Espejismos(79)



Me quedo donde estoy, respirando entre jadeos. Sé que no me equivoco, a pesar de lo que él diga. Estoy segura de que los ha hechizado, de que ha sumido sus mentes en alguna especie de trance…

Y en ese preciso instante recuerdo un documental que vi una vez en la tele, un documental en el que el hipnotizador no sacaba a los pacientes del trance dándoles una palmada en la cara o chasqueando los dedos, sino tocando las palmas después de contar hasta tres.

Respiro hondo mientras observo a mis compa?eros, que se están subiendo a la mesa y a los bancos para poder arrojarme mejor las sobras de su comida. Y sé que es mi última oportunidad, que si esto no funciona… bueno… no sé qué podré hacer.

Así que cierro los ojos y grito:

—?DESPERTAD!

Luego cuento hacia atrás del tres al uno y doy dos palmadas.

Y después…

Después… Nada.

El instituto se queda en silencio mientras la gente se recupera poco a poco.

Se frotan los ojos, bostezan y se desperezan, como si hubieran despertado de una siesta muy larga. Miran a su alrededor confundidos, preguntándose por qué están encima de la mesa junto a personas a las que consideran bichos raros.

Craig es el primero en reaccionar. Está tan cerca de Miles que sus hombros casi se tocan, así que salta hacia el otro extremo. Se reafirma buscando la compa?ía de sus colegas atletas y reivindica su virilidad dándoles un pu?etazo en el hombro.

Y, cuando Haven observa su palito de zanahoria con una expresión de repugnancia, no puedo evitar sonreír, porque sé que la gran familia feliz ha vuelto a su rutina habitual de insultar, despreciar y desairar a todos salvo a los de su círculo. Todos han regresado a un mundo en el que aún reinan el odio y el desprecio.

Mi instituto ha vuelto a la normalidad.

Me giro hacia la verja preparada para derribar a Roman si es necesario, pero él ya se ha marchado, así que agarro a Damen con más fuerza y lo conduzco a través del aparcamiento hasta mi coche. Miles y Haven, los amigos a quienes he echado tanto de menos y a quienes nunca volveré a ver, nos siguen los pasos.

—Sabéis que os adoro, ?verdad, chicos? —Los miro y sé que se han quedado pasmados, pero tenía que decirlo.

Se miran el uno al otro con expresión alarmada, preguntándose qué puede haberle ocurrido a la chica a quien en su día apodaron como la Reina de Hielo.

—Sí… claro… —dice Haven, sacudiendo la cabeza. Sin embargo, sonrío y los abrazo a ambos con fuerza mientras le susurro a Miles:

—Pase lo que pase, no dejes de actuar y de cantar, eso te traerá… —Me quedo callada un momento. No sé si debería contarle que he visto el destello de las luces de Broadway, ya que no quiero que se limite a pensar en el futuro y se pierda el camino que aún le queda por recorrer. Así que a?ado—: Te traerá mucha felicidad.

Y antes de que pueda responder, me dirijo a Haven. Sé que debo acabar rápido con esto para poder llevar a Damen a casa de Ava, pero estoy decidida a decirle que se quiera más, que deje de imitar a otros, que merece la pena seguir con Josh.

—Vales mucho —le digo—. Tienes mucho que dar… Ojalá pudieras ver lo brillante que es la estrella que te guía.

—?Venga, cállate ya! —exclama ella, que se echa a reír mientras se libera de mi abrazo—. ?Te encuentras bien? —Nos mira a Damen y a mí con el ce?o fruncido—. ?Qué narices le pasa a este? ?Por qué va tan encorvado?

Sacudo la cabeza y subo al coche. No puedo desperdiciar más tiempo. Y, mientras salgo marcha atrás del aparcamiento, saco la cabeza por la ventanilla y grito:

—Una cosa, chicos, ?sabéis dónde vive Roman?





Capítulo cuarenta y dos


Jamás creí que agradecería mi súbito estirón ni el tama?o de mis nuevos bíceps, pero la verdad es que de no haber sido por mi estatura y mi nueva fuerza (y el estado demacrado de Damen, claro) nunca habría conseguido llevarlo casi en volandas hasta la puerta de Ava. Aguanto el peso de su cuerpo mientras llamo a la puerta, preparada para echarla abajo si es necesario. Pero me siento aliviada al ver que ella la abre y nos hace una se?al para que entremos.

Me dirijo al pasillo mientras Damen se tambalea a mi lado y me detengo frente a la habitación a?il. Y me quedo boquiabierta al ver que Ava vacila a la hora de abrirla.

—Si tu habitación es tan sagrada y pura como tú te piensas, ?no crees que ayudará a Damen? ?No te parece que necesita toda la energía positiva que pueda obtener? —Sé que le preocupa que la energía ?contaminada? de un hombre enfermo y moribundo corrompa la estancia, lo cual me parece tan absurdo que no sé por dónde empezar.

Ava me mira a los ojos durante más tiempo de lo que mi agotada paciencia puede soportar y cuando por fin accede, la dejo atrás rápidamente para acomodar a Damen en el sofá del rincón y cubrir su cuerpo con el chai de lana que ella siempre coloca cerca.

—El líquido rojo está en el maletero, junto con el antídoto —le digo al tiempo que le arrojo las llaves del coche—. El elixir no servirá de mucho hasta dentro de un par de días, pero Damen mejorará mucho esta noche, cuando salga la luna llena y el antídoto esté listo. Puedes darle el líquido más tarde para ayudarlo a recuperar fuerzas. Aunque es probable que no lo necesite, ya que todo volverá atrás. Pero aun así… por si acaso… —Asiento con la cabeza, deseando sentir la certeza que destila mi voz.

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