Espejismos(83)



—En cuanto a eso… —Camino a su lado mientras nos dirigimos al aparcamiento. Me meto el cabello detrás de las orejas y a?ado—: Hay un peque?o cambio de planes. Papá y mamá van a salir, y se supone que debo hacer de canguro de Riley…

—?Y eso te parece un ?peque?o? cambio de planes? —Rachel para en seco justo antes de llegar al aparcamiento y recorre con la mirada las filas de coches, decidida a ver quién va con quién.

—Bueno, supuse que quizá querrías pasarte por casa cuando se acostara y… —Pero me quedo callada. No me molesto en terminar la frase, porque está claro que no me escucha. En el instante en que he mencionado a mi hermana peque?a… la he perdido. Rachel pertenece a ese extra?o grupo de chicas que jamás fantasean con tener hermanos o hermanas. Le gusta ser el centro de atención.

—Olvídalo —me dice—. Los peque?ines tienen los dedos pegajosos y las orejas grandes; no se puede confiar en ellos. ?Qué te parece ma?ana?

Sacudo la cabeza una vez más.

—No puedo. Es el día familiar. Nos vamos al lago.

—?Ves? —Rachel asiente con la cabeza—. Ese es justo el tipo de cosas a las que no tienes que enfrentarte cuando tus padres están separados. En nuestra casa, el día familiar es cuando nos reunimos en el juzgado para discutir sobre la cuantía del cheque de la custodia.

—No sabes la suerte que tienes —le digo, aunque me arrepiento de haber hecho ese comentario en cuanto las palabras escapan de mis labios. Porque no solo es mentira, sino que me provoca tal sensación de tristeza y de culpabilidad que me gustaría poder retirarlo.

Aunque da igual, porque Rachel no me escucha. Está demasiado ocupada intentando llamar la atención de la asombrosa Shayla Sparks, la estudiante de último a?o más guay que haya pisado jamás los pasillos de este instituto. Mi amiga la saluda frenéticamente con la mano, y poco le falta para ponerse a dar saltos y a gritar como una histérica en su intento por recibir el saludo de Shayla, que está ocupada invitando a sus colegas a subir a su Volkswagen Escarabajo azul celeste. Rachel baja la mano y finge rascarse la oreja, como si no le molestara en absoluto que Shayla no se haya dignado responder su saludo.

—Confía en mí, ese coche no es tan guay —le digo al tiempo que consulto el reloj y observo el aparcamiento. Me pregunto dónde narices se ha metido Brandon, porque a estas alturas ya debería estar aquí—. El Miata se conduce mejor.

—?Cómo dices? —Rachel me mira de reojo y frunce el ce?o con una expresión de absoluta incredulidad—. ?Y cuándo has llevado tú uno de esos coches?

Doy un respingo y escucho el eco de esas palabras en mi cabeza. No tengo ni idea de que por qué he dicho, eso.

—Hum… No lo he hecho. —Me encojo de hombros—. Supongo… supongo que debo de haberlo leído en algún sitio.

Rachel entrecierra los ojos para recorrer mi atuendo con la mirada, desde mi suéter negro de cuello de pico hasta mis vaqueros, cuyos bajos arrastran por el suelo.

—?Y de dónde has sacado esto? —Me agarra de la mu?eca.

—Por favor… Lo has visto un millón de veces. Me lo regalaron las Navidades pasadas —le digo mientras intento soltarme.

Veo que Brandon se acerca y no puedo evitar fijarme en lo mono que está cuando el cabello le cae sobre los ojos.

—?El reloj no, estúpida! ?Esto! —Le da unos golpecitos a la pulsera que hay junto al reloj, la que tiene herraduras plateadas con cristalitos rosas incrustados… Una pulsera que no me suena de nada, aunque noto una sensación rara en el estómago cuando la miro.

—Yo… no lo sé —murmuro. Me siento violenta cuando ella me mira boquiabierta, como si me estuviera volviendo loca—. Bueno, supongo que debe de habérmela enviado mi tía, esa de la que te hablé, la que vive en Laguna Beach…

—?Quién vive en Laguna Beach? —pregunta Brandon, que me rodea con el brazo mientras Rachel nos mira.

Mi amiga pone los ojos en blanco cuando él se inclina para besarme. No obstante, el contacto de sus labios me resulta extra?o y desconcertante, así que me aparto a toda prisa.

—Mi coche está aquí —dice Rachel antes de echar a correr hacia el todoterreno de su madre. Aunque se vuelve un instante para a?adir por encima del hombro—: Avísame si hay algún cambio… en los planes de esta noche, ya sabes.

Brandon me mira y me estrecha aún más fuerte, aplastándome contra su pecho. Y eso solo consigue que note de nuevo esa sensación rara en el estómago.

—?Si cambia qué? —pregunta, ajeno a la forma en que me retuerzo para escapar de sus brazos y a mi súbito desinterés… Lo que es un alivio, ya que no tengo ni la menor idea de cómo explicarlo.

—Ah, quiere ir a la fiesta de Jaden, pero yo tengo que quedarme a cuidar de mi hermana —le digo al tiempo que entro en su Jeep y arrojo la mochila al suelo, junto a mis pies.

—?Quieres que me pase por tu casa? —Sonríe—. Ya sabes, por si acaso necesitas ayuda.

—?No! —exclamo con demasiada energía, demasiado rápido. Y sé que debo rectificar en cuanto veo la expresión de su cara—. Quiero decir que Riley se queda despierta hasta tarde, así que lo más probable es que no sea una buena idea.

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