La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(113)


Sascha se puso la máscara.

—Se?or.

—Tu escudo tiene una fractura.

—Gracias, se?or. Ya he comenzado a repararlo. No es nada importante.

?Por qué, entonces, el consejero se molestaba en hablarle de ello? Comprendía que su madre lo hubiera hecho. Nikita tenía un interés personal en asegurarse de que el secreto de Sascha no saliera a la luz; eso socavaría su propia posición.

Lo cual hizo que Sascha se preguntase por qué le había permitido vivir. ?No habría sido más sencillo exterminarla una vez que hubiera descubierto que era imperfecta? ?O ni siquiera los psi eran capaces de matar a sus jóvenes? Entonces recordó a Marlee y a Toby y sus esperanzas se vinieron abajo.

—Tienes unos patrones de pensamiento muy poco comunes.





25


—Algunas de mis habilidades son bastante inusuales, se?or.

Eso no le decía nada. Sus habilidades ocultas bien podían incluir cierto grado de clarividencia, que no deseaba que supieran sus competidores, o un centenar de cosas distintas.

—Siempre supe que eras una mujer interesante, pero nunca imaginé que eras así de perfecta.

En la aterciopelada noche de la PsiNet, Sascha sintió que un escalofrío la recorría.

?Perfecta.? ?Para qué propósito era perfecta?

—Un gran cumplido.

No podía moverse. Los poderes de Enrique estaban por todas partes… la había rodeado con tanto sigilo como un leopardo en plena cacería.

—Pensé que eras como yo —dijo con un tono que pasó de ser educado a burlón—. Pero eres totalmente distinta.

De no haber tenido intenciones de desconectarse de la red, le habría entrado el pánico al ver el modo en que él había desplegado sus escudos para cercar su estrella. Porque aquello era una trampa. Nikita le había ense?ado aquella variante hacía mucho tiempo. A veces compensaba tener una madre cuyo poder radicaba en el asesinato y el veneno.

Enrique creía que estaba manteniendo una conversación telepática. Una vez tuviera rodeada su estrella la atraería hasta la PsiNet, y en cuanto emergiera, encerraría dentro de un escudo la parte de su ser que ella enviara para reunirse con él. Un psi era vulnerable durante los primeros milisegundos después de manifestarse en el plano psíquico, el tiempo que se tardaba en alzar los cortafuegos móviles. Casi nadie poseía el poder necesario para tender una trampa en un lapso tan infinitesimal.

Sin embargo, Enrique no era un psi corriente; con seguridad podría hacerlo. Si lo conseguía, escindiría la parte errante del resto de su psique. Una captura fructuosa era una de las maneras más brutales de paralizar el cuerpo físico de un psi. Si la parálisis se mantenía durante demasiado tiempo, la conexión subyacente entre el ser y la mente se rompía, y las dos partes de la psique eran incapaces de sobrevivir a la separación.

El resultado era la muerte y la absorción de esa parte errante de la conciencia de la víctima en la inmensidad de la PsiNet. Había quien sostenía la teoría de que era así como se había originado la MentalNet, con las mentes perdidas de los psi que habían sido víctimas de emboscadas o se habían perdido por otros motivos en los negros cielos de la red.

—No estoy segura de a qué se refiere, se?or.

—Creo que ha llegado el momento de discutirlo, Sascha. —Enrique estaba en todas partes. Frío y enfocado como el mejor de los láseres.

—Estoy en una reunión.

—Cancélala. —Las paredes habían comenzado a estrecharse.

—Mi madre me ha dado instrucciones para que cierre este trato.

Aquello era malo, muy malo. Lo que no acertaba a comprender era por qué Enrique iba a por ella.

No había nada perceptiblemente anómalo en los patrones que estaba dejando que se filtraran. Las se?ales eran muy débiles y procedían de una parte profunda de la conciencia de un cambiante a la que normalmente un psi no tenía acceso, no sin destrozar la mente para entrar. Solo un psi que hubiera hecho eso entendería lo que estaba viendo.

—Estoy harto de esperar a que encuentres el tiempo. A menos que quieras que te lleve ante el Consejo, quiero verte. Ahora.

—?En qué se basará para llevarme ante el Consejo? —Imprimió a su tono mental toda la seguridad de alguien que ha nacido cardinal, alguien cuya madre era una consejera.

—No eres pura, Sascha. Piensas como ellos. — Su acusación destilaba una confianza suprema —. Como los animales con quienes tan bien trabajas.

Pillada completamente por sorpresa, estuvo a punto de delatarse. No sabía que Enrique hubiera tenido algún contacto con los cambiantes. ?Cómo era capaz de reconocer dicha influencia en su firma mental?

—Estoy segura de que se equivoca.

—He estado dentro de sus mentes. Sé exactamente cómo son.

La trampa mental de Enrique era prácticamente sólida. No había forma de que hubiera podido salir en caso de que hubiese planeado hacerlo. Enrique era más fuerte de lo que había imaginado, posiblemente el cardinal más fuerte de la red.

—?Cómo?

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