La noche del cazador (Psy-Changeling #1)(117)



Sascha vio hasta qué punto la pantera la adoraba, que su corazón latía solo por ella y que la vida daría paso a la muerte después de que ella se hubiera ido. La bestia estaba furiosa con ella por intentar arrebatarle a su compa?era y el hombre lo estaba aún más, pero bajo toda esa ira había deseo, necesidad, amor. Un amor tan intenso y abrasador que no tenía principio ni fin.

Se retiró, boquiabierta, dejando que sus mentes se separasen, permitiéndoles así albergar pensamientos privados una vez más. De algún modo, Lucas supo que si se lo pedía, ella se abriría otra vez a él. Sascha era suya y él era suyo. Tenían privilegios que iban más allá de la piel.

Sascha le miró con la cara empapada de lágrimas.

—Te he matado. Te he matado. ?Te he matado!

Sabía que Lucas estaba furioso con ella, pero estaba demasiado cabreada como para que eso le importase. ?Cómo podía haberla obligado a hacer aquello? Daba igual que el vínculo de pareja no fuera algo que se pudiese controlar. Por lo que a ella concernía, si él hubiese aceptado su decisión, si la hubiese dejado marchar, no se habría formado. Incluso en esos momentos, le estaba absorbiendo la vida para poder mantenerse sana y fuerte. Su vida por la de Lucas. ?Maldito, fuera!

Habían pasado diez horas desde que el plan había sido ejecutado con éxito.

Agotado por su intento de atraparla, los poderes de Enrique no bastaron para oponer resistencia a los cambiantes. Por improbable que pudiera parecer, había mantenido a Brenna encerrada en su apartamento insonorizado, a salvo porque ningún psi podía sentir su sufrimiento. Estaba viva. Los soldados de SnowDancer y DarkRiver también habían garantizado la seguridad de Sascha. Nadie iba a perseguirla a ella o a los cambiantes.

—Hemos cobrado venganza —le dijo Hawke en el salón de la casa franca. Su mirada incluyó a Dorian—. Y les dejamos un mensaje. Si algo te pasa, iremos a por todos y cada uno de los miembros del Consejo, independientemente de quién te haya echado los perros encima. Lo que le hicimos a Enrique parecerá un juego de ni?os.

—?Cómo podéis estar seguros de que eso los mantendrá a raya? —Sascha conocía demasiado bien al Consejo.

—El mensaje que dejamos —dijo Hawke, sus ojos eran una llama azul pura— estaba grapado a la lengua de Enrique. Tatiana Rika-Smythe recibió la lengua en un estuche recubierto de terciopelo que depositamos en su dormitorio. A Nikita se le mandó lo que quedó de la cabeza.

Sascha no podía respirar. Intentó hablar, pero nada salió de su boca. Hawke continuó con su sangriento relato:

—Se ha prometido enviar personalmente un trozo de Enrique a los consejeros de fuera de la zona… me parece que les dejaremos los regalos en la almohada.

Sascha sintió que la bilis le subía a la garganta y aferró la mano de Lucas.

—?Cómo habéis podido…?

—No le hemos hecho nada que él no le hiciera a nuestras mujeres —replicó Dorian rechinando los dientes—. Nosotros le hicimos menos… ?él violó sus mentes!

Sascha le miró, sintió su angustia —angustia que la venganza no había mitigado— y supo que tenía que aceptar lo que él había hecho. Era la compa?era de su alfa y, por primera vez, supo lo que eso conllevaba. Sin saber bien qué estaba haciendo, cruzó la estancia y tomó su rostro entre las manos. Dorian se quedó inmóvil. Cuando le rozó los labios con los suyos, un suspiro pareció recorrerle el cuerpo.





26


Lucas no gru?ó, no actuó como una bestia territorial. Era suya y aquello formaba parte de lo que el clan necesitaba de ella. Calor humano, amor, afecto. A veces un simple beso era la mejor forma de dar afecto a los machos más fuertes. Ellos lo aceptarían en tanto que podrían rechazar las palabras de consuelo. Cómo lo sabía era un misterio para ella.

Cuando se alejó sintió una pu?alada en el corazón. Dorian la miraba como si ella le perteneciera, como si estuviese seguro de ella, como si fuera uno más del clan. Y lo era.

Durante los próximos meses… hasta que arrastrase a Lucas consigo a la inconsciencia y luego a la muerte.

—Eso no es todo —dijo Hawke cuando Sascha se volvió de nuevo hacia él—. Nos hemos asegurado de que supieran que tenemos conocimiento de la violencia existente en la población psi. Enrique confesó ante la cámara sin problemas. Le gustaba hablar.

—No pueden consentir que eso salga a la luz. —Sascha observó a su compa?ero dirigirse hacia ella y sintió que algo suave y caliente se tensaba en su interior. La ira no era una barrera contra la pasión que su compa?ero podía despertar en ella—. El Silencio sería considerado un fracaso.

—Tal vez eso fuera algo bueno —dijo Tamsyn.

—Solo si existe algo que lo sustituya. Divulgar esa información sin contar con un modo de capear las consecuencias sería una irresponsabilidad. —Sacudió la cabeza.

—Una onda expansiva de esa magnitud podría mutilar a miles de inocentes.

Cuando algo sucede en el plano psíquico, tiene sus efectos en el plano físico. —Ella lo sabía bien. Nada la había preparado para el calvario que había sufrido.

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