Espejismos(92)
—No lo escuches —insiste Rayne—. No está aquí para ayudarte, pero ?yo sí! Fui yo quien te envió la visión en Summerland aquel día; fui yo quien te mostró todos los ingredientes necesarios para salvarlo. Te denegaron el acceso a los registros akásicos porque ya habías hecho una elección. Intentamos mostrarte el camino, intentamos ayudarte y evitar que te marcharas, pero te negaste a escuchar. Y ahora…
—Creí que no sabíais por qué estaba allí. —La miro con los ojos entornados—. Creí que tú y tu hermana no podíais acceder… —Me quedo callada y miro a Roman, a sabiendas de que debo pensar cuidadosamente lo que estoy a punto de decir—. Creí que no podíais ver ciertas cosas.
Rayne me observa con expresión afligida y dice:
—Nunca te hemos mentido, Ever. Y jamás te hemos enviado en la dirección equivocada. No podemos ver ciertas cosas, eso es cierto. Romy es empática y yo soy clarividente, así que juntas podemos percibir sensaciones y visiones. De ese modo te encontramos la primera vez, y hemos tratado de guiarte desde entonces utilizando la información que percibíamos. Desde que Riley nos pidió que cuidáramos de ti…
—?Riley? —La miro con la boca abierta y una sensación nauseabunda en el estómago. ?Cómo es posible que mi hermana esté implicada en esto?
—La conocimos en Summerland y le ense?amos el lugar. Incluso fuimos al colegio juntas, al internado privado que ella hizo aparecer. Por eso vamos vestidas así. —Se?ala su falda de cuadros y su chaqueta de punto, el uniforme que ella y su hermana llevan siempre.
Recuerdo que Riley siempre quiso ir a un internado, porque, según decía, así podría librarse de mí. Así que tiene sentido que hiciera aparecer uno.
—Luego, cuando ella decidió… —Se queda callada y mira a Roman antes de continuar— cruzar al otro lado, nos pidió que cuidáramos de ti si te veíamos por allí.
—No te creo —replico, aunque lo cierto es que no tengo motivos para no hacerlo—. Riley me lo habría dicho, me habría… —Pero entonces recuerdo que una vez me dijo algo sobre que había conocido a alguien que le había ense?ado el lugar y me pregunto si se refería a las gemelas.
—También conocemos a Damen. él… nos ayudó en una ocasión… hace muchísimo tiempo… —Y, cuando me mira, estoy a punto de echarme atrás. Sin embargo, como percibiéndolo, a?ade—: Pero si esperas unas horas más hasta que el antídoto esté completo, Romy vendrá y…
Miro a Damen (su cuerpo escuálido, su piel pálida y pegajosa sus ojos hundidos, su respiración jadeante… Las inhalaciones y exhalaciones parecen más débiles a cada segundo que pasa) y sé que no tengo elección.
Doy la espalda a Rayne para mirar a Roman y le digo:
—Vale, explícame qué tengo que hacer.
Capítulo cincuenta y uno
Roman asiente. Me mira fijamente antes de arrebatarme el antídoto y dice:
—Necesitamos algo afilado.
Entorno los ojos, sin entenderlo del todo.
—?De qué estás hablando? Si eso es realmente el antídoto, tal y como me has dicho, ?por qué no puede bebérselo sin más? Está listo, ?no? —Se me encoge el estómago bajo el peso de su mirada, tan firme y concentrada en mí.
—Es el antídoto. Pero requiere un último ingrediente para estar completo.
Tomo una bocanada de aire. Debería haber sabido que las cosas nunca resultan tan sencillas cuando Roman está implicado.
—?De qué se trata? —pregunto con una voz tan temblorosa como mi cuerpo—. ?Qué te traes entre manos?
—Vamos, vamos… —Esboza una sonrisa—. No te preocupes. No es nada complicado… y no nos llevará horas, por supuesto. —Sacude la cabeza mirando a Rayne—. Lo único que necesitamos para poner el espectáculo en marcha es un par de gotas de tu sangre. Eso es todo.
Lo miro fijamente, sin comprender. ?Qué influencia puede tener mi sangre sobre la vida y la muerte?
Sin embargo, Roman se limita a devolverme la mirada y responde la pregunta que ronda mi mente cuando dice:
—Para salvar a tu compa?ero inmortal, él debe consumir un antídoto que contenga una gota de sangre de su verdadero amor. Créeme, es la única manera.
Trago saliva con fuerza, menos preocupada por el derramamiento de sangre que por la posibilidad de que me esté tomando el pelo y pierda a Damen para siempre.
—Seguro que no te preocupa no ser el verdadero amor de Damen… ?verdad? —pregunta con una sutil sonrisa en los labios—. ?Crees que debería llamar a Stacia?
Cojo una tijera que tengo a mi lado y me la acerco a la mu?eca. Estoy a punto de clavármela cuando Rayne grita:
—?No, Ever! ?No lo hagas! ?No creas lo que te dice! ?No escuches ni una sola de sus palabras!
Miro a Damen, observo el lento subir y bajar de su pecho y sé que no hay tiempo que perder. Sé en lo más profundo de mi corazón que le quedan minutos, no horas. Luego bajo la tijera con fuerza y observo cómo su punta afilada penetra en mi mu?eca y está a punto de partírmela en dos. Escucho el alarido de Rayne, un chillido tan desgarrador que ahoga todos los demás sonidos mientras Roman se agacha a mi lado para recoger la sangre. Y, aunque experimento una ligera sensación de desvanecimiento y un peque?o mareo, pasan solo unos segundos antes de que mis venas se regeneren y mi piel cicatrice. Así que agarro la botella sin hacer caso de las protestas de Rayne y rompo el círculo. La empujo a un lado mientras me dejo caer de rodulas al suelo y coloco los dedos bajo el cuello de Damen para obligarlo a beber. Su respiración se vuelve más y más débil… hasta que se detiene por completo.