Espejismos(76)



En Hillcrest High (el instituto al que voy a regresar) tengo muchísimos amigos, así que la perspectiva de entre semana resulta mucho más atractiva, casi divertida. No recuerdo ni una sola vez en la que me sintiera tentada de saltarme las clases (como me ocurre aquí todo el tiempo) y nunca me deprimió la idea de no encajar.

Y, para ser sincera, creo que esa es la razón por la que tengo tantas ganas de regresar. Porque, dejando a un lado la emoción que me produce la posibilidad de volver a ver a mi familia, el hecho de tener un grupo de amigos que me quieren y me aceptan tal como soy… hace que la decisión resulte mucho más fácil.

Una decisión que tomaría en un abrir y cerrar de ojos si no fuera por Damen.

No obstante, aunque apenas puedo aceptar la idea de que jamás volveré a verlo de nuevo (jamás volveré a sentir el contacto de su piel, la calidez de su mirada ni sus labios sobre los míos), sigo empe?ada en seguir adelante.

Si eso significa recuperar mi antigua vida y regresar con mi familia… en realidad no me queda otra opción.

Drina me mató para poder quedarse con Damen. Y Damen me trajo de vuelta para poder seguir conmigo. Y, aunque lo quiero con locura, aunque se me parte el corazón ante la posibilidad de no volver a verlo, ahora sé que cuando me devolvió la vida alteró el orden natural de las cosas. Me convirtió en algo que jamás debería haber sido.

Y mi deber es volver a colocarlo todo en su lugar.

Me sitúo delante del armario para buscar mis vaqueros más nuevos, un suéter negro con cuello de pico y mis flamantes bailarinas negras… la misma ropa que llevaba puesta en la visión. Después me paso los dedos por el pelo, me aplico un poco de brillo de labios y me pongo los pendientes con brillantes diminutos que mis padres me regalaron en mi decimosexto cumplea?os (porque ellos se darían cuenta al instante si no los llevo puestos). La pulsera con forma de herradura que Damen me regaló no tiene lugar en la vida a la que voy a regresar, pero no pienso quitármela.

Luego cojo el bolso, echo un último vistazo a mi habitación, ridiculamente grande, y me encamino hacia la puerta. Estoy impaciente por examinar por última vez la vida que no siempre disfruté y de la que probablemente no recordaré nada. Necesito despedirme de algunas personas y arreglar unas cuantas cosas antes de marcharme para siempre.

Empiezo a buscar a Damen en el mismo instante en que entro en el aparcamiento del instituto. Lo busco a él, su coche, cualquier cosa, cualquier nimiedad, lo que sea. Quiero ver cualquier cosa relacionada con él mientras pueda, así que me siento muy decepcionada al comprobar que no está.

Aparco el coche y me dirijo a clase. Intento no dejarme llevar por el pánico, no sacar conclusiones precipitadas, no reaccionar de forma exagerada por que todavía no haya llegado. Porque, aunque se está volviendo más y más normal a medida que el veneno destruye poco a poco las mejoras conseguidas en cientos de a?os, a juzgar por el aspecto que tenía ayer (todavía maravilloso, sexy y nada envejecido), me da la impresión de que todavía faltan bastantes días para que toque fondo.

Además, sé que aparecerá tarde o temprano. ?Por qué no iba a hacerlo? Es la estrella indiscutible del instituto. El más guapo, el más rico, el que organiza las fiestas más increíbles o, al menos, eso he oído. Casi le hacen una ovación cuando aparece. ?Quién resistiría algo así, eh?

Camino entre los estudiantes y me fijo en la gente con la que nunca he hablado y que jamás me ha dirigido la palabra salvo para gritarme cosas horribles. Y, aunque estoy segura de que ellos no me echarán de menos, no puedo evitar preguntarme si se darán cuenta de que me he ido. Si todo sale como lo he planeado, volveré al pasado, ellos volverán al pasado y el tiempo que he vivido aquí se convertirá en un mero parpadeo en sus pantallas.

Respiro hondo y me encamino hacia la clase de lengua mientras me preparo mentalmente para ver a Damen con Stacia, pero cuando entro, me la encuentro sola. En realidad está cuchicheando con Ho?or y con Craig, como de costumbre, pero Damen no está por ningún lado. Y, cuando paso a su lado de camino a mi sitio, lista para esquivar cualquier cosa que pueda arrojar en mi camino, solo me encuentro silencio. Es obvio que se niega a reconocer mi presencia y que no piensa molestarse en ponerme la zancadilla, y eso me llena de miedo e intranquilidad.

Después de sentarme en mi sitio y colocar mis cosas, me paso los siguientes cincuenta minutos paseando la mirada entre el reloj y la puerta, más nerviosa a cada segundo que pasa. Me imagino toda clase de posibilidades horribles hasta que por fin suena el timbre y salgo pitando hacia el pasillo.

Ha llegado la cuarta hora y Damen sigue sin aparecer, así que está a punto de darme un síncope cuando entro en la clase de historia y veo que Roman tampoco está.

—Ever —dice el se?or Mu?oz cuando me pongo a su lado para contemplar con la boca abierta y un nudo en el estómago el sitio vacío de Roman—, tienes mucho trabajo que hacer para ponerte al día.

Lo miro de reojo. Sé que quiere hablar sobre mi asistencia a clase, las tareas que me faltan y otros asuntos irrelevantes que no necesito oír. Corro hacia la puerta, atravieso el patio a la carrera y dejo atrás las mesas del comedor antes de detenerme en la acera. Suelto un suspiro de alivio cuando lo veo. Bueno, no lo veo a él, pero veo su coche. El resplandeciente BMW negro que tanto solía mimar y que ahora tiene una gruesa capa de polvo y barro está aparcado de cualquier manera en una zona no autorizada.

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