Ciudades de humo (Fuego #1)(123)
—Una invitada provisional —masculló ella, negando con la cabeza.
—Puedes olvidarte de cualquier tipo de privilegio a partir de ahora y, por supuesto, que no te quepa duda de que voy a hablar también con Rhett.
—?Qué pasará con él? —preguntó ella asustada.
—No es asunto tuyo —replicó tajante, se?alando la puerta—. He terminado.
—Sí es asunto mío.
Max le echó una mirada que habría helado el infierno.
—Vete.
—No. —Sabía que solo estaba empeorando las cosas, pero no podía evitarlo—. Lo único que he hecho desde que llegué aquí ha sido tratar de completar mis ejercicios lo mejor que podía —le dijo, y notó que le temblaba un poco la voz—. No he hecho nada malo.
—Desde que llegaste aquí, no has hecho más que romper una norma tras otra. No sé si eres consciente de que no estás en un maldito campamento. Esto es una ciudad. Y tú todavía no formas parte de ella.
—?Y qué vas a hacer? ?Echarme?
Max apretó los dientes.
—Quizá debería.
Silencio.
Se miraron el uno al otro. Alice no apartó los ojos, pero tenía ganas de hacerlo. Incluso con lo enfadada que estaba, se sentía intimidada.
Pero eso no le impidió hablar.
—Criticáis a la gente que invadió mi antigua zona y los mató a todos, pero sabes que si me echas de la ciudad moriré tarde o temprano. Son dos formas de matar distintas, pero en el fondo es lo mismo. ?Qué diferencia hay entre tú y ellos?
Ni siquiera lo dijo enfadada. Solo triste. Max no pareció muy conmovido. Simplemente, apretó la mandíbula.
—Como no te vayas ahora mismo, te aseguro que no serás la única a la que eche de la ciudad.
Alice se quedó mirándolo un momento, impotente. No podía creerse que todo hubiera sucedido tan deprisa y tan mal. Se puso de pie, enfadada, y salió del despacho.
Nada más hacerlo, se encontró a Rhett apoyado al otro lado del pasillo. él la miró un momento, sorprendido.
Todavía tenía una marca en el labio. A ella le entraron aún más ganas de llorar.
—?Qué...? ?Por qué tienes esa cara? ?El cabrón te ha gritado?
—Entra —espetó Max desde su escritorio.
—Alice, ?qué pasa? —insistió, ignorándolo.
—?Rhett! —Se escuchó retronar la voz desde dentro del despacho, furiosa.
Alice pasó por su lado, sin ser capaz de mirarlo a la cara. Antes de llegar al final del pasillo, escuchó la puerta cerrándose con fuerza.
22
Las tortugas
que resultaron
ser muy útiles
—Eh, tú —Davy asomó la cabeza por la litera de arriba.
Alice pasó una página del libro que su compa?ero le había dejado y fingió no oír nada. No estaba de humor para mantener una conversación banal. Pero a Davy no pareció importarle.
—?Es verdad que el otro día fuiste a una exploración?
Ella lo miró, suspirando. últimamente no había hablado demasiado con nadie, ni siquiera con Davy, que era el único que le parecía simpático de su habitación. Shana y Tom la miraban como si fuera a atacarlos mientras dormían, Kenneth la insultaba cada vez que pasaba por su lado y los demás simplemente la ignoraban. Después de todo, seguía siendo la que todavía no sabía hacer nada de provecho en las clases de Deane. La rarita. La castigada. La nueva.
Su único consuelo habían sido Jake, Trisha, Dean y Saud, pero ahora tampoco los tenía a ellos. Lo peor era cuando Jake se acercaba a ella antes de detenerse en seco al recordar lo que les había dicho Max y volvía cabizbajo con los demás.
Y a Rhett ahora ya apenas lo veía.
Ya no había clases extra en las que tomar un respiro de la presión de las sesiones de entrenamiento de Deane, ya no podía ver películas con él por la noche, no podían echarse miraditas en la cafetería o en las clases generales...
Ya ni siquiera podía hablar con él de música, tenía que usar el iPod tan poco como le fuera posible para que no se gastara la batería. ?Y tenía tantas canciones que quería ense?arle! ?Aunque él las conociera perfectamente y solo fingiera sorprenderse al escucharlas para no romper sus ilusiones!
Pero ahora él la ignoraba completamente. De hecho, todavía no habían hablado. En absoluto. Y habían pasado dos semanas.
Solo hubo un momento en ese periodo en el que Rhett pareció acordarse de su existencia, y fue el día anterior. A ella se le había caído el cargador de la pistola al suelo, lo que provocó algunas risitas que se extinguieron al instante en que Rhett echó una ojeada furiosa a sus compa?eros. En cuanto él recogió el cargador y se lo puso en la mano, Alice tuvo la sensación de que tardaba más de lo normal en romper el contacto visual con ella.