Espejismos(89)
Es mi se?al.
La que he estado esperando todo este tiempo.
Justo cuando ya había perdido la esperanza, Riley ha hecho lo que prometió.
Ha marcado el brownie más peque?o de la bandeja con mi inicial, lo mismo que solía hacer siempre.
Y, cuando busco el más grande y veo que tiene una ?R? grabada, sé sin lugar a dudas que es cosa suya. El mensaje secreto, la se?al que me prometió justo antes de marcharse para siempre.
No obstante, puesto que no quiero ser como esas personas chifladas que encuentran un significado oculto hasta en una bandeja de dulces recién horneados, echo una mirada a Sabine y le digo:
—?Has hecho tú… ? —Se?alo mi brownie, el que tiene mi inicial grabada en el medio—. ?Has puesto tú esta letra?
Ella frunce el ce?o, primero para mirarme a mí y luego al observar el pastel. Luego sacude la cabeza y se?ala:
—Oye, Ever, si no quieres probarlo, no tienes por qué hacerlo. Solo pensé que…
Antes de que termine la frase, cojo el brownie de la bandeja y me lo meto en la boca. Cierro los ojos mientras saboreo su esponjosa textura y me sumerjo de inmediato en esa típica sensación de ?hogar?. Ese lugar maravilloso que he tenido la suerte de poder visitar de nuevo, aunque por un corto espacio de tiempo. Y por fin me doy cuenta de que el hogar no se encuentra solo en un único lugar: está allí donde tú desees que esté.
Sabine me mira con expresión preocupada, a la espera de mi aprobación.
—Intenté hacerlos en otra ocasión, pero no me quedaron ni de cerca tan buenos como los de tu madre. —Se encoge de hombros y me mira con timidez, impaciente por obtener mi veredicto—. Ella solía bromear diciendo que utilizaba un ingrediente secreto, pero ahora me pregunto si hablaba en serio o no.
Trago saliva con fuerza antes de lamerme las migajas de los labios. Luego le digo con una sonrisa:
—Sí que había un ingrediente secreto. —Su expresión se viene abajo, como si eso significara que no están buenos—. El ingrediente secreto era el amor —le explico—. Y tú debes de haberlo utilizado en grandes cantidades, porque están increíbles.
—?De verdad? —Sus ojos se iluminan.
—De verdad. —La abrazo con fuerza, pero me aparto después de un breve momento—. Hoy es viernes, ?no?
Ella me mira con el entrecejo fruncido.
—Sí, es viernes. ?Por qué? ?No te encuentras bien?
Asiento con la cabeza y salgo corriendo hacia la puerta. Me queda menos tiempo del que pensaba.
Capítulo cuarenta y nueve
Me detengo frente a la casa de Ava, aparco el coche de cualquier manera (las ruedas traseras sobre el cemento y las delanteras encima de la hierba) y corro hacia la puerta tan rápido que apenas veo los escalones. Sin embargo, cuando llego hasta ella doy un paso atrás… Siento algo raro, algo extra?o que no puedo definir. Como si todo estuviese demasiado tranquilo, demasiado silencioso. Aunque la casa está tal y como la dejé (con los maceteros a cada lado de la puerta y el felpudo con la palabra ?Bienvenido? en su lugar), su quietud resulta escalofriante. Preparo los nudillos para llamar, y apenas rozo la madera cuando se abre ante mí.
Dejo atrás el salón de camino hacia la cocina. Llamo a voces a Ava mientras me fijo en que todo está tal y como lo dejé: la tetera en la encimera, las galletitas en un plato… Todo está en su lugar. Sin embargo, cuando observo la alacena y veo que el elixir y el antídoto han desaparecido, no sé muy bien qué pensar. No sé si eso significa que mi plan ha funcionado y al final no han sido necesarios, o todo lo contrario, que algo ha salido mal.
Corro hacia la puerta a?il que hay al final del pasillo, impaciente por comprobar si Damen sigue allí, pero hay algo que me impide el paso: Roman se encuentra de pie delante de ella. En su rostro aparece una sonrisa mientras dice:
—Me alegra mucho ver que has vuelto, Ever. Aunque ya le dije a Ava que lo harías. Ya conoces el dicho: ??No se puede volver atrás!?.
Me fijo en su pelo deliberadamente alborotado que enmarca a la perfección el tatuaje del uróboros de su cuello y soy consciente de que, a pesar de mis avances, a pesar de que conseguí despertar a la gente del instituto, él sigue al mando.
—?Dónde está Damen? —Recorro su rostro con la mirada con un nudo en el estómago—. ?Y qué has hecho con Ava?
—Vamos, vamos… —Esboza una sonrisa—. No te preocupes por nada. Damen está justo donde lo dejaste. Aunque debo admitir que aún no puedo creer que lo abandonaras. Te subestimé. Nunca lo habría imaginado. Me pregunto cómo se sentiría Damen si se enterara. Apuesto a que él también te había subestimado. —Trago saliva al recordar las últimas palabras de Damen: ?Me abandonaste?. Sé que él no me subestimó en absoluto; sabía con exactitud el camino que elegiría—. Y, en cuanto a Ava… —Roman sonríe de nuevo—. Te alegrará saber que no le he hecho nada de nada. A estas alturas ya deberías haberte dado cuenta de que solo tengo ojos para ti —murmura, y se mueve tan rápido que apenas he tenido tiempo de parpadear cuando descubro su rostro a escasos centímetros del mío—. Ava se marchó por propia voluntad. Y ahora faltan… —Hace una pausa para consultar su reloj de mu?eca— bueno, unos segundos para que tú y yo podamos hacerlo oficial. Ya sabes, sin toda esa culpabilidad que habrías sentido si hubiéramos empezado a salir antes de… de que él tuviera la oportunidad de ?seguir adelante?. Yo no me habría sentido culpable en absoluto, la verdad, pero me da la impresión de que tú eres de ese tipo de personas que se consideran buenas, puras, bienintencionadas y todas esas tonterías; algo que, si te soy franco, a mí me resulta un poco sensiblero. Sin embargo, tengo la certeza de que encontraremos una manera de acabar con todo eso.