La noche del jaguar (Psy-Changeling #2)(105)



Su mente era una tormenta eléctrica en esos momentos, pero se negó a claudicar. En su lugar, cada vez que el placer amenazaba con dominarla, se aferraba con fuerza al vínculo de pareja.

—Buena chica —murmuró Vaughn, con la mano en su trasero—. Me parece que sé lo que estás haciendo. Puedo sentirte aferrándote a mí en lo más profundo de mi ser.

No cabía la menor duda de que estaba complacido, pues podía percibirlo en la sensualidad indulgente que se traslucía en su voz. Sin pararse a pensar en las repercusiones de que lo que iba a hacer tuviera éxito, le envió una imagen erótica a través del vínculo solo para ver si podía hacerlo.

Vaughn apretó la mano.

—Cielo, puedo ver una imagen, pero creo que acabas de leerme la mente.

Fue el único aviso antes de que la asaltara con la boca, pura exigencia y fiero calor. Faith gritó nada más sentirle y llegó al orgasmo cuando la lamió de nuevo. Diez minutos después, se estremecía sin control mientras Vaughn la mantenía en esa posición aferrándola de las caderas. Era un hombre implacable. Pero tampoco entonces sufrió una crisis, su mente absorbió las sensaciones como si estuviera famélica.

—Aguanta —susurró roncamente, un soplo de aire rozando la carne sensible de forma exquisita.

Faith gimoteó… y Vaughn utilizó los dientes para capturar la carne inflamada del clítoris. Se sintió inundada por un negra oleada. El placer era tan intenso, tan increíblemente sensual que sollozó mientras se deshacía en mil pedazos, aferrándose al vínculo con una desesperación nacida de la más absoluta necesidad.

Entonces la tomó.

Caliente, duro, dominante, nada de lo anterior podía compararse con aquello. Mientras la reclamaba, se sintió marcada a un nivel que iba más allá del sexo y del deseo, se sintió conquistada, poseída.

?Es algo mutuo.? Aquel pensamiento fue de su mente a la de Vaughn, un sentimiento que no requería de palabras para ser comprendido.

—Oh, sí, cielo. Soy tuyo.

Resolló contra el cuello de Faith cuando se inclinó para besar aquel lugar en su garganta donde latía el pulso antes de erguirse, aferrándola de las caderas y montándola hasta llevarlos a ambos al éxtasis.

Ni siquiera entonces se derrumbó, no se volvió loca… no se quebró.

Solo unas horas después, Faith se encontraba junto al cuerpo tenso de Vaughn mientras aguardaban en el patio de la universidad privada donde ella había localizado a la víctima. No podía ver a los demás a través de las gafas de espejo, pero sabía que estaban allí, como sombras silenciosas con la misión de asegurarse de que se hiciera justicia.

Estaba nerviosa, más rebosante de energía física de lo que lo había estado nunca, la naturaleza salvaje de Vaughn se mezclaba con la suya a un nivel que iba más allá de la telepatía. Se estaba convirtiendo en un diminuto jaguar con cada contacto, y eso le parecía bien. A veces era necesario tener arrojo. Ese día, el arrojo la estaba ayudando a soportar el impacto de tantas mentes desprotegidas en su radio de alcance.

Mientras miraba el campus arbolado, a los estudiantes caminar solos o en grupos, Faith sintió que su resolución se convertía en granito. Si fracasaban, una mujer inocente perdería la vida, aquel campus quedaría para siempre te?ido por una oscuridad que ninguna cantidad de jabón y agua serían capaces de limpiar y el fantasma de Marine jamás descansaría en paz.

Así que no iban a fracasar.

—Le cogeremos —le dijo Vaughn al oído, con voz ronca.

—?Cómo es que siempre sabes lo que estoy pensando? —preguntó—. No te estaba trasmitiendo nada.

Después de hacer el amor de forma tan apasionada la noche pasada habían dedicado cierto tiempo a descubrir que, aunque Vaughn no podía escuchar sus palabras, sí podía leer con inequívoca exactitud las emociones que ella le enviaba a través del vínculo que los unía.

—Hay otras formas de saberlo y voy a pasarlo en grande mostrándotelas todas.

Tras sus jocosas palabras subyacía una nota acerada. El jaguar no estaba al mando en esos momentos, pero acechaba muy, muy cerca de la superficie. Porque ella podía estar en peligro.

—Vaughn, no soy débil. Puedo protegerme sola. —Mientras estuviera con él, no moriría como había hecho la hermana de Vaughn, pero tampoco le heriría refiriéndose abiertamente a un suceso que le había marcado tan profundamente. Sin embargo, podía intentar hablar sobre esas cicatrices de un modo indirecto—. Ayer no tuve ninguna crisis y hubo un tiempo en que lo habría creído imposible. Mi fortaleza aumenta con cada día que pasa. —Cierto era que, al ser una psi, no le habían ense?ado nada acerca de las emociones, pero sí sobre estrategia. Esa habilidad podía usarse para hacer el bien tanto como para hacer el mal—. ?Vaughn? —dijo al ver que él no respondía.

—?Sí?

—No todo lo que tiene que ver con los psi es algo malo, ?verdad?

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