Ciudades de humo (Fuego #1)(128)
—?él me ha golpeado primero!
—?Estabas encima de él, Alice! ?Y si hubiera entrado Max y no yo?
—Pero... ?se lo merecía!
—?No me importa que se lo mereciera, no puedes meterte en peleas ahora! ?No lo entiendes? Estás en el punto de mira de Max, si haces una tontería, no dudará en echarte.
—?Y qué? —Alice negó con la cabeza, sin pensar lo que decía—. Tampoco soy muy útil aquí.
—Entonces, ?qué harás? ?Te meterás en peleas hasta que te echen? ?Ese es el plan?
—?Se te ocurre algo mejor?
—Sí. Compórtate como una adulta y no te busques conflictos que no necesitas ahora mismo.
—Ya empezamos...
Rhett entrecerró los ojos.
—?Como que ?ya empezamos??
—?Puedes dejar de hablarme como si fueras mi padre? Si quiero meterme en peleas, lo haré. No eres nadie para decirme lo que tengo que hacer y lo que no. Ni siquiera sé qué hacías en nuestra habitación.
Hubo un instante de silencio en el que vio que la expresión de él se endurecía, pero Alice se obligó a sí misma a no decir nada.
—?Te crees que te lo estoy diciendo para molestar? —preguntó él en voz baja.
—No sé, quizá.
—Lo hago porque...
—?Por qué? —insistió Alice al ver que no decía nada más.
Sabía que lo que siguiera a esa frase le gustaría, y realmente necesitaba que alguien le dijera algo agradable. Especialmente Rhett.
Pero él solo apartó la mirada, incómodo.
—Por nada. Tienes razón. Haz lo que quieras.
Pasó por su lado y salió de la habitación sin pronunciar palabra. Alice soltó un resoplido y se apresuró a seguirlo, sin importarle que Tina, junto a la puerta, se quedara mirándolos.
—Espera... —Alice consiguió colocarse delante de él y detenerlo—. Lo siento, no quería decir eso. Bueno, sí que quería, pero no así.
Rhett se detuvo en seco, mirándola.
—?No ves que es para que no te echen?
—Pero ?no puedes controlar mi vida!
De nuevo, se quedaron mirándose el uno al otro unos segundos. Esta vez fue Rhett quien interrumpió el silencio, se?alando la bolsa que tenía ella en la mano.
—No te he dado el hielo para que no lo uses —le dijo, recuperando un tono menos furioso.
Alice se lo volvió a poner en la cara, incómoda.
—?Vas a llevarme al despacho de Max? —preguntó al cabo de unos segundos.
—No —le aseguró Rhett, negando con la cabeza.
—?Y Kenneth?
—Más le vale estar ya con él cuando llegue.
—?Le romperás otra vez la nariz si no? —bromeó ella en voz baja.
Por primera vez, pareció que él estaba a punto de sonreír, pero dejó de hacerlo enseguida, volviendo a la mirada severa.
—Sé que no soy nadie para obligarte a hacer esto, pero... no te metas en peleas. Ni en discusiones. Ni en nada. No lo hagas, Alice.
—Pero...
—No —la detuvo—. Si Max se entera...
—?Qué? —Ella enarcó una ceja—. ?En qué te afectaría a ti eso? —dijo, para picarlo.
Rhett cerró los ojos un momento, como si lo que fuera que quería decirle lo hiciera sentir muy incómodo. Alice casi había perdido la esperanza de que volviese a hablar cuando él la miró de nuevo.
—No quiero vivir en esta ciudad si no estás tú —le dijo finalmente.
Alice se quitó el hielo de la cara, asombrada. No se esperaba algo bonito. Y menos en ese momento. Se había sentido tan sola durante tantos días que esa peque?a muestra de afecto hizo que tuviera que tragar saliva para deshacer el nudo de su garganta.
—?En serio? —preguntó con un hilo de voz.
Rhett carraspeó, claramente incómodo.
—No te metas en líos —concluyó, con las orejas enrojecidas.
Alice luchó por no sonreír. No lo consiguió.
—Vale.
—Me da igual que te provoquen.
—Ajá.
—Si lo hacen, aléjate de la situación.
—Y ?adónde voy?
—Conmigo.
—Seguro que a Max le encantará.
—A Max le pueden dar por...
—Rhett...
—Solo tienes que... aguantar un poco más —insistió—. Sé que es una mierda, pero no puedo hacer nada por ahora. Si intentara hablar con Max probablemente solo conseguiría empeorar las cosas. Y si aguantas un poco..., bueno, a lo mejor te hace exploradora oficial.
—Está furioso conmigo, no creo que lo haga.
—Aunque esté furioso no es idiota. Sabe reconocer el talento. Y cuando le dije que eres mi mejor alumna no bromeaba, Alice.
De nuevo, era extra?o que alguien le dijera algo bueno. Ella tuvo que contenerse para no dedicarle una sonrisa radiante.
—Y ?qué cambiará si me hace exploradora? —preguntó un poco confusa.