Espejismos(80)
—?Estás segura de que esto funcionará? —pregunta Ava, que no deja de observarme mientras saco mi última botella de elixir de la mochila.
—Tiene que hacerlo. —Miro a Damen: está tan pálido, tan débil, tan… viejo. Pero sigue siendo Damen. Los vestigios de su asombrosa belleza siguen presentes, aunque un poco estropeados por el paso acelerado de los a?os que reflejan su cabello plateado, su piel casi traslúcida y el abanico de arrugas que rodea sus ojos—. Es nuestra única esperanza —agrego.
Me despido de Ava con un gesto de la mano antes de ponerme de rodillas. La puerta se cierra detrás de mí mientras aparto el pelo de la cara de Damen y lo obligo con delicadeza a beber.
Al principio se niega, mueve la cabeza de un lado a otro y aprieta los labios con firmeza. Pero cuando le queda claro que no voy a desistir, se rinde. Deja que el líquido se deslice por su garganta y su piel recupera la calidez y el color. Al acabar la botella, me mira con tal amor y adoración que me siento abrumada por la felicidad. Sé que ha vuelto.
—Te he echado de menos —murmuro. Asiento con la cabeza, parpadeo y trago saliva con fuerza. Mi corazón se llena de amor cuando aprieto los labios contra su mejilla. Todas las emociones que me ha costado tanto mantener a raya salen a la superficie mientras lo beso una y otra vez—. Te pondrás bien —le digo—. Volverás a ser el de antes muy pronto.
Mi súbito estallido de felicidad se viene abajo como un globo pinchado cuando sus ojos se vuelven oscuros y recorre mi cara de arriba abajo con la mirada.
—Me abandonaste —susurra.
Sacudo la cabeza. Quiero que sepa que eso no es verdad, que nunca lo abandoné. Fue él quien me abandonó a mí, pero no fue culpa suya, y lo perdono. Le perdono todo lo que me ha hecho o dicho… aunque ya es demasiado tarde. En realidad, eso ya no importa…
Sin embargo, solo le digo:
—No. No te abandoné. Has estado enfermo. Muy, muy enfermo. Pero ya ha acabado todo y pronto te pondrás mejor. Tienes que prometerme que beberás el antídoto cuando… —?Cuando Ava te lo dé?. Son palabras que no me atrevo a decir, que no voy a decir, ya que no quiero que sepa que este será nuestro último momento juntos, nuestra despedida final—. Lo único que necesitas saber es que te pondrás bien. Pero debes alejarte de Roman. No es tu amigo. Es malvado. Intenta matarte, así que debes recuperar las fuerzas para poder derrotarlo.
Presiono la boca contra su frente, su mejilla… Soy incapaz de detenerme hasta que he cubierto todo su rostro de besos. Saboreo mis propias lágrimas en la comisura de sus labios e inspiro con fuerza con la esperanza de grabar a fuego en mi cerebro su esencia, su sabor, el contacto de su piel. Deseo conservar su recuerdo allí donde vaya.
Sin embargo, incluso después de decirle que lo quiero… incluso después de tumbarme a su lado, estrecharlo entre mis brazos y presionar su cuerpo contra el mío… incluso después de quedarme allí durante horas, tendida a su lado mientras duerme… incluso después de cerrar los ojos y mezclar mi energía con la suya con la esperanza de sanarlo con mi amor, mi esencia y mi propio ser, con la esperanza de conservar una peque?a parte de mí en él… Incluso después de todo eso, en el instante en que me alejo, Damen vuelve a decirlo.
Pronuncia una acusación desde su estado de enso?ación que va dirigida solo a mí.
—Me abandonaste.
Y no es hasta que le digo mi último adiós y cierro la puerta cuando me doy cuenta de que no se refiere a nuestro pasado.
Está profetizando nuestro futuro.
Capítulo cuarenta y tres
Voy por el pasillo hasta la cocina. Siento un peso en el corazón, las piernas entumecidas… y a cada paso que me alejo de Damen la cosa se vuelve peor.
—?Estás bien? —pregunta Ava, que está de pie junto al horno, preparando un poco de té.
Como si las últimas horas no hubieran pasado.
Sacudo la cabeza y me apoyo contra la pared sin saber muy bien qué responder, incapaz de hablar. Porque lo cierto es que si hay algo que no me siento es ?bien?. Vacía, hueca, desamparada, horrible, deprimida… eso sí. Pero ?bien? No.
Lo cual se debe a que soy una canalla. Una traidora. La peor clase de persona que uno se puede encontrar. A pesar de todas las veces que he tratado de imaginarme esa escena, de imaginar cómo sería mi último momento con Damen, jamás creí que acabaría así.
Jamás creí que me acusaría. Aunque está claro que lo merezco.
—No tienes mucho tiempo. —Ava mira el reloj de la pared y luego a mí—. ?Quieres tomar un poco de té antes de marcharte?
Sacudo la cabeza. Todavía tengo que decirle algunas cosas, y debo hacer unas cuantas paradas más antes de marcharme para siempre.
—?Sabes lo que tienes que hacer? —le pregunto. Observo cómo asiente antes de llevarse la taza de té a los labios—. Porque te estoy confiando todo lo que me importa. Si esto no sale de la manera que pienso, si la única que vuelve al pasado soy yo, tú serás mi única esperanza. —Clavo la mirada en sus ojos. Necesito que entienda lo importante que es todo esto—. Tienes que cuidar de Damen, él… él no se merece nada de esto y… —Se me rompe la voz, así que aprieto los labios y aparto la mirada. Sé que tengo que continuar, que todavía hay muchas cosas que debo decirle, pero necesito un momento antes de hacerlo—. Y vigila a Roman. Parece guapo y encantador, pero eso no es más que una fachada. Por dentro es malvado. Intentó matar a Damen y es el responsable de que haya acabado así.