicas personas que había allí solían ser parejas enrollándose en las horas de recreo. Por lo demás, estaban solo ella y su música.

Colocó su chaqueta en el suelo de grava y su mochila para hacer de cojín, y se tumbó boca arriba, mirando al cielo. Nada más cerrar los ojos, se sumió en una perfecta sintonía consigo misma.

Hasta que alguien le hizo sombra.

Abrió los ojos y vio a un chico de pie a su lado. Iba vestido con una camiseta oscura y la miraba con una sonrisa.

—?No tienes clase?

—?Y tú? —preguntó, a la defensiva.

—Sí. —él se sentó a su lado, con confianza, como si se conocieran de toda la vida—. Pero no he podido evitar fijarme en el maquillaje negro, la ropa negra, las botas negras, el pelo negro...

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