Espejismos(86)



—Menuda cosa… ?A quién le importa? —le digo, imitando su tono agudo a la perfección—. Mamá me dijo que podía invitar a mis amigos a venir aquí. —No obstante, en el instante en que pronuncio esas palabras me encojo por dentro y me pregunto quién de las dos es más ni?a. Sacudo la cabeza. Sé que no es más que otra amenaza vacía, pero no estoy dispuesta a correr riesgos, así que le digo—: Papá quiere salir temprano, y eso significa que debes dormir un poco para que no te despiertes de mal humor por la ma?ana. Y, para que lo sepas, Brandon no va a venir. —Esbozo una sonrisa desde?osa con la esperanza de que eso disimule lo mal que miento.

—Ah, ?no? —Riley sonríe y sus ojos se iluminan cuando se clavan en los míos—. En ese caso, ?por qué está aparcado su Jeep junto a la entrada?

Me doy la vuelta para echar un vistazo por la ventana y luego la miro a ella. Suspiro por lo bajo antes de decirle:

—Está bien. Puedes ver la tele. Me importa un bledo. Pero si tienes pesadillas otra vez, no me vengas llorando.

—Venga, Ever, ?de qué vas? —dice Brandon, cuya expresión ha cambiado, pasando de la curiosidad al enfado en cuestión de segundos—. He esperado una hora a que tu hermanita se fuera a la cama para poder estar solo contigo y ahora actúas de esta forma. ?Qué te ocurre?

—Nada —susurro.

Me niego a sostenerle la mirada mientras me coloco la camiseta. Lo miro por el rabillo del ojo y veo que sacude la cabeza y se abrocha los botones de los vaqueros… unos vaqueros que, para empezar, nunca le he pedido que se desabroche.

—Esto es ridículo —murmura mientras se coloca el cinturón—. He venido en coche hasta aquí, tus padres están fuera, y tú actúas como…

—?Como… qué? —le pregunto.

Quiero que lo diga. Quiero que lo resuma todo en unas cuantas palabras, que defina qué es lo que me pasa. Porque antes, cuando cambié de opinión y le envié el mensaje para pedirle que viniera, pensé que todo volvería a la normalidad. Pero en el momento que abrí la puerta, mi primer impulso fue volver a cerrarla. Y, por más que me esfuerzo, no logro entender por qué me siento de esta manera.

Cuando lo miro me doy cuenta de lo afortunada que soy. Es agradable, mono, juega al fútbol, tiene un coche chulo, es uno de los alumnos más populares…. Por no mencionar que estaba colada por él desde hace tanto tiempo que apenas pude creerlo cuando me entere de que yo también le gustaba. Sin embargo, ahora todo es diferente. Y no puedo obligarme a sentir cosas que no siento.

Respiro hondo, consciente de su mirada mientras jugueteo con la pulsera. Le doy vueltas una y otra vez, intentando recordar cómo ha llegado hasta mi mu?eca. Hay algo inquieto en un lugar recóndito de mi mente, algo sobre…

—Olvídalo —responde al tiempo que se pone en pie para marcharse—. Pero te lo digo en serio, Ever: tienes que decidir lo que quieres pronto, porque esto…

Lo miro y me pregunto si terminará la frase… y por qué no me importa que lo haga o no.

Sin embargo, él se limita a mirarme y a negar con la cabeza. Luego coge sus llaves y dice:

—Da igual. Pásalo bien en el lago.

Observo cómo la puerta se cierra tras él y luego me siento en el sillón reclinable de mi padre, cojo la manta de lana que mi abuela tejió para nosotros poco antes de morir, acurruco los pies debajo y me arropo hasta la barbilla. Recuerdo que la semana pasada le dije a Rachel que estaba pensando seriamente en llegar hasta el final con Brandon, y ahora… ahora casi no puedo soportar que me toque.

—?Ever?

Abro los ojos. Riley está delante de mí; le tiemblan los labios y sus ojos azules se clavan en los míos.

—?Se ha ido? —Echa un vistazo a la estancia. Asiento con la cabeza.

—?Te importa sentarte a mi lado mientras intento dormirme? —pregunta. Se muerde el labio inferior y pone esa cara de cachorrita desamparada que me resulta imposible resistir.

—Ya te dije que esa serie te iba a dar demasiado miedo —le digo. Le pongo la mano en el hombro mientras recorremos el pasillo la ayudo a meterse en la cama y la arropo bien antes de tumbarme a su lado. Le deseo dulces sue?os y le aparro el cabello de la cara mientras susurro:

—No te preocupes y duérmete ya. Los fantasmas no existen.





Capítulo cuarenta y siete


Estás lista, Ever? ?Tenemos que salir pronto! ?No quiero encontrarme con mucho tráfico!

—?Ya voy! —grito, aunque no es cierto. Me quedo donde estoy, inmóvil en mitad de mi habitación, contemplando el trozo de papel arrugado que he encontrado en el bolsillo delantero de mis vaqueros. Y, aunque está claro que es mi letra, no tengo ni la menor idea de cómo ha llegado allí, y mucho menos de lo que significa.

Leo:

1. No vuelvas a por la sudadera!

2. ?No confíes en Drina!

3. ?No vuelvas a por la sudadera bajo ningún concepto!

4. Damen

Y, aunque es la quinta vez que lo leo, me siento tan confusa como la primera. ?Qué sudadera? ?Y por qué se supone que no debo volver a por ella? Por no mencionar que ni siquiera sé si conozco a alguna Drina. ?Quién narices es Damen y por qué hay un corazón junto a su nombre?

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