Ciudades de humo (Fuego #1)(118)
Cuando estuvo lista, se acercó a los demás. Ellen le estaba diciendo algo a Max, que no parecía siquiera estar escuchándola y, sin embargo, asintió con la cabeza. Derek iba unos pasos por detrás de ellos y agarró del brazo a Alice cuando se adelantó, para colocarla a su lado.
—Lo siento —dijo abochornada.
—No pasa nada. —Derek se encogió de hombros—. No es que sean muy claros con las instrucciones.
—Pues no —masculló Alice.
Derek sonrió.
—Yo también estaba nervioso en mi primera exploración. Tranquila, esta es muy sencilla —le aseguró—. Si no, Max no te habría traído a una ciudad muerta en tu primera vez.
—?Por qué no?
—Están ocupadas por gente... poco agradable.
—Ah. —Ella no entendió nada, pero asintió con la cabeza—. ?Puedo preguntar qué se supone que tengo que hacer?
—Tú quédate a mi lado en todo momento —le dijo él, sonriendo—. Solo es un intercambio con los de las caravanas.
—?Cara... qué?
—Caravanas. Son los comerciantes oficiales de las ciudades, aunque no viven en ninguna. No dejan de moverse y nunca se posicionan con nadie, pero si tienes algo que les interese, puedes cambiárselo por algo que te interese a ti.
Así que se vendían al mejor postor, ?no? A Alice no le gustaron y ni siquiera los había conocido.
—Si actúan raro, que no te extra?e. Se dice que tienen muchos asuntos entre manos cuando no están ocupados con los intercambios.
Ella no entendió nada, así que solo lo miró con una mueca confusa.
—Ah —Derek la miró—, no creo que se dé la ocasión, pero, si ves que las cosas se ponen feas, tu trabajo es cubrir a Ellen para que pueda llegar al coche y avisar a los demás. Si no pasa nada, limítate a quedarte cerca de mí.
—Está bien —murmuró ella un poco asustada.
—Y... ahí vienen —sonrió él—. A por ellos.
Efectivamente, a más de veinte metros de distancia, a Alice le pareció distinguir unas figuras acercándose. Eran al menos cinco personas y al principio le dio la sensación de que iban de negro, pero cuando se acercaron vio que la mayoría llevaba ropa que estaba rota, vieja, grande o dada de sí. Por no hablar de la suciedad. Y eran todo hombres.
El que los encabezaba no debía de llegar a los treinta a?os, con el pelo casta?o echado hacia atrás y la barba corta. Era el más limpio y el más distinguible por su gabardina marrón. Tenía aspecto atractivo. Mandíbula marcada, ojos claros y burlones, complexión atlética... No encajaba muy bien en el grupo.
—Charles —saludó Max cuando llegaron a su altura.
—Max. —él sonreía ampliamente, como si se lo estuviera pasando en grande—. ?Te has traído a tu mujer y a tu hija para que den un paseo o qué?
El guardián no pareció reaccionar en absoluto mientras Alice fruncía el ce?o. ?Max tenía una hija? ?Quién...?
—Ah, no, claro, murieron. Soy taaaaaan torpe. ?Quiénes son estas? —Su mirada se clavó en Alice al instante y entrecerró los ojos con interés—. Mmm..., estoy acostumbrado a hacer negocios con se?ores viejos y amargados, no con jovencitas con cara de corderito asustado. ?Eres la nueva?
—Hemos venido por un intercambio, te lo recuerdo. —Max, de nuevo, no pareció escuchar lo que había dicho.
Ellen sí, porque su cara delataba perfectamente lo que pensaba del tal Charles.
Alice se preguntó si debería mantener el semblante neutro, aunque la verdad es que seguía nerviosa. Podía notar la mirada afilada de Charles clavada sobre ella, como si quisiera comprobar algo. Fuera lo que fuese, Alice no quería saberlo.
—Perdón por querer quitar tensión a todo esto. —Charles se rio solo, moviendo los brazos como si espantara a una avispa. ?Qué le pasaba?
—Estúpidos yonquis —susurró Derek.
Alice se quedó pensativa durante un breve momento. Había oído esa palabra. Estaba segura. Yonqui.
No, no la había oído. ?La había leído!
En su antigua zona, había encontrado un libro sobre comportamientos humanos escondido entre el resto. Supo que la matarían si la veían con eso, así que lo ocultó en el fondo de una de las estanterías y lo leyó a ratos, durante su tiempo a solas. Tardó una eternidad en terminarlo, pero valió la pena.
Y recordaba el capítulo de las adicciones. Drogas. Esa palabra había sido muy usada. Alice ya no se acordaba del nombre de ninguna, pero sí de que tomarlas estaba mal visto entre humanos.
Por lo tanto, quizá ese tal Charles tomara drogas.
—?Tienes mi material? —preguntó Max, haciendo que Alice volviera a centrarse.
—Traigo lo que me pediste. —Charles no dejaba de sonreír—. Pero primero quiero ver lo que me pertenece.
Max lo pensó un momento y después miró a Derek. Este hizo un gesto a Alice para que lo acompa?ara, y se dirigió al coche. Entre ambos, cargaron una de las cajas grandes, que estaba protegida por una lona, y volvieron hasta el grupo.