Espejismos(78)







Capítulo cuarenta y uno


Cuando salgo del aula, casi espero encontrarme fuera a Roman, mirándome con ese brillo de burla en los ojos, pero no está. Y, cuando llego a las mesas del comedor, averiguo por qué.

Está actuando. Manejando a todos los que están a su alrededor, controlando todo lo que dicen y hacen… como un director de orquesta, un titiritero o el director de pista de una carpa de circo. Y, justo cuando una idea empieza a formarse en lo más recóndito de mi cerebro, justo cuando esa percepción empieza a tomar forma… lo veo.

A Damen.

El amor de todas y cada una de mis vidas se tambalea en dirección a la mesa del comedor, tan inestable, tan ojeroso y desali?ado que no me cabe duda alguna de que las cosas están progresando a un ritmo alarmante. Nos estamos quedando sin tiempo.

Y, cuando Stacia se gira, hace una mueca y sisea: ??Fracasado!?, me quedo atónita al ver que no se dirige a mí.

Se dirige a Damen.

Y, en cuestión de segundos, todos los alumnos corean lo mismo. Todo el desprecio que una vez reservaron para mí ahora se concentra en él.

Observo a Miles y a Haven, que suman sus voces al coro, y salgo corriendo hacia Damen. Me asusta encontrar su piel tan fría y húmeda. Sus pómulos altos ahora están hundidos; y esos ojos oscuros que en su día encerraban tantas promesas y tanta calidez ahora están cubiertos de léga?as y son incapaces de concentrarse en nada. Y, a pesar de que sus labios están secos y agrietados, siento el innegable impulso de rozarlos con los míos.

Porque da igual el aspecto que tenga, da igual lo mucho que haya cambiado: sigue siendo Damen. Mi Damen. Joven o viejo, sano o enfermo, da igual. Es el único que me ha importado en la vida… el único al que he querido… y nada de lo que Roman o cualquier otra persona pueda hacer cambiará eso.

—Hola —susurro con la voz rota y los ojos llenos de lágrimas.

Desconecto de los gritos de burla que nos rodean y me concentro solo en él. Me odio a mí misma por haberle dado la espalda el tiempo suficiente como para que suceda esto, porque sé que él jamás habría permitido que me ocurriera algo así.

Se vuelve hacia mí e intenta enfocar la mirada y, justo cuando me parece haber captado un atisbo de reconocimiento, desaparece tan rápido que estoy segura de haberlo imaginado.

—Vámonos de aquí —le digo mientras tiro de su manga e intento que se apoye en mí—. ?Qué te parece si nos saltamos las clases? —Sonrío con la esperanza de recordarle nuestra rutina habitual de los viernes.

Apenas hemos llegado a la verja cuando aparece Roman.

—?Por qué te molestas? —pregunta, con los brazos cruzados y la cabeza inclinada hacia un lado para que el tatuaje del uróboros resulte visible.

Sujeto con fuerza el brazo de Damen y entorno los ojos, decidida a dejar atrás a Roman cueste lo que cueste.

—En serio, Ever. —Sacude la cabeza y pasea la mirada entre nosotros dos—. ?Por qué desperdicias tu tiempo? Está viejo, achacoso, casi decrépito… Siento decírtelo, pero según pintan las cosas, parece que se le ha acabado el tiempo en este mundo. No creo que quieras malgastar tu dulce y joven néctar con este dinosaurio, ?verdad?

Me mira con un brillo peculiar en sus ojos azules y una sonrisa en los labios. Observa la mesa del comedor justo cuando el volumen de los gritos empieza a subir.

Y de repente lo sé.

Esa idea que me ha estado reconcomiendo por dentro, aguijoneándome las entra?as en un intento por llamar mi atención, ha sido por fin escuchada. Y, aunque no estoy segura de si estoy o no en lo cierto, aunque sé que me moriré de vergüenza si me equivoco, clavo la mirada en la multitud de estudiantes y me fijo en Miles, en Haven, en Stacia, en Honor, en Craig… en todos los chicos que imitan a todos los demás sin pensárselo dos veces, sin preguntarse ni una vez por qué.

Respiro hondo, cierro los ojos y concentro toda mi energía en ellos antes de gritar:

—???Despertad!!!

Y luego permanezco inmóvil, demasiado avergonzada como para mirarlos ahora que sus gritos de desprecio se dirigen a mí y no a Damen. Pero no puedo permitir que eso me detenga: sé que Roman los ha hipnotizado de algún modo, que los ha sumido en una especie de trance que los obliga a hacer todo lo que les ordena.

—Ever, por favor… Sálvate mientras puedes. —Roman se echa a reír—. Ni siquiera yo podré ayudarte si insistes en seguir adelante.

No lo escucho… No puedo escucharlo. Debo encontrar una forma de detenerlo… ?De detenerlos a todos! Tengo que encontrar una manera de despertarlos, de chasquear los dedos para…

?Chasquear los dedos!

?Eso es! Chasquearé los dedos y…

Respiro hondo, cierro los ojos y grito con todas mis fuerzas:

—?Os despertaréis en cuanto chasquee los dedos! ?Ahora!

Lo único que consigo es que mis compa?eros se vuelvan más salvajes aún. Sus ridículos gritos aumentan de volumen mientras arrojan una avalancha de latas de refresco a mi cabeza.

Roman suspira y me mira a los ojos antes de hablar.

—Ever, en serio… Insisto. ?Abandona de una vez esta gilipollez! ?Estás loca de remate si crees que eso va a funcionar! ?Qué harás ahora? ?Darles una palmadita en la mejilla?

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