Espejismos(75)
Estoy tan concentrada en cómo explicar esas cosas que no veo venir su pregunta:
—Ever, ?te has saltado las clases hoy?
Me quedo paralizada. Observo cómo mira mi escritorio y se fija en el montón de hierbas, velas, aceites, minerales y todas las cosas extra?as que no está acostumbrada a ver… al menos agrupadas de esa manera… como si tuvieran un propósito… como si su disposición fuera mucho menos aleatoria de lo que parece a primera vista.
—Pues sí… Me dolía la cabeza. Pero no era para tanto. —Me dejo caer sobre la silla de mi escritorio y empiezo a hacerla rodar hacia delante y hacia atrás con la esperanza de apartar su atención de la mesa.
Sabine pasea la vista entre el experimento alquímico y yo, y está a punto de ponerse a hablar cuando le digo:
—Bueno, no es para tanto ahora que se me ha pasado. Porque, créeme, antes lo era. Tuve una de mis migra?as. Ya sabes cómo me pongo cuando me pasa.
Me siento como la peor sobrina del mundo… una mentirosa desagradecida… una charlatana que no dice más que tonterías. No sabe la suerte que tiene de poder librarse de mí tan pronto.
—Tal vez sea porque no comes lo suficiente. —Suelta un suspiro, se quita los zapatos con los pies y me estudia con detenimiento antes de a?adir—: Aunque lo cierto es que pareces crecer a marchas forzadas. ?Estás incluso más alta que hace unos días!
Me miro los tobillos y me quedo atónita al ver que los vaqueros nuevos que hice aparecer me quedan mucho más cortos que esta ma?ana.
—?Por qué no fuiste a la enfermería si no te sentías bien? Sabes que no tienes permiso para marcharte de esa manera.
La miro con atención. Desearía poder decirle que no se preocupe, que no malgaste un solo segundo más de su tiempo preocupándose por mí, que pronto acabará todo. Porque, aunque voy a echarla de menos, está claro que su vida mejorará. Se merece algo mejor que esto. Se merece a alguien mejor que yo. Y es agradable saber que pronto disfrutará de un poco de paz.
—Es una enfermerucha —le digo—. Lo único que hace es repartir aspirinas, y ya sabes que eso no me hace nada. Solo necesitaba volver a casa y tumbarme un rato. Es lo único que me funciona. Así que… me fui.
—?Y lo hiciste? —Se inclina hacia mí—. Me refiero a lo de volver a casa. —Y en el momento en que nuestros ojos se encuentran, sé que me está desafiando. Que es una prueba.
—No. —Suspiro y clavo la vista en la alfombra antes de ondear la bandera blanca—. Fui en coche hasta el ca?ón y…
Ella me observa, a la espera.
—Me quedé allí durante un rato. —Respiro hondo y trago saliva con fuerza, a sabiendas de que eso es lo máximo que puedo acercarme a la verdad.
—Ever, ?todo esto es por Damen?
Y, en el instante en que la miro a los ojos, me echo a llorar sin poder evitarlo.
—Ay, cielo… —me dice en un murmullo. Abre los brazos de par en par y yo salto de la silla para arrojarme a ellos. Todavía no me he acostumbrado a mis piernas larguiruchas, y estoy a punto de tirarla al suelo con la torpeza de mis movimientos.
—Lo siento —le digo—. Yo… —Pero soy incapaz de acabar la frase. Una nueva oleada de lágrimas inunda mis ojos y me echo a llorar otra vez.
Ella me acaricia el pelo mientras sollozo y susurra:
—Sé lo mucho que lo echas de menos. Sé lo duro que debe de resultar para ti…
Sin embargo, en el instante en que pronuncia esas palabras, me aparto. Me siento culpable por fingir que todo esto es por Damen cuando lo cierto es que solo es por él en parte. También es porque echo de menos a mis amigos (tanto a los de Laguna como a los de Oregón). Y porque echo de menos mi vida… tanto la que me labré aquí como la que estoy a punto de recuperar en Oregón. Porque, aunque es obvio que todos estarán mejor sin mí, y cuando digo ?todos? me refiero a todos, incluido Damen, eso no significa que las cosas sean más fáciles.
Pero hay que hacerlo. No me queda otro remedio.
Y, cuando lo pienso así, bueno, me resulta más fácil aceptarlo. Porque la verdad es que, sea cual sea la razón, me han concedido una oportunidad increíble, de esas que solo se presentan una vez en la vida.
Y ha llegado el momento de regresar a casa.
Solo desearía tener algo más de tiempo para despedirme.
Al pensar en eso me entra de nuevo la llorera. Sabine me abraza con más fuerza y me susurra palabras de aliento. Me aferró a ella y me acurruco entre sus brazos, donde me siento segura… y querida… y a salvo.
Como si todo fuera a salir bien.
Y, mientras la estrecho con los ojos cerrados y la cara hundida contra su cuello, muevo los labios con suavidad para decirle adiós.
Capítulo cuarenta
Me despierto temprano. Supongo que se debe a que es el último día de mi vida, al menos de la vida que he construido aquí, y a que estoy impaciente por vivirlo tan intensamente como pueda. Estoy segura de que seré recibida por los coros habituales de ??Lerda!? y ??Fracasada!?, y los más recientes de ??Bruja!?. Pero el hecho de saber que será la última vez que los escuche hace que todo resulte diferente.