Ciudades de humo (Fuego #1)(127)



—?Vas a escucharme ahora? —preguntó el instructor sin siquiera levantar la voz.

—?Me has golpeado! —gritó el chico con voz nasal por cubrirse la nariz—. ?No puedes pegarme!

—?Por qué? ?Por ser un guardián? —Rhett puso los ojos en blanco—. No me obligues a hacerlo otra vez.

—P-pero...

—Y, ahora, vete con Max antes de que pierda definitivamente la paciencia.

Hubo un momento de silencio en el que Kenneth no pareció poder reaccionar, al menos hasta que Rhett se acercó a él, hecho una furia.

—?Ahora, principiante!

Kenneth se marchó prácticamente corriendo, claro. Alice no podía culparlo.

—Ha sido culpa suya —dijo Annie, en medio del silencio, lo que hizo que todo el mundo se volviera hacia ella—. De Alice. Ella lo ha empezado.

Rhett se quedó mirándola unos segundos. Annie pareció arrepentirse de haber abierto la boca.

—Eres una principiante —dijo Rhett. Luego miró a su amiga—. Y tú también.

Ellas intercambiaron una mirada confusa.

—?Y qué?

—Que, hasta donde yo sé, tenéis una habitación propia. ?No es así?

—Eh... —Annie se quedó en blanco.

—íbamos a volver ahora mis... —empezó Jenell.

Pero no sirvió de nada. Rhett se?aló la puerta.

—La próxima vez tendréis una sanción cada una. Marchaos de aquí.

Hablaba tan calmado que daba miedo. Y las dos chicas se apresuraron a irse. Cuando se volvió hacia Alice, ella notó que la mezcla de sentimientos entre haberlo echado de menos y tenerle cierto temor bullía en su interior y la confundía totalmente.

—Y tú... —Se interrumpió a sí mismo al ver que todo el mundo los estaba mirando—. ?Alguien más quiere una sanción o qué?

Todo el mundo se apresuró a volver a su cama. La habitación se quedó tan en silencio que Alice sintió como si estuviera sola con Rhett. Todavía no se había movido, y le entraron ganas de arrastrarse hasta su litera cuando vio que él la volvía a mirar.

—?Piensas quedarte ahí mirándome todo el día, principiante?

Alice tuvo el impulso de decir que no era una principiante, pero se limitó a dirigirse a su cama en silencio, tensa. Seguía notando sus ojos clavados en ella.

Y, cuando él se volvió para marcharse, dijo sin pensar:

—?Puedo hablar contigo?

él se quedó de pie un momento, tenso, y Alice volvió a tener la sensación de que todo el mundo la miraba. Pero se mantuvo firme.

Tras lo que pareció una eternidad, Rhett la miró por encima del hombro y asintió una sola vez con la cabeza, saliendo de la habitación sin esperarla.

Alice soltó un suspiro de alivio, se apresuró a ir tras él y lo alcanzó mientras bajaba la escalera.

—?Vas a...? —intentó preguntar Alice.

—Aquí no —le dijo Rhett secamente.

Ella se calló enseguida y bajó la escalera siguiéndolo. Kenneth estaba fuera del edificio de los guardianes, esperando de brazos cruzados. Frunció el ce?o al verlos llegar.

—Vete al despacho de Max —le volvió a decir Rhett sin detenerse, por lo que los dos tuvieron que apresurarse a seguirlo para escucharlo—. Dile que enseguida iré yo a explicarle lo que ha pasado.

—Pero...

—Creo —Rhett se detuvo y lo miró— que he dicho que fueras al despacho de Max.

Kenneth apretó los labios y se marchó, furioso. Rhett, por su parte, siguió andando y solo se detuvo al llegar al hospital. Tina estaba en bata de trabajo, transportando una bandeja con tubos y líquidos de colores. Pareció sorprendida al verlos llegar.

—Ahora no —le dijo Rhett cuando intentó preguntar algo, y siguió andando.

Tina miró a Alice, interrogativa, pero la muchacha no supo qué decir y solo se encogió de hombros. Rhett no se detuvo hasta que llegó a una de las puertas traseras de la sala. Entró en ella y cerró bruscamente cuando Alice se metió tras él.

Era una estancia cuadrada, minúscula, con dos contenedores cerrados. él abrió uno, sacó una bolsa de hielo y se la lanzó a Alice, que la atrapó al vuelo y se la puso bajo el ojo izquierdo, dolorida.

Durante unos segundos, solo hubo un silencio muy tenso y muy incómodo. Al menos para ella, que tenía la cabeza baja, como una ni?a peque?a que había sido pillada haciendo una travesura.

Aunque casi prefirió el silencio a la mirada ardiente —en el peor de los sentidos— que le clavó Rhett al dar un paso hacia ella.

—?Se puede saber...? —él hizo una pausa, cerrando los ojos—. ?En qué demonios pensabas?

—Yo...

—No, mejor no respondas —la cortó él furioso—. Está claro que no pensabas.

—Rhett, no ha sido...

—No ha sido culpa tuya, ?no? Hasta donde yo sé, una pelea es entre dos personas, y ese chico estaba en el suelo cuando he entrado.

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