Espejismos(88)



—No puedes volver atrás, Ever. No puedes cambiar el pasado. Lo hecho hecho está. —La miro con el ce?o fruncido, porque no sé muy bien de qué está hablando. Sin embargo, cuando abro la boca para preguntárselo, sacude la cabeza y dice—: Este es nuestro destino. No el tuyo. ?Te has parado a pensar que quizá tu destino fuera sobrevivir? ?Que, tal vez, no fue solo Damen quien te salvó?

La miro con la boca abierta, intentando encontrar sentido a sus palabras. Y, cuando echo un vistazo al coche para ver si mis padres lo han escuchado también, descubro que todo está congelado. Las manos de mi padre están pegadas al volante y sus ojos, que no parpadean, están fijos al frente; la página que mi madre pretendía pasar se ha detenido a medio camino; y la cola de Buttercup se ha quedado paralizada a media asta. Miro a través de la ventanilla y veo que los pájaros están parados en pleno vuelo y que los demás automovilistas permanecen inmóviles a nuestro alrededor. Y, cuando miro a Riley de nuevo, veo que su penetrante mirada se clava en mí cuando se inclina hacia delante, y queda claro que nosotras somos las únicas que podemos movernos.

—Tienes que regresar —dice con voz firme y segura—. Tienes que encontrar a Damen… ?antes de que sea demasiado tarde!

—?Demasiado tarde para qué? —grito al tiempo que me acerco a ella, desesperada por entender algo—. ?Y quién demonios es Damen? ?Por qué has pronunciado ese nombre? ?Qué significa…?

Sin embargo, antes de que pueda terminar, ella pone los ojos en blanco y me aleja de un empujón, como si nada hubiera ocurrido.

—Uf, eres un poco pesadita, ?no? —Sacude la cabeza—. En serio, Ever, ?no invadas mi espacio vital! Porque, a pesar de lo que él cree… —se?ala a nuestro padre—, no me importas lo más mínimo.

Pone cara de exasperación y se da la vuelta para cantar con voz ronca y desafinada una canción de Kelly Clarkson al compás de su iPod. Ajena a mi madre, que sonríe y le pellizca con suavidad la rodilla; ajena a mi padre, que me mira a través del espejo retrovisor y comparte conmigo una mirada y una sonrisa, una broma entre nosotros.

Todavía conserva esa sonrisa cuando un enorme camión aparece delante de nosotros, golpea el costado de nuestro coche y hace que el mundo se vuelva negro.





Capítulo cuarenta y ocho


Al momento siguiente me encuentro sentada en mi cama, con la boca abierta en un grito silencioso que nunca tuvo oportunidad de salir y ser oído. Después de perder a mi familia por segunda vez en un a?o, lo único que me queda es el eco de las palabras de Riley:

?Tienes que encontrar a Damen… ?antes de que sea demasiado tarde!?.

Me levanto de la cama de un salto y corro hacia la sala de estar; voy directa hacia el minifrigorífico y descubro que el elixir y el antídoto han desaparecido. No sé si eso significa que soy la única que ha retrocedido en el tiempo mientras todos los demás se quedaban aquí o si he regresado al momento en que me marché… cuando Damen seguía en peligro y yo huí.

Bajo las escaleras a toda velocidad, tan deprisa que los escalones no son más que un borrón bajo mis pies. No tengo ni idea de en qué día estamos, pero sé que tengo que encontrar a Ava antes de que sea demasiado tarde.

Sin embargo, en cuanto llego al descansillo, Sabine grita:

—?Ever? ?Eres tú?

Me quedo paralizada al verla aparecer tras la esquina con un delantal lleno de manchas y una bandeja llena de brownies en la mano.

—Ah, genial. —Sonríe—. Acabo de prepararlos según la vieja receta de tu madre, ya sabes, esa que siempre solía hacer, y quiero que pruebes uno y me digas qué te parece.

Permanezco inmóvil, incapaz de hacer otra cosa que parpadear. Me obligo a reunir una paciencia que no tengo y le digo:

—Estoy segura de que te han salido genial. Oye, Sabine, yo… —Pero ella no me deja terminar.

Se limita a inclinar la cabeza hacia un lado y dice:

—Bueno, ?no piensas probar uno al menos?

Sé que esto no es solo porque quiere verme comer; se trata también de conseguir cierta aprobación… ?mi? aprobación. Se ha estado planteando si tiene o no capacidad para cuidar de mí, si es responsable en cierto modo de mis problemas de conducta; cree que si hubiera manejado mejor las cosas, nada de esto habría ocurrido. Mi brillante, exitosa e incansable tía, que jamás ha perdido un caso en un juicio, desea… mi aprobación.

—Solo uno —insiste—. ?Te aseguro que no voy a envenenarte! —Y, cuando sus ojos se clavan en los míos, no puedo evitar darme cuenta de que su elección de palabras, en apariencia fortuita, esconde algún tipo de mensaje que me incita a apresurarme. Pero sé que primero debo terminar con esto—. Estoy segura de que no son ni de lejos tan buenos como los de tu madre, porque ella era sin duda la mejor, pero se trata de su receta… y por alguna razón me desperté esta ma?ana con la abrumadora necesidad de hacerlos. Así que pensé que…

A sabiendas de que Sabine es capaz de embarcarse en toda una sesión de argumentación con el fin de convencerme, estiro la mano hacia la pila de brownies. Cojo el más peque?o, con la idea de comérmelo y salir corriendo. Pero, cuando veo una inconfundible letra ?E? justo en el medio… lo entiendo.

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